La banca, esa ansiosa

El personal está un poco molesto. No es que deteste que la banca gane pasta, sobre todo cuando sus ahorros están ahí. Lo que mosquea a la gente es ver algunas cosas referidas a esta banca. Por ejemplo cuando ofrece sus cuentas de resultados y observa las ganancias en cientos si no miles de millones de euros que están generando. Mientras tanto, esa banca es la que se está montando con un patrimonio desmesurado de pisos, locales, casas… que les van retirando a sus clientes con presencia judicial ante sus puertas. La gente no ve claro qué pasa cuando esa banca recibió los miles de millones de los fondos que todos estamos pagando y ahora se enriquece, como siempre, a costa de los sufrientes, y sus mandamases se millones de euros de indemnizaciones y sueldos mientras provocan que los trabajadores, sus trabajadores, se vayan a la calle con cuatro migas a unas edades disparatadas, colocándolos en una situación de incertidumbre y desazón brutal. Mientras, sus oficinas cuentan cada vez con menos empleados que atiendan a los sumisos clientes que ya hemos dejado de decir nada porque no nos hacen ningún caso, salvo que sea uno de esos que se pasan por allí a ver al director, mientras este, convertido en agente de comercio, no le queda otra que rendir pleitesía a quien cree que puede ser comprador de un seguro, una batería de cocina o una enciclopedia, o tiene unos cuantos euros que acapararle para su oficina.

El personal está un poco cansado de que por sus escasos dineros, con los que esa banca está negociando, no solo no le den un duro, sino que además le cobren por saludar. Y las iras de hace unos meses se están convirtiendo en resignación, en una bajada de bandera porque parece  que las cosas tienen que ser así, ahora ya tienen que serlo. Los empleados, convertidos en vendedores de cosas varias, compiten entre ellos como nunca lo hicieron, pero no para prestar un mejor servicio, sino para vender más de lo que sea, y todos tan callados o se van a la calle o a otra oficina a mil kilómetros de su casa. Mientras tanto, la clase política dominante sabe, siempre lo ha sabido, que es mejor tener a su lado a un banquero que a un votante, por eso los cuida, mima, protege, y si puede se convierte en uno de ellos, sin importar nada sus conocimientos de la gestión de la cosa. Se ha entrado en la fase de resignación, ya no se buscan culpables ni soluciones, es que las cosas son así, y algún día cambiarán, o no, y se acuerda de la salud, para cuidarla, porque en el caso de perderla todo será un auténtico infierno. Estamos llegando al punto en el que la gente dejará de salir de sus casas. Todos perderemos entonces y algunos pueden tener tentaciones de otros tiempos.

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