Mi mono-ardilla
Mi mono-ardilla. ¿Dónde estará ahora?

 

“No hay nada que se parezca más a un niño de ocho años que el mismo niño con sesenta y ocho” (Fermín  Cabrera)

Hoy he encontrado mi diario de cuando tenía nueve años. La última hoja es una lista con las cosas que me gustaría tener.

– Un mono y un pingüino. Cuando era pequeña había un programa en el que uno de los presentadores andaba siempre pegado a un pingüino graciosísimo y lo del mono me pareció interesante a raíz del jugo que le sacaba Pipi Calzaslargas al suyo.

– El paraguas de Isabel Dorantes. Se lo había traido su padre de Italia y tenía lucecitas cuando lo abrías. Nunca he vuelto a ver algo semejante. Una maravilla.

– Un gremlin.  En una pajarería de cerca de casa vi un animalito igual, igual que un gremlin. El señor de la tienda me dijo que era un mono-ardilla. Si hubiese tenido trece mil pesetas mi historia hubiese sido bien distinta. Yo nunca le hubiese dado de comer después de las doce. Durante un tiempo estuve ahorrando el dinero de la torta del recreo pero cuando iba por ciento veinticinco pesetas mi mono-ardilla ya había volado.  Nunca lo volví a ver, pero siempre lo recordaré.

– Una granja y un caballo y una piscina muy grande a la que nunca invitaré a Isabel  Dorantes aunque llore mucho. Ella nunca me prestó el paraguas y me encantaba imaginarla sufriendo por no poder venir a mi piscina. Un día se lo dije y me contestó que ella ya tenía una piscina enorme en su casa y otra en casa de sus abuelitos. La odié mucho aquel día.

La lista seguía con un piano de cola, la estampita ciento tres del álbum de Candy, la casa-seta de las barriguitas y otro sinfín de cosas interesantes. Luego detallaba algunos de mis planes para mi futuro inminente (los diez u once años). Iría a África con mi hermana y mi mono, inventaría una vacuna, descubriría un misterio que no diese mucho miedo y encontraría un tesoro con el que compraría  el abrigo de piel que siempre mira mi mamá en la tienda esa tan bonita y también montones regalos para mis hermanos y una bicicleta roja para mí.

Y los leo ahora después de tantos años y les digo que me siguen pareciendo unos deseos geniales. ¿Alguien me presta un caballo?