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¡Qué poquito se cambia!

Nunca se sabe dónde va a surgir el amor. Te lo encuentras en los sitios más inesperados. Y si no, juzgad vosotros mismos con el caso de Berta, la última cliente de mi hermana Claudia en su consultorio sentimental.

Querida Claudia:
Hace dos semanas que no duermo. No puedo dejar de pensar en él. Verás, el nuestro fue uno de esos mágicos reencuentros que salen en las películas. Javier Tordesillas y yo nos conocimos a los siete años en el patio del “Santa Catalina” mientras compartíamos un bocadillo de paté. Te digo que fue amor a primera vista, y, aunque han pasado más de veinte años, cuando el otro día me lo crucé en el Starbucks creí que me moriría. Me miró, sé que me miró, pero sigue tan tímido como cuando era un niño y no se atrevió siquiera a saludarme. Desde ese día no puedo dejar de pensar en él. ¿Tendrá novia? ¿Estará casado? ¿Fue tan importante para él como para mí aquel sandwich que compartimos en el recreo del 88?

El caso me enterneció de inmediato y le pedí a Gabri, mi exnovio informático, que intentase localizar al muchacho. Gabri es un cielo, lástima lo de su tupé, porque sin él nuestra historia hubiese sido muy distinta. La cosa es que no tardó en localizar a Javier y ponerme en contacto con él para tantear su situación. El corazón me dio un brinco cuando me enteré de que estaba libre y sin compromiso e inmediatamente me puse manos a la obra.

Querido Javier:
Me ha dicho un pajarito que alguien de tu infancia que guarda un importante recuerdo de ti le encantaría retomar el contacto contigo. El otro día os cruzasteis en el Starbucks ¿Sabes ya quién es?

Querida Claudia:
Sé de qué recuerdo me hablas. Ya era hora de que Diego Romerosa se dignase a devolverme mi balón de baloncesto. La verdad es que ya lo daba casi por perdido.

Querido Javier:
No me manda Diego Romerosa, de hecho no sé ni quién es. La persona de la que te hablo es una chica, una compañera muy especial de tu infancia con la que al parecer compartiste un bocadillo de paté.

Querida Claudia:
¿Has hablado con Carlota Vílchez? Por favor dile que fue el mejor bocadillo de mi vida.

Querido Javier:
No es Carlota.

Querida Claudia:
¿Irene Malagón?

Querido Javier:
Tampoco es Irene Malagón. ¿Con cuántas chicas compartiste bocadillo? ¿Eras el clásico gorrón o qué? Se llama Berta Cienfuegos.

Querida Claudia:
Te has confundido de Javier, no he oído ese nombre en mi vida.

Querida Javier:
Te ha identificado en una foto de grupo. La conoces fijo. Vuelve a mirar tu álbum de primaria. Es la tercera empezando por la derecha desde Sor Rosa.

Querida Claudia:
Soy Berta. ¿Cómo va la cosa? ¿Te ha contado ya como conectamos en el Starbucks? He estado hablando con mi amiga Carlota y dice que le suena que no tiene novia.

Querida Berta:
Ahí estamos, ahí estamos. Por cierto, no le quites ojo a Carlota.

Querida Claudia:
¿Es la que ocupa medio patio? ¿Se llamaba Berta? La llamábamos la Fuagrás. Qué curioso que no fuese su nombre de pila. Nunca lo pensé. Se lo tengo que contar a Diego Romerosa. Va a flipar cuando se entere de que la Fuagrás está colada por mi. Voy a buscarlo en Facebook y de paso le pido mi balón.

Javier:
Berta ha adelgazado mucho, ahora se encesta en una 38-40 sin dificultad. Si se entera de que la llamabas la Fuagrás le romperás el corazón.

Querida Claudia:
No puedo esperar más. ¿Me quiere o no me quiere? Por cierto, Carlota está felizmente casada con Agustín Barros, el pelota de la clase.

Querida Berta:
Ten paciencia. No estoy segura de que este chico te convenga.

Querida Claudia:
No lo juzgues mal. Es que es muy tímido. En el cole llevaba una prótesis dental y le llamaban Alambres. Creo que no lo pudo superar.

Querida Claudia:
Soy Agustín Barros, el marido de Carlota. Berta me ha dicho que estás en contacto con varios de la promoción y querría invitarlos a unirse a mi grupo de Facebook “Admiradores del Santa Catalina y de nuestra bienamada tutora Sor Rosa”

Querida Claudia:
Pregúntale a Fuagrás si sigue en contacto con Carlota. Eran bastante amigas.

Querido Alambres:
No me fastidies. Si quieres una cita con Berta bien y si no búscate la vida. Carlota es feliz junto a Agustín Barros.

Querida Claudia:
¿El pelota de Agustín se ha casado con Carlota? No me lo puedo creer.

Querida Claudia:
Soy Agustín, Javier me ha mandado un correo muy salido de tono, se lo he contado a Sor Rosa, con la que sigo en contacto gracias al coro del colegio del que soy director, y dice que si no cambia su actitud hablará con sus padres.

Querida Claudia:
Soy Javier. Dile al pelota de Agustín que ni se le ocurra darle un berrinche a mi madre o le suelto a Sor Rosa quien se copió todo el examen de ríos y afluentes sin más contemplaciones.

Querida Claudia:
Soy Berta. Por error me has reenviado el mail del imbécil de Javier. ¿Me llamaba la Fuagrás? ¿Pero que se ha creído el Alambres? Y yo guardando su asqueroso balón durante veinte años debajo de mi cama. Se ha mudado tres veces conmigo.

Querida Claudia:
Soy Diego Romerosa. Alambres me ha contado que estás en contacto con Berta. ¿Podrías darme su teléfono? Lo cierto es que aunque han pasado veinte años sigo acordándome de ella un montón. Era la mejor chica del cole. Una vez, le di la mitad de mi bollicao.

Querida Claudia:
Soy Sor Rosa. ¿Puedes decirle a los muchachos que el mes que viene celebramos el centenario del colegio? El padre Andrés y Agustín Barros están organizando un concierto llamado “Los chicos del coro 20 años después” y le encantaría contar con Diego en el papel de Morhange.

Querida Claudia:
Perdona que no te haya escrito antes pero es que estamos muy liados con los preparativos del concierto del padre Andrés. Gracias por darle mi dirección a Diego. Me acordaba del bollicao. No es como el paté pero lo cierto es que estaba delicioso. Dile a Javier que le he mandado su balón por correo por si no puede venir al concierto.
Un beso enorme de
Diego y Berta.