Silencio de Pasión

Como todas las celebraciones tienen sus octavas, en el caso eclesiástico no aludo a los acrósticos versos de Fernando de Rojas, me quiero referir al profundo silencio, jamás conocido, salvo en la época del nacional catolicismo, donde no solo se prohibía el cante callejero y la música no clásica en las emisoras de radio, sino cualquier manifestación fuera de la liturgia y oficios cuaresmales que en este país, la iglesia y el pueblo, compartían confesionalmente.

Y digo, como Semanero que apunto en la libreta de débitos y haberes, lo que se me antoja, que el sepulcral silencio ha sido de los más sonados de los últimos años lo que ha ayudado a facilitar un mayor recogimiento y meditación penitencial para aquellos que viven con religiosidad la Semana Santa y para los que, por diversas razones, aprovechan las mini vacaciones para hacer una escapadita fuera de su entorno
habitual. A todos, el silencio de Pasión ha sido como una bendición del cielo porque
desde la celebración de las elecciones generales, el cansino martilleo de opiniones, entrevistas, soflamas y arengas, mensajitos, reuniones, cafés y nula actividad pública, en un país multicolor en estado catatónico, es una constante enfermiza que ha contaminado, y sigue contaminando a la sociedad, testigo paciente de la falta de sentido común, diligencia, sensatez y generosidad de las distintas formaciones
políticas.

Me asegura una ‘duendecilla’ que pulula por los escaños madrileños, vacíos, que los ‘negociadores’ para conseguir el nuevo gobierno no han perdido el tiempo en la Semana del Mayor Dolor y que, debajo de los tronos de sus titulares, los ‘costaleros’ por lo bajini, han alcanzado acuerdos hasta para nombrar al bedel del Congreso que le cambia el vaso de agua a sus señorías, cuando se suben al atril para hacer uso de la palabra. A mí, personalmente, me cuesta admitirlo y no sé si también le ocurre lo mismo a Susana Díaz.

Hablando del mayor dolor, me ha dolido mucho la detención y encarcelamiento de Andrés Bódalo, condenado en su día por propinar patadas y puñetazos al teniente de alcalde de Jódar (Jaén), el socialista Juan Ibarra. Andrés Bódalo, que por lamentable casualidad lleva el apellido de un insigne actor de la escena española, al margen de ser un cenutrio haragán se formó en la ‘escuela’ del Sindicato de Trabajadores del Campo y es concejal en la capital vecina de la marca blanca del despiste de Podemos. Teresa Rodríguez, la lideresa podemita andaluza, ha comparado –supongo que intelectualmente– a Andrés Bódalo con el poeta Miguel Hernández. Todo el Podemos nacional ha pedido en la semana de Gloria, el indulto del salvaje ejemplar, pero pienso que han equivocado el camino. Como estamos en el Año de la Misericordia bien podían haberlo solicitado, si creyesen, a ‘El Abuelo’. Pero antes de solicitar la gracia, Juan Ibarra tendría que haber puesto la otra mejilla, el estómago, su espalda y extremidades para que el tal Bódalo lo abofeteara y lo linchara en el recorrido procesional de la querida y venerada imagen del histórico Nazareno.

San Mateo. Capítulo 5,38-42, escribe, entre otras cosas: «No repliquéis al malvado; por el contrario, si alguien te golpea en la mejilla derecha, preséntale la otra. Si esta situación la hubiese padecido Pedro Sánchez ya tendríamos Gobierno en España.