Andando se entiende la gente

Vengo de Málaga, emocionado y orgulloso de contemplar la recreación milagrosa de una larga playa de arena fina junto al paseo marítimo, que la voluntad y el buen ejercicio político han hecho posible para gozo y disfrute de los ciudadanos y de los miles de visitantes que son leales a la ciudad de la Costa del Sol. En verano ‘petada’. Turismo Andaluz, que está articulando con éxito los resortes para la promoción de la primera industria de la Comunidad, trabaja por un objetivo social y económico deseablemente optimo y es romper la estacionalidad. Porque se calcula –es una estimación– que este año vendrán un millón más de visitantes a Andalucía que huyen de los países potencialmente conflictivos. Aunque, sabido es, que no hay nada más peligroso que un mono enloquecido con una cuchilla de afeitar en la mano y que nadie está libre de encontrarse a un perturbado simio a la vuelta de la esquina.

 

No sé si conocen que Málaga sufre una paralización ‘administrativa’ del metro, ese invento que puso en marcha la Junta de Andalucía en distintas ciudades en una época florida hasta que se agostó la caja de los billetes.

 

En Granada los vagones del metro están en cocheras, al aire libre, a la espera de que termine de ejecutarse el metro del último metro. La actualidad del mal denominado ‘metro’ es que un amigo de lo ajeno acaba de saquear las arquetas

viarias y se ha llevado seis kilómetros de cable de cobre para venderlo al peso. A veces perdemos el sur y el norte y solo nos queda el epicentro vivencial y aquí, ya se sabe, no solo no echa a andar el metro sino que nos roban el

cobre. En Granada vamos caminando con cierta tortura en la andadura. Dice Rajoy –que está viviendo desde la madurez su momento bebé– que ha dado el primer paso sin andador para sortear las dificultades que, tras un largo camino,

pueden llevarle a la investidura como presidente del Ejecutivo. La verdad es que el ‘adolescente’ Rivera, sin demasiado compromiso ha mostrado últimamente voluntad de diálogo. En términos taurinos podríamos definirla como una faena de aliño, aseada, pero sin más. Y el candidato ha agradecido el gesto. Porque andando se entiende la gente.

 

Pero el ‘no’ por el ‘no’ de Pedro Sánchez sigue sonando a hueco y confuso en este escenario políticamente raro cuando la mayoría de la sociedad quiere o intenta resolver una interinidad innecesaria o el desastre, ridículo, de unas terceras elecciones. Hasta Zapatero ha pedido reflexión. ¿En manos de quienes estamos? Pedro Sánchez, salvo que cambie de actitud está más perdido que piojo en peluca. Es más, las encuestas internas del partido socialista y el sabio consejo del expresidente Felipe González y de destacadísimos miembros de la organización le han recomendado, por el bien de España, que negocie o, simplemente, que se abstenga para que sea posible un Gobierno que al día de hoy, en la provisionalidad, anda como pollo descabezado.

 

Pedro Sánchez siempre me pareció un personaje inconsistente –alguna colega lo ha calificado de «irresponsable»– pero un su despectiva declaración, tras la incipiente colaboración de Ciudadanos con el Partido Popular de que «es lógico que se unan las derechas», ha cometido un fallo táctico de bisoñez política. El Partido Socialista consiguió la Junta de Andalucía, con Susana Díaz, gracias a Ciudadanos esa ‘derecha’ a la que Sánchez desprecia ahora