Como ranas cociéndose

Explotó la burbuja inmobiliaria, en su estallido se llevó por delante vida e ilusiones de millones de personas. La banca, gran jefa de esta civilización, se buscó nuevas fuentes de nutrición. Ya que no podían quedarse con los beneficios de las hipotecas del ladrillo, pues sus víctimas necesitarían tiempo para recuperarse, y su afán devorador es insaciable, hipotecar la vida de los estudiantes universitarios podría ser una buena opción. Entender a la universidad como fábrica de dinero sería un alivio para los dioses del siglo XXI. Se ponen las mimbres para que poco a poco se llegue al camino por el que transcurren sus intereses. Las tasas suben, se priman los máster, con precios mucho más elevados que los cursos ordinarios, y se acaban imponiendo para la, digamos, consolidación de los estudios superiores. Máster que demandarán empresas que ellos controlan, con lo que todo será perfecto, cerrando un círculo en el que sus intereses estarán protegidos mientras el estudiante quedará años pagando su hipoteca de vida, tal vez a los mismos que lo contratan. Pero para que esto cale en la sociedad se precisa desacreditar al actual sistema, en este caso universitario, aunque estamos viendo que aquello que se va a cambiar primero sufre la ignominia del descrédito, a modo de justificación para lo que se tiene pensado hacer después (sanidad, educación, justicia…). De aquí a la privatización de la universidad, comenzando por servicios periféricos, hasta llegar a su médula solo hay que resolver unos trámites. Se disminuye la inversión, se desacredita la docencia con una minusvaloración evidente, se la llama fábrica de parados, cuando la realidad es que los universitarios son los que menos paro sufren, y se facilitan los mecanismos para mejorar estos elementos, lógicamente a través del capital, con lo que el conocimiento se coloca al servicio de la banca categorizando a las universidades en función de los réditos que dejen. ¿Qué pasa entonces con los estudios que no dejan pasta, como las humanidades? Obviamente se tenderá a su minimización, a una presencia testimonial, de hecho ya hemos visto cómo han comenzado a erradicar los estudios de latín y griego de las enseñanzas medias. Solo importará lo que rinda interés al gran amo, el dinero, por eso hay que estudiar lo que deje dinero (ya lo ha dicho Wert, el ministro). Entre tanto, la población va siendo aletargada, adormecida, como la rana en la olla de agua, que se va calentando poco a poco hasta acabar cociendo al animal. Ya lo dice Jorge, si sube la temperatura brúscamente la rana salta y se escapa. Todo está orquestado, aunque no es Wert quien dirige la orquesta, ni siquiera pone la partitura, él solo pone la cara. La universidad es la llave de un futuro que no está escrito, aunque ellos intentan dictarlo a la par que se apropian de ella como fábrica de dineros, de dineros para ellos, que son pocos y tocan a mucho. Sin embargo, aún no lo controlan todo.

1 Comentario

  1. Conocemos las dos maneras de matar la rana, Juan. Aurelio Suárez, un camarada mío, ha explicado muy bien como lo están haciendo en Colombia, y ya que los dos coinciden en utilizar la misma metáfora,que a mí no me gusta, porque no soporto la imagén literal del sapo muriendo lentamente, te envío un enlace para que conozcas la versión de mi camarada y veas a a pesar del las distancias hay coincidencias en los métodos que utilizan las defesores del capital:
    http://www.moir.org.co/La-visita-de-mister-Steinberg.html

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