Entrañable

Las fiestas de Navidad son unas fiestas entrañables. Pero, ¿por qué en esta época lo entrañable se sitúa, circunstancialmente, en el hemisferio cerebral derecho y nos proporciona, en principio, tan íntimo y afectuoso subidón?

Al margen de lo importante que para los cristianos es la conmemoración del Nacimiento de Jesús, puede ser entrañable porque nos produzca ilusión el que nos toque el Gordo, el día 22, hecho improbable que nos emociona pero que, al final, de producirse, después de pagar a Hacienda y lo pendiente nos quedamos con el cante de los niños de San Ildefonso y poco más. Podría ser que la Navidad nos trae, entrañablemente, el sabor inigualable de la gastronomía típica y esa repostería de elaboración casera, heredada de nuestros abuelos. Aromas y sabores que perduran.

En neurofisiología –perdón por la cursi precisión– se denomina sinestésica a una persona que, por ejemplo, puede oír colores, ver sonidos o percibir sensaciones gustativas. Todo eso hace entrañable la Pascua.

A mí me pone entrañable armar el Belén en estos días, aunque llega a ser siempre un acto frustrante porque las figuritas, de un año para otro, por mucho que las cuides se fracturan, se deterioran e incluso desaparecen.

Ayer, que me trajeron a casa ‘riscos’, helechos, tierra, corcho, musgo y acebo naturales y saqué del baúl casi cien piezas de barro para montar el Belén. Entre las figuras conservo una valiosa pieza que representa a un pastor, con un viejo zurrón, que me recuerda por su fisonomía al poeta Pepe G. Ladrón de Guevara. Hasta el punto que no dudé en coger el móvil y llamarle. Él veranea en invierno cuando no están las hordas, en la bella Sexi y responde al ‘telefonino’ cuando le place en hora de acomodo. Y lo intenté…

–Pepe, ¿cómo estás?

–No entremos en detalles.

–Perdona, es que estoy montando el belén y tengo un pastor, con zurrón, pero sin ovejas, que tiene tu misma cara… Creo que era de mi abuela…

–Lo mismo se trata de algún pariente…

–Yo creía que en tus mejores tiempos te habías dedicado al pastoreo…

–Hombre, claro, pero… A mis años, yo también soy un pastor, sin rebaño.

–¿Son entrañables los plagios del rector de la Universidad rey Juan Carlos, Fernando Suárez, que ha plagiado hasta a su padre…?

–Bueno, hubiese sido más grave que plagiase a su madre, porque padres puede haber más de uno.

–¿Podríamos estar ante una guerra fría entre EE.UU. y Rusia?

–En, Almuñécar, lo mismo sopla el Levante que el Poniente.

–¿Sigues la tradición de la Nochebuena, con la entrañable compañía del pavo, la zambomba y el villancico..?

–Precisamente esta mañana al despertarme he escrito una letrilla que, si quieres, te la leo y le pones música. Dice así: «Los años acumulados, en mi caso ochenta y siete, me gritan por todos lados, imperiosos y enojados, apaga la luz y vete».

–Hombre, Pepe, eres muy inoportuno… Apagar la luz y marcharte, ahora que los científicos nos quieren rejuvenecer. La reversión del envejecimiento de las células es el futuro… La eterna juventud…

–¿Pero qué hago con el presente?

–Pues, como yo, en lista de espera. Pepe, sueña al menos, lo entrañable que sería volver a creer en los Reyes Magos.