La sociedad del cartucho

Van saliendo a la luz informes, declaraciones…, se mantienen los silencios. Los silencios pueden ser muy motivadores para airear chismes, y el chisme aquí suele ser una moneda común que cuenta con muchas criaturas alimentadas por él, que intentan confundirlo en noticia. Pero las noticias que ven la luz lo son, distan mucho del chisme. Aunque con ellas ocurra a veces justamente lo contrario. La noticia, que lo es porque viene derivada de una realidad, se va difuminando, gracioseando como si se tratara de una minicalumnia, de pajitas volando entre trigales, que ni deben ni son. Y con ese gracejo y arte que los interesados contraen con el personal, acaba pareciéndose a un chisme malintencionado con fuertes beneficios malévolos para quien así la maneja. Porque al final de lo que se trata es de manejar el asunto, pareciese que el pueblo fuese masa, y ya se sabe que la masa no piensa, que se deja guiar por quienes señalan. Pero las cosas al final no son así, o no debieran. Ahí está el caso de Don José, que fue alcalde de esta ciudad, delegado del gobierno en esta Andalucía, diputado, parlamentario, senador…, quien comenzó a cobrar el salario por su dedicación política allá por 1982, y lo ha estado haciendo, con algún alto en el camino,  hasta el 2016, cuando la policía entró en su casa casi de madrugada. Treinta y tres años de una vida, que ahí queda eso. Debería haberse jubilado con los reconocimientos de quien sirvió a la ciudadanía desde todas las posiciones, dando lo mejor de sí, su tiempo, su vida misma. Pero no, no quiso abandonar el cargo en el momento preciso, algo o alguien lo empujaron a seguir, un poco más, un tramo más, y le reventó el amor de tanto usarlo. Ahora toda su vida política se ha ido al garete. Ni en su partido lo quieren ver, reniegan de su persona como si de un leproso se tratara, solo su fiel García Montero sigue apostando por él, y dicen que dice que las motillos se han puesto muy peligrosas por Recogidas, que manda narices. La chismología y la información veraz se entremezclan como si de un intencionado revoltillo de pipas y manises se tratara, salpicados con garbanzos tostados. Todo muy de la época y de la sociedad en la que vivimos, la sociedad del cartucho. Y cada cual siembra lo que le interesa a él o al jefe de turno, y todos temen y aguardan a la vez a que las cosas se asienten, aunque unos más que otros. Los chismes doblan las esquinas, sembrando suspiros, que de ello esta ciudad entiende mucho. Históricamente siempre beneficiaron a los mismos. Mientras tanto, otros se dejan la piel, silenciosamente, intentando arreglar tanto desacierto. Pero no pasa nada. Aquí nunca pasa nada. El estiércol que se echa ayudará a que la próxima cosecha nazca con más vigor, dicen. Cosas del campo. Mientras, Don José aguarda a que llegue el momento, ese que algunos temen.

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