Cazando en «El Penitencial»

Coincidiendo con la denuncia del PSOE de que 300.000 familias con niños pasan hambre en España hemos conocido la noticia de que, Felipe González, se ha comprado por tan solo un millón de euros, una finca de caza en Guadalupe, Extremadura, que se llama «El Penitencial», y que dispone de una superficie de 120 hectáreas y una vivienda rehabilitada de 600 metros.

González que disfruta -al parecer felizmente- de su segundo matrimonio no engañó cuando antes de ser presidente del gobierno de España pedía «El cambio» y lo cierto es que algunos se enteraron, pero otros, lo prometido les produjo nulo efecto. Felipe es una muestra palpable de esa metamorfosis porque en poco tiempo dejó la pana y la cambió por la alpaca.

Luego de ser presidente del ejecutivo extendió sus tentáculos, de estrechas relaciones, y no le ha faltado la petición de asesoramiento, la conferencia en círculos de influencia internacional o esa curiosa experiencia como diseñador de joyas.

Como el casado «caza» quiere, ahora se dedicará a disparar a todo lo que se mueva en su nueva finca que, llamándose como se llama, podría alquilar los fines de semana y puentes a presuntos imputados que pasarían unas jornadas monteando en el desahogo psicológico de tiro al conejo, tiro a la perdiz o tiro al cochino, mientras los correspondientes magistrados concluyen instrucciones y se ponen de acuerdo. Una experiencia novedosa que, además, podría proporcionar interesantes ingresos para el mantenimiento de «El Penitencial».

A sus 71 años bien merece Felipe un ganado retiro, entre pucheros de barro, chimeneas de leña de encina y olor a jara y tomillo. (Omito lo del «Romero», para no enturbiar la estancia). Mientras Rodríguez Zapatero, aún joven, disfruta en su chalet de lujo de la localidad madrileña de Valdemarín supervisando nubes, rememorando a Gómez de la Serna, González, hace camino al andar y recorrerá sus tierras recordando a Machado.

Yo lo único que siento es que al iluminado de Cañamero y a sus huestes les dé por ocupar la finca extralimitándose en la linde fronteriza y le amarguen a Felipe su jubilación y su nueva luna de miel con banderas, pancartas y consignas reclamando la tierra para quien la trabaja.