Faltan caracoles

Nos encontramos en el primer ciclo de primaria, niños de seis o siete años. La maestra propone el siguiente problema a sus alumnos: En una caja hay diez caracoles y se escapan ocho, ¿cuántos quedan dentro? A lo que los niños hacen una resta y deducen que quedan dos caracoles. Debajo hay una línea con la palabra Solución, en la que los alumnos deben poner la susodicha. Uno de ellos apunta que lo que hay que hacer es buscar una tapadera y tapar la caja. Perfecto. Con seis años ya tiene la otra solución. Si este niño fuese fichado para el gobierno seguramente se acabarían muchos de los problemas que atravesamos. Concretamente todos los derivados de las cajas destapadas que permiten entrar y salir, escaparse y meter la mano, adaptar a las necesidades del partido en el gobierno o de los intereses personales de quienes la manejan. Tan sencillo como eso, tapar el agujero por donde se escapa el caudal, como en las acequias, porque de otra forma a los destinatarios finales solo llegarán unas gotas, dos caracoles, si es que no se escapan antes. Nos hemos acostumbrado a que se escapen estos moluscos gasterópodos, y nos conformamos con las migajas, y agradecidos. Mientras, la tajada gorda se queda campando por sitios que ya sí nos imaginamos, pero somos tratados como idiotas por quien guarda la caja, cuentan cuantas milongas sean precisas y se nos pretende alimentar como a los peces de pecera. Peor aún es que lo vemos natural, que es así porque quienes son los responsables siempre lo hicieron, y acudimos a aquella vieja prédica que decía no me des, ponme donde haya. Y suponemos que todos son iguales, y que el que más y el que menos permite que los caracoles salgan de la caja que es de todos porque al final no es de nadie. Y cuando el señorito de turno abandona el cargo nadie le pide responsabilidades de los caracoles que faltan. Y no es que se los haya llevado, es que ha permitido que se le escapen. A la postre él estaba ahí porque alguien lo nombró, o porque lo eligió el pueblo. Y como el pueblo es soberano pues quita y pone, y si se le escapan los gasterópodos pues como mucho no lo vuelve a votar. Y así andamos, entre los escándalos reales y los provocados en los ajenos para tapar los reales propios, ensuciando a todos los figuras que están en el campo aunque unos pocos sean quienes hacen las faltas, cometen los penaltis y fallan los disparos. Cosa de equipo, y el equipo somos todos, aunque quienes pagamos las entradas siempre seamos los mismos. A ese chavalillo de seis años que dio con la tecla habría que nombrarlo ministro o consejero de algo, porque desde la sencillez se encuentran las soluciones a los mayores problemas, y la clave no está en el lugar que ocupa la caja, sino en el contenido, para lo que está destinado y en el guardián.

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