A la caza del conejo

Pese a las muchas bondades de la carne de conejo, baja en grasa, colesterol y sodio, su consumo desciende. El personal se ha aficionado al buey y determinadas partes del cerdo, menos recomendables, pero bastante más sabrosas intrínsecamente. Recuérdese aquello de que «todo lo bueno de esta vida mata, engorda o embaraza». Desde que mis nietos tienen dos ejemplares de cobayas como mascotas domésticas, nadie se atreve a ir al mercado y comprar carne de conejo para asarlo en la barbacoa. En la carta de los restaurantes apenas se estimula a saborear cualquiera de las casi mil recetas y algunas más que guarda la abuela en la alacena. Fundamentalmente, en las zonas rurales se mantiene con éxito el arroz con conejo y al ajillo. Platos potentes, sencillos y verdaderamente sorprendentes cuando las manos de los lugareños logran alcanzar la gloria del buen punto sin pasar por los ‘masterchef’ jartibles. Y es ahí donde apreciamos lo rico, rico del conejo.


Los capitalinos, acostumbrados al conejo de granja, sabemos apreciar el conejo de monte. El conejo salvaje tiene un sabor mucho más intenso y suele ser el más idóneo para los guisos camperos. Pero no hay tantas bocas para tanto conejo.


Yo, éste agosto, he tenido la tentación de coger el coche, a hurtadillas, y viajar hasta Campo de Criptana, en la Mancha Alta, no sólo para ver el estreno de la obra homenaje a la hija predilecta Sara Montiel, que se celebró en el Teatro Cervantes con Eva Manjón, sino para presenciar como ojeador la caza del conejo.


Y es que, a la vista de que los conejos están arrancando todos los cultivos del lugar no solo se zampan los melones cuya dulce defensa hizo mi ‘vecino de arriba’, Esteban de las Heras, el ayuntamiento, en colaboración con la Sociedad de Cazadores, ha conveniado comprar la modesta cifra de 10.000 cartuchos para aniquilar de manera controlada y sin ensañamiento la plaga, que además de comerse lo que no hay en los escritos se reproduce de manera imparable.


Ni los veganos, ni los ‘animalistas’ han abierto la boca, ni creo que la abran porque la medida nada tiene de exterminio de la especie sino de conservación y seguridad, incluso, para las vías férreas donde estos mamíferos suelen horadar el terreno bajo ellas para ocultarse en las madrigueras. En Andalucía, la Junta, a través de la consejería de Medio Ambiente, ha acudido este año en auxilio de treinta y dos pueblos cordobeses y ha autorizado la caza del conejo hasta el 31 de mayo de 2017.


Uno que se ha apuntado, voluntariamente, a la caza del conejo, según me aseguran desde la Carrera de San Jerónimo es Pedro Sánchez, que se ha equipado con 10.001 cartuchos y una escopeta dialéctica, de amplio espectro, para disparar ‘al conejo’ en la sesión de investidura. El duendecillo informante me cuenta que una vez aniquilado y con ensañamiento, desde la tribuna de oradores el astuto cazador a fin de quedar bien con los suyos y parte de la comunidad hispana pedirá que salga otro ‘conejo’ de la madriguera si quieren formar gobierno con la abstención del Partido Socialista.


Esta es una hipótesis que de producirse no cogerá desprevenido, a éstas alturas, al postulante, que como veterano prestidigitador, podría sacar un conejo de la chistera, pero para Navidad.