Agosto y las perseidas

Agosto, mes del sol, del descanso, de las vacaciones, de playa y montaña, mes de chiringuitos y terrazas, mes en el que algunos encuentran un espacio para trabajar poniendo copas, sirviendo mesas, preparando raciones de pescado. Agosto, mes en el que se produce un ir y venir por las carreteras de gentes que huyen de la rutina, aunque lo que busquen sea otra rutina bien diferente. No hace tanto, antes de que esta crisis hiciese ricos a unos pocos y sumergiera a la mayor parte de las gentes en una mediocridad económica, el personal se permitía ciertos gastos llamados extras por estar de vacaciones. Tenían sueldos acordes con los trabajos y estos parecían más o menos seguros. Ahora la cosa es muy distinta. Los parados están buscando donde sea un trabajo de lo que sea; cuando lo encuentran se dan con un canto en los dientes, aunque su salario sea minimalista, aunque las condiciones laborales sean tan crudas como los fríos y largos inviernos que ahora nos parecen tan lejanos. Nos han acostumbrado a la miseria salarial, y además hemos de estar contentos porque tenemos un trabajo. Sin embargo, no sentimos que los precios se adecuen a estos salarios, luego alguien está ganando mucha más pasta a costa del trabajo de sus empleados. Pero el gobierno, con Rajoy a la cabeza, sale eufórico. Dice que llevaba años esperando dar buenas noticias, como la del descenso del paro. Lo que no dice, se lo esconde, es que el empobrecimiento de las gentes de su país, de esas que siguen pagando impuestos para que Montoro sonría mostrando esos dientes, son, somos, mucho más pobres. Los otros, quienes los que como Pujol tienen cuentas por otros lares, no sonríen, ríen abiertamente, a mandíbula batiente porque los oros entran en sus bolsas de forma vergonzosa, y que viva la crisis y quienes con su excusa han puesto los palos del sombrajo que tan bien les está viniendo a ese grupo de patriotas que cada día son más ricos. Esos no se ven atrapados en las caravanas que se montan en las carreteras de las playas a diario, ni les preocupa el precio de la ración de sardinas o de boquerones, ni tan siquiera saben que ese camarero que los atiende deberá vivir meses con lo que cobre en esos días sirviendo mesas. Ellos están en lugares paradisiacos, en los que sus ojos y otros sentidos no se vean perturbados por la necesidad ajena. Aquí hay quienes los defienden desde las colas y caravanas. Yo no los comprendo, pero los hay, y además ven normal que la vida sea así, porque siempre lo fue, siempre hubo ricos y pobres. Lo que pasa es que ahora el guasap parece habernos igualado a todos. Ingenuos que somos, nuestra vida en el canto de un pajarillo mientras los pajarracos pasan volando y soltando sus excrementos sobre nosotros. Agosto, mes de calores, fiestas, relax y perseidas de San Lorenzo.

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