Marta, simplemente

 

O la mentira a costa de lo que sea. Podría ser así como calificásemos lo que esta señora salió a decir sin el menor asomo de vergüenza. Ya está visto. Todo vale a manos de estos presuntos políticos. No han tenido bastante con dividir a las gentes de pueblos y ciudades con la historia de su independencia. Ahora buscan los argumentos más sórdidos, más despreciables que un político puede esgrimir: el miedo a la población, el miedo físico. Está claro, es evidente que no van a parar. La policía y la guardia civil acabarían pegando tiros por las calles, por esas mismas calles por las que cada día caminan nuestros paisanos, nuestros hijos, nuestra gente, nacidas acá o allá. Miedo a la gente y con ese miedo pretenden ganar las elecciones. Yo no soy devoto de Rajoy, me parece el peor presidente desde que hace cuarenta años este país ganó la democracia. Pero de ahí a envenenar a la población con estas barbaridades hay un abismo, porque a Rajoy, mal que nos pese, lo elegimos el conjunto de votantes españoles, y eso es lo que tenemos. Puede mentir, esconderse, callarse, apoyar a los suyos, callar ante los desafueros de su partido. Pero entre Marta y Mariano desecho antes a quien apoya a los que movilizan a las masas con estas burdas amenazas. Y me indigna sobremanera que esta señora, amparada en sus altos índices de atenciones que los medios le están prestando, venga ahora a justificar su marcha atrás porque, ha dicho literalmente,  “el Gobierno amenazó al Ejecutivo catalán con desplegar el ejército y amenazó con muertos en las calles y el uso de balas… El Gobierno les hizo llegar por muchas vías al Govern que habría muertos en la calle”, para rematar la faena argumentando que el fascismo está presente en el sistema español y actúa impunemente. Es evidente que quien acude a unas elecciones con estos argumentos no merece el más mínimo apoyo, salvo el de aquellos cuyo fin sea otro diferente a la gobernabilidad e incluso la independencia. Apoyada por las estertóreas declaraciones de Puigdemont en Bruselas, esta gente está abonando su futuro. Luego habrá quien olvide que también es delito llevar a los extremos a un pueblo. No todo vale, todas las mentiras son lamentables, pero algunas dejan de ser mentiras y alcanzan el delito, porque no se puede ir por ahí pregonando cualquier cosa. Luego la gente pierde los papeles, el personal vocifera, se calienta, pero detrás en estos casos hay nombres y apellidos, hombres y mujeres que tal vez están donde no debieran, porque la política es mucho más digna que todo eso, y estos políticos que llenan las calles y las cabezas con estas cosas están más próximos a la delincuencia que a cualquier otra cosa.

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