La croqueta

Pues sí, que el pasado dieciséis de enero fue el Día Internacional de la Croqueta. Así, con mayúscula y todo, y servidor fue a partirse una muela ese mismo día comiendo una, y sin hueso ni nada que pudiese dar al traste con esta pieza fundamental que ya venía de ser reconstruida por mi dentista, Manolo para los amigos, quien tuvo a bien volver a arreglar el desaguisado sin cobrar un duro. Cosas de la garantía de un trabajo. Si en lugar de una muela, en este caso la del juicio, hubiese sido cualquier otro objeto, en otro caso mercantil, es seguro que habría sido mucho más complicado reconstituir la falla derivada no ya de un mal uso, sino de un defecto de producción. Y es que las leyes a veces parecen estar hechas para no cumplirlas, o para que se nos pongan cuantas pegas sean imaginables que enreden, aburran y acaben por hacernos abandonar nuestros intereses. Y si no, observe usted lo que está pasando y va a ocurrir durante los próximos meses con los suelos de las hipotecas. Es claro que los bancos han abusado de la clientela también en esto, y que se han enriquecido aún más a costa de sus pacientes usuarios, apoyándose en que usted pudo leer y rechazar las cláusulas correspondientes, con lo que se habría quedado sin el producto, en ese caso su hipoteca. Abuso de menores que sería, porque su familia se quedaría en la calle. Y una vez que la justicia viene a proteger al personal de a pie, a ese que no tiene tarjetas negras, ni enormes indemnizaciones por despido, ni sueldos multimillonarios. No, a ese personal a quien le han quitado la casa por dejar de pagar la hipoteca y después ha debido seguir pagando, o por avalar a un hijo, a ese personal que ahora la justicia, en última instancia, que tampoco lo han hecho a la primera, ni por las buenas, le dice que le deben devolver, con intereses, lo que le han cobrado sin deber, porque eso no lo debía, ahora empiezan a poner chinitas en el camino para volver a aburrir al personal. Mientras, el gobierno, ese que actúa en minoría, da la de cal y la de arena, vayamos a que se enfaden aquellos a los que todos los demás le dimos por la cara miles de millones de euros, auténticos jefes de esta sociedad nuestra que los abraza, adora y protege, porque ellos son los que cuidan, manejan y deciden sobre nuestro dinero. Y sin una garantía de reposición por si se va todo al garete, como le pasó a mi muela al morder una croqueta. A mi dentista Manolo lo ponía yo a dirigir ese cotarro, al menos estaríamos en buenas manos y nuestra sonrisa sería más lucida, aunque hubiese que repararla de cuando en cuando. Cosas del querer, y de los años, porque le garantizo que la croqueta estaba deliciosa, y tierna, como debe estar toda croqueta que se precie, y más aún en el Día Internacional de la susodicha. Ea.

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