Mirando al retoño caliente

Echando la mirada atrás, desde l985, oficialmente en España daba comienzo el verano con el tradicional posado en bañador de Anita Obregón que en el rebalaje, florida y hermosa, jugaba con aquel cuerpo de gallina ponedora con las espumosas aguas del mar emulando a las sirenas mitológicas, pero sin cola de pez. Desde entonces hasta este año en bañador, biquini o triquini el simbólico y tradicional posado se ha convertido, ya digo, en la inauguración de la temporada estival sin protestas de la gremial feminista. A sus 60 años, Anita, colgaba en junio de este año, en su cuenta de Instagram, una foto con fondo rocoso y vistas al mar, en la que aparece en bañador azul y plata, brazos alados sujetando al aire un pareo blanco y ocultando sus pies con botines de india sioux para invitarnos, con sensualidad, a adentrarnos en las aguas saladas para gozar de un chapuzón.

Pero, la mayoría, ya estamos deshaciendo la maleta y volviendo a la rutina capitalina que es lo mismo que la rutina vacacional pero sin bañador, mar, piscina, moscas y sardinas. No deja de ser curioso con qué facilidad a veces, no siempre, tenemos capacidad de romper con nuestros hábitos y costumbres y recuperarlos a veces, no siempre, por añoranza, por hartazgo o por obligación.

Este cuasi final estival nos han conmovido especialmente a los españoles de bien por los atentados de Cataluña, no así a los españoles de mal que según vimos por televisión, en directo, y leímos después, en los periódicos, estaban más preocupados, con gritos y pancartas, por promocionar políticamente el espíritu independentista de la presumible nación catalana, que de respetar y recordar a las víctimas y rechazar y condenar al sorpresivo ‘ejército’ del terrorismo radical que en nombre de Alá, se va cargando a ‘infieles’ por las calles, restaurantes y discotecas, en cualquier día, a cualquier hora y en cualquier lugar. Estoy acongojado desde que hemos conocido que la policía autónoma de Cataluña tenía conocimiento de un inminente atentado en Las Ramblas y, al parecer, no le dieron credibilidad. Pero, vamos, ¿qué es esto de que la policía en materia tan sensible no investigue hasta el fondo y decida, sin más, la credibilidad o falsedad avisando de un posible acto terrorista? Error. Terrible error con un tristísimo balance de muertos y heridos. No deseo desprestigiar a la policía que comanda José Luis Trapero, simplemente calificarle de absoluta incompetencia previa. Alguien debe dimitir.

No hay amigo, conocido, vecino o ‘wapsista’ que no pregunte, a diario, qué hará el Estado, representado por el gobierno español, si llegan a colocarse las misteriosas urnas para votar con papeletas de curso ilegal el 1 de octubre, curiosa fecha: «¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente en forma de república?» Y ahí está la incógnita. Yo, si hubiese sido gobernante soberanista catalán habría sido mas sibilino, sugerente y clarificador, sobre todo para los indecisos y preguntaría, abiertamente, en papeleta reciclable: «¿Quiere que Cataluña sea un Estado independiente, en forma de república, subvencionado por el Estado español?»

Al margen de ironías y ficciones humorísticas, como el asunto es serio, el primer partido de la oposición, el PSOE, como no podía ser de otra manera se ha colocado en la alineación correcta con la decisión que, en definitiva, se adopte políticamente por el gobierno. Esa unión temporal, aunque excepcional hay que aplaudirla, sencillamente, porque la ciudadanía se congratula más con los encuentros que los desencuentros entre las formaciones políticas que tienen la obligación y la responsabilidad de defender los intereses generales porque para eso se les vota y se les retribuye.

Menos mal que el final de agosto nos ha traído aire fresco y foto ‘robada’ de Isabel Pantoja, en el papel ‘couche’ donde luce su ajada figura carcelaria en bañador como sirena varada en aguas mallorquinas. Si Ana Obregón, en junio, anunciaba el inicio de la canícula, la tonadillera nos hace una llamada otoñal en traje de baño, mientras el cuerpo aguante, a la felicidad de la cercana estación que, por lo que se intuye, puede ser un retoño caliente.