Un hombre de paz

Si les digo la verdad, estoy harto de tantas líneas rojas, de tanta transversalidad, de tantas mimbres, de tanta tolerancia cero y de tanta geometría variable. Ando, una vez más, preocupado con algunos asuntos que me tienen anfibológico.

Los otros días, Manuela Carmena, alcaldesa de la capital de España, recibió a los jugadores de baloncesto del Real Madrid, ganadores de la Copa del Rey y les entregó, uno a uno, y sin anestesia, un cenicero. Hay que ser torpes y antiguos para hacer este ‘regalo corporativo’ a un equipo deportivo. Tiene la regidora una obsesión enfermiza por las colillas. Recuerden que a punto estuvo de firmar un decreto–concurso para premiar a los niños madrileños que recogieran mayor número de colillas por las calles. Decía, doña Manuela, que se trataba de una «campaña divertida que entusiasmaría a los menores». Parece que la idea se frustró, al menos de momento, y nos hemos quedado sin conocer al afortunado y sagaz infante ‘Colillero o Colillera Mayor del Reino’.

Anfibológico me hallo, tras el poema que el enamoradizo doctor, escritor y periodista
Luis María Ansón ha dedicado a la tímida musa Rita Maestre que, engendrada en Podemos, se alistó al grupo Ahora Madrid, de la que es portavoz en el Ayuntamiento madrileño. Como se sabe, la tal Rita entró despechugada en el templo universitario de la universidad Complutense y, por lo que se deduce, al margen de su irreverente actitud dejó obnubilado al académico –silla ñ de la Lengua y le inspiró este amado poema: «Yo soy el que te espera en la estrellada noche, sobre las áureas playas, sobre
las rubias eras, él cortó jacintos para tu lecho, y rosas, tendido entre las hierbas yo soy
el que te espera». Porque la Maestre se expuso a media asta, si llega a presentarse en su total desnudez, don Luis María le hubiese escrito una divina comedia.

Fue, Zapatero –el que observa las nubes– quien dijo que, Arnaldo Otegui, era un hombre de paz. Han sido 146 los políticos, actores, profesores, periodistas y otros personajes quienes han firmado la ‘Declaración internacional Free Otegi, bring Basque prisoners home’. A mí me hubiese gustado adherirme a la «declaración internacional» pero los asamblearios recoge firmas no me han pasado el folio y el bolígrafo.

La verdad es que yo habría firmado en contra, pero me hubiese adherido. La adhesión es lo importante. En esta confusión de personas transversales y sostenibles lo de menos son las líneas rojas, porque hay mimbres. Y yo tengo mimbres para votar en contra. Es más, cuánto me gustaría asistir, el próximo martes, a darle la bienvenida al ex presidario en el emblemático Velódromo de Anoeta, pero coincide que tengo ése día cita con el dentista.

Me hubiese gustado disfrutar de la rubia, espumosa y fresca bebida, bajo la protección del patrono de los cerveceros, San Arnaldo, hasta perder la conciencia de la memoria histórica de las torturas, la extorsión, la criminalidad y las víctimas de la banda terrorista ETA.

Por cierto, uno de los firmantes del ‘manifiesto internacional’ ha sido el ‘califa rojo’, Julio Anguita, a quien un aciago día le informé en el Casino de Murcia, micrófono en mano, que se había producido un atentado terrorista etarra con víctimas. Anguita fue contundente: «Son unos hijos de puta». Es posible que él ‘corte’ se conserve aún en la fonoteca de RNE