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La ‘razzia’ dejó la madrugada del jueves al viernes de la semana pasada un reguero de mal gusto. Fue un ataque sorpresa que dejó como víctimas la cultura, los monumentos, la educación y, también, el movimiento feminista.

Que una campaña preciosa y necesaria para paliar la lacra de la violencia contra las mujeres acabe estampando y deteriorando monumentos como el pilar de tres caños de la Cuesta del Realejo (1616), o la propia entrada a la Catedral de Granada, no producen sino vómito.

Estos días mencionados de finales de noviembre se celebra el Día Internacional contra la Violencia de Género, necesario, adecuado, y sin saber quién o quiénes son los autores de estas pintadas sobre el patrimonio y las fachadas y paredes del barrio del Realejo, la Catedral y del Palacio Arzobispal, todos ellos dentro del Plan Centro de protección especial y dentro del ámbito de protección de los Bienes de Interés Cultural (BIC), es hora de decir basta a estos atentados que al final recaen sobre toda la popblación, sobre los propios vecinos del barrio que se ven atacados, y así lo manifiestan, asqueados.

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