Un tal Colón

Hoy es Fiesta Nacional, Día de la Hispanidad, de la Raza, de la Casta. América nació en Granada, como certeramente recuerda Tico Medina en un libro que algún día, espero, verá la luz y conmemoramos el descubrimiento del nuevo mundo en honor de un tal Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492.

Y es que con las Capitulaciones de Santa Fe se gestó y se avaló una apuesta, de un visionario marino, gracias a la generosidad y valentía de los reyes Isabel y Fernando, que apostaron por el proyecto.

Curiosamente aún hoy se desconoce el lugar de nacimiento de Cristóbal Colón: ¿catalán?, ¿mallorquín?, ¿portugués? o ¿genovés? El investigador José Antonio Lorente, de la Universidad de Granada, tiene entre sus proyectos inminentes descifrar este enigma. Un gran reto profesional.

Lo que sí pudo constatarse, hace unos años, por el Grupo de Investigación Genética que dirige el eminente profesor, es que los huesos sepultados en la catedral de Sevilla eran del almirante al comprobarse una coincidencia absoluta con el ADN del hermano menor del descubridor, Diego Colón, cuyos restos se encuentran en el Museo Pickman de la fábrica de cerámica de La Cartuja de Sevilla. Al respecto aún está pendiente la autorización de las autoridades dominicanas para que los investigadores granadinos puedan comprobar, científicamente, a quién corresponden los presumibles huesos que guarda la monumental tumba que se exhibe en Santo Domingo.

Ese hermetismo oficial es más que sospechoso y podría diluir una vieja leyenda que, sin duda, forma parte de los atractivos turísticos del país. Aunque, como comenta José Antonio Lorente, no hay que descartar ninguna hipótesis. Fácilmente pueden estar repartidos los restos óseos del que llegó a ser virrey por obra y gracia de los católicos reyes.

Y fue, tras esa reflexión, cuando me acordé de la mano incorrupta de la santa Teresa de Ávila, reliquia que acompañó a Franco, hasta su muerte, en el palacio de El Pardo y que hoy guardan, devótamente, las carmelitas de Ronda. Teresa de Jesús tiene su cuerpo repartido.

Era frecuente despiezar a los santos y pasear sus corazones, sus dedos y su sangre por el mundo de las reliquias. Igualmente, los cadáveres de gentiles hombres y mujeres fueron de tumba en tumba, como Hernán Cortés, que fue enterrado y desenterrado más de siete veces, o esas múltiples inhumaciones que las cremaciones propician en la actualidad y permiten que las cenizas sean esparcidas o conservadas en diferentes lugares.

Ahora se intenta buscar los restos de Miguel de Cervantes en la iglesia de Las Trinitarias de Madrid. Sería un interesante hallazgo, porque podríamos comprobar si ‘El manco de Lepanto’ fue una realidad o una maldad de sus enemigos tras la cruenta batalla en la que participó y fue herido el polifacético ‘Príncipe de los Ingenios’.