Al pie del cañón

Como los buenos artilleros a sus años, que no son muchos ni pocos, porque los años no se miden por el carné de identidad, sigue al pie del cañón el veterano reportero Tico Medina. No se alarmen los pacifistas, simbólicamente, su cañón es la palabra y la mecha una pluma de tinta con colores de arco iris que suele, a diario, escribir en prensa, radio y televisión lo presentable e impresentable de la actualidad.

Se relame con Juan y Medio, en Canal Sur, cuando plantean alguna cuestión escabrosa del emérito rey –al que le profesa gran veneración– porque sube la audiencia, según me cuenta. Y Juan, que es un gran tipo, lo tiene a su vera una vez a la semana, como testimonio de que a pesar del tiempo existen árboles de hoja perenne. Como ese acercamiento al periodismo clásico de ‘puñaitos’ –de excelente factura que Carlos Herrera le han brindado los viernes– como antesala de una despedida, siempre poética y sonora literariamente del programa de la COPE.

Tico es un ser felizmente activo, aunque lleve sobre sus espaldas la pesada cruz del maligno virus que le azota por su calle de amargura. Y hace su blog en Hola, escribe semanalmente en esta casa, a la que me consta que no sólo le trae recuerdos de juventud como junta letras sino su vuelta, ‘honoris causa’, que le propició con admiración y cariño nuestro director, Eduardo Peralta.

Tico Medina ha sido y es de los paisanos que van desgranando su amor por esta tierra, sencillamente, porque siempre profesó con orgullo su amor de cuna donde se encontró o donde se perdió. Es que Tico, a veces se pierde, deambula y tiene demasiadas precauciones y cautelas con Granada. Una prueba de ello es cuando me cuenta que la gente lo para por la calle y le dice: «¿Cuándo has venido y cuándo te vas?». Pero eso va, le digo, con nuestra manera de ser distintos y distantes.

Hace años, Sebastián Pérez recuperó la figura de Tico Medina. Su nombramiento como Cronista Oficial de la Ciudad y posteriormente de la Provincia significó un compromiso de admirable lealtad evidenciando, al margen de los afectos personales, el reconocimiento por uno de nuestros periodistas más relevantes que merecían la demostración entusiasta de recogimiento como profeta en su tierra. ‘Fantásticomedina’ como le llama Herrera, Carlos, ha recibido de la ciudad y la provincia de Granada el mayor número de distinciones y homenajes que cualquier otro personaje público. Y lo que es más importante, el cariño sincero y generoso de los granadinos.

El último gesto de reconocimiento que ha tenido Sebastián Pérez hacia Tico Medina, siendo todavía presidente de la Diputación y senador por la provincia, fue solicitar para el octogenario periodista la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo, petición –todo hay que decirlo– que fue acogida con la mejor disposición por la ministra Báñez.

El pasado jueves, el presidente del Gobierno hizo entrega de la distinción en el palacete de la Moncloa al que ha sido, en justicia, el revelador ejemplo del comunicador total. Vivo reportero – y por muchos años– que es miembro de las academias de Buenas Letras de Córdoba y Granada, escribe libros, envía sus crónicas a la prensa, comenta la actualidad en la radio, colaborador de programas de televisión, conferenciante… charlista, al que muchas veces le dije que me recordaba al valenciano Federico García Sanchiz porque, adornado por su polifacética labor creativa, lo bordaba cuando dirigía la palabra al respetable. Tico cuando escribe en su libretilla de hule cuatro ideas, portentosamente desarrolla una conferencia de dos horas y como a Sanchiz, en su tiempo, habría que pagar por escucharle.

Suelo ser, a veces, crítico con el gobierno de Rajoy, pero debo reconocer y así lo pregono que darle la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo a María Teresa Campos, militante histórica de la izquierda, a Joaquín Navarro, el viejo sindicalista de CC OO, que se libró, porque no era su día, del tristemente recordado atentado en el despacho laboralista de Atocha, y a Tico Medina, que habita entre nosotros, ideológicamente, en tierra de nadie, es un acto de magnanimidad que le honra al ejecutivo de don Mariano. La izquierda jamás tiene estos gestos de generosidad solidaria. Suele barrer para adentro y hace bien. No conozco a ningún benemérito izquierdoso galardonado por un partido de derechas que haya hecho pública, con sinceridad, su gratitud.

Todo lo que le tenía que decir se lo he dicho personalmente a Tico, porque esta magnífica sorpresa, el regalo inesperado, esta gran recompensa al buen trabajo de toda una vida, la valoro, la contemplo como algo natural y le digo, como Séneca, que no apunte –en su libreta de hule– los favores recibidos. Porque al final, lamentablemente, todo es trivial.