Nomofobia

El teléfono móvil te puede salvar la vida, pero también puede quitártela. Anda la panda preocupada por la reciente muerte de una mujer china que falleció asida al teléfono por una descarga de su terminal mientras éste se cargaba. No ha sido ni será el último accidente que protagonicen estos aparatos cada día con mayor implantación social, lo que pone de manifiesto la obsesión y la servidumbre que muchos dedicamos al teléfono móvil que nos atrapa de manera enfermiza e inadecuada. De hecho, existen preocupantes estudios sobre la nomofobia con incidencia, especialmente en los más jóvenes, que hacen de un aparato de extraordinaria utilidad un elemento que puede convertirse en inútil y dañino para nuestra salud mental y física.
Amparo Larrañaga, la actriz y empresaria, comentaba a una periodista que pese a las advertencias que recibe el público en su teatro, minutos antes de cada actuación, no hay una sola noche que no suene un móvil durante la representación, lo que produce inevitablemente la inmediata distracción del actor que parlamenta. Amparo se preguntaba: ¿«Es que nadie puede silenciar su móvil durante hora y media»?
Los timbres o alarmas de los ‘telefoninos’ son diversos porque van desde el clásico y antiguo ring, ring a una música de arpa, el trinar de un pájaro, el canto de la cigarra o el cornetín militar con el toque de firmes. Cualquier inoportuno ruido puede sonar desagradablemente en un funeral, en un concierto, en un acto académico o en misa. No es broma, pero en una visita que realicé a San Francisco el Grande, en Madrid, me tuve que aguantar la risa porque coincidió la palabra del presbítero: «El Señor esté con vosotros», con el sonido del cornetín militar de un móvil de algún piadoso parroquiano, provocando la colectiva puesta en pie de los fieles.
Es una grosería, frecuente, ver a gente en diversos acontecimientos que por su carácter obligan a mantener cierto decoro en el comportamiento y atuendo, mandar mensajitos, imágenes, leer noticias o, lo que es peor, jugar al comecocos. Pero es que es un vicio tan generalizado que ya casi nos estamos acostumbrando. La sociedad del consumo nos ha llevado a lo imprescindible de lo prescindible. Nuestros mayores hicieron su vida con enorme esfuerzo y sacrificio y, por lo general, con escasos medios, independientemente de su situación social. Yo no recuerdo que fuese una sociedad esclava del teléfono. El teléfono, fijo, de casa, se utilizaba para llamar a la tita de Barcelona, al médico de cabecera cuando el niño tenía paperas, cuando el abuelo palmaba o cuando se establecían pretensiones amorosas.
Tenemos tal apego al móvil que, los otros días, un amigo me dijo que al no recibir llamadas en toda la mañana, se había llamado a sí mismo para ver si estaba averiado. Estamos perdiendo la cabeza con los celulares.
Y como los fabricantes, apremiados por las compañías, no cesan de incorporar novedades a estos infernales artilugios, ahora los ponen a la venta minimizados de tamaño han incorporado, en otros, una aplicación, un ‘Tweet Pee’, que avisa al papá o a la mamá de que el niño tiene húmedo el pañal y le envía un mensaje: «Pipí». Y si los padres están en lo que deben estar, se procede. De esta manera no habrá, en un futuro, infante con el culo escocido. Pero es que además, próximamente, usted podrá cargar la batería de su móvil con sus propios orines o el movimiento de sus glúteos. Vamos, que vamos de culo móvil. Para mearse.

1 Comentario

  1. En este curso académico asistí, junto a mi hija, a la conferencia que daba un célebre profesor de la Universidad, el cual, además, había sido alto cargo en diversas Administraciones públicas. En primera fila, dos señoras de mediana edad, cuyo nivel intelectual probablemente no les permitía entender los razonamientos del conferenciante, se pasaron todo el rato trasteando sus teléfonos móviles. Sin disimularlo, a la vista del conferenciante, del ilustre catedrático que lo presentó y de todos los allí presentes. Al finalizar, mi hija, que es todavía joven y asiste con mucho respeto a estos eventos, me preguntó quienes eran esas dos que no han dejado de jugar con el móvil todo el rato. Son las dos más altas representantes de la comunidad autónoma en la provincia, le respondió su abochornado padre.

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