Categoría: Periodismo

Periodismo: Si tu madre te dice que te quiere, ¡comprúebalo!

Hoy ha fallecido Ben Bradlee, una persona que tuve el honor de no conocer en persona pero que seguí desde que supe que era el director del diario local más importante del mundo, The Washington Post. El periódico que obligó a un presidente de Estados Unidos, Richard Nixon, a dimitir por el ‘caso Watergate’. 

Para uno que desde pequeño, que yo recuerde, siempre quise ser periodista, estaba ante un tipo que en la práctica tenía los mismos superpoderes que cualquier mutante de la Patrulla X. Así que, como buen aprendiz, le seguí la pista.

Fui feliz cuando Katharine Graham, editora de The Washington Post, publicó sus memorias en 1998: ‘Una historia personal’. Recibió el Premio Pulitzer por su autobiografía, por cierto. Allí tenía más pistas para conocer a mi periodista mutante favorito.

No cupe en mí de gozo cuando en el año 2000 Ben Bradlee publicó sus memorias. Se titulan ‘A good life’, y rápidamente, esta frase, se convirtió en el mantra que guiaría mi vida: ser periodista y tener una buena vida, entendida como una carrera de compromiso, un compromiso con la verdad, como escriben hoy sus colegas en su propio diario.
Es hoy cuando he rebuscado en mi biblioteca y he encontrado sus memorias, junto a las de la Señora Graham y el libro mítico que con las firmas de Carl Berstein & Bon Woodward se titula ‘El Escándalo Watergate’.
Abro sus páginas y encuentro frases, párrafos, páginas enteras subrayadas y decido escribir este artículo, ‘Ben Bradlee por Ben Bradlee’, sabedor de que nadie mejor que él podrá escribir sobre él mismo. Y, en efecto, tan solo por esta vez, tengo razón.

Página 360: «Me apuesto lo que sea a que cuando me muera, mi obituario dirá algo de que el Washington Post ganó dieciocho premios Pulitzer durante el tiempo en que Bradlee fue director. Será, por supuesto, una bobada, por diferentes motivos. Primero porque, como baluarte de la excelencia, los premios Pulitzer son sospechosos y están sobrevalorados (…) Desde luego, es mejor ganarlos que perderlos, pero sólo porque a los redactores y editores les encanta. Según mi experiencia, la mitad de los participantes mejores no son los que ganan los premios».

Tiene razón Ben Bradlee, hoy mismo, el Washington Post, en su noticia de apertura en la web, en el octavo párrafo, menciona los premios Pulitzer: «During his tenure, a paper that had previously won just four Pulitzer Prizes, only one of which was for reporting, won 17 more, including the Public Service award for the Watergate coverage».

Visto este detalle, creo que nadie mejor que Ben Bradlee para explicaros quién es uno de los grandes periodistas del siglo XX.

Página 87: «Desde el primer momento de mi vida en la Marina había ido aprendiendo, día a dçia, la lección tal vez más importante de toda mi vida: lo mejor que se puede hacer es rodearse de la mejor gente posible y escucharla».

Página 88: «El 6 de agosto se había lanzado una bomba atómica sobre Hiroshima. Ninguno de mis nuevos compañeros tenía la más mínima noción sobre energía atómica, mucho menos sobre bombas atómicas. Encontré una vieja colección de la Enciclopedia Británica y me ofrecí voluntario para investigar el asunto y escribir un pequeño informe destinado a la tripulación. Sin saber nada, sentíamos que aquel acontecimiento iba a rivalizar en importancia en nuestro inmediato futuro con el 7 de diciembre de 1941 (Ataque a Pearl Harbour). 
-¿Fue aquella la primera vez que escribí sobre algo sin tener ni idea sobre la matera? ¿O fue la última?

-Espero que fuera realmente la última».


Página 275: (Sobre contratación de los mejores periodistas) «David Broder, el primer periodista de alto nivel que dejaba el Times por el Post. Le cortejé como nunca había sido cortejado, en cafés, no en restaurantes franceses caros, porque Broder era un hombre del tipo cafés: sencillo, franco, PURO OFICIO».


Página 233: «‘Cherchez la femme’ es un buen consejo que dar a los periodistas de investigación. ‘Sigue el dinero’ es otro aún mejor». Me encuentro en la Página 399 esta misma versión corregida y aumentada tras Watergate. Dice lo siguiente: «‘Busca las mentiras’, reemplazó a ‘Busca a la mujer’ o ‘Busca el dinero’ como lema periodístico». De hecho, Ben Bradlee se refería a sus periodistas como ‘los mejores detectores de mentiras’: «Mr. Bradlee called reporters “the best lie detectors,” and nothing mattered more to him than exposing the truth, even if it took a long time (Leer artículo completo).


Página 355: (Viene muy al cuento del saqueo moral que sufre en estos momentos nuestro país) «En Washington, cuando un problema estalla, los veteranos saben que la recuperación no es posible hasta que emerja lo peor, hasta que se toque fondo, ese punto a partir del cual ya no es posible que las noticias que se produzcan sean peores (Me gustaría saber que pensaría el bueno de Ben Bradlee de nuestro país en este preciso instante)».


Página 356: «Los periodistas, sea cual sea la historia que están investigando, siempre hacen listas de pistas inexploradas y de actores que aún no han sido interrogados».

Página 366: «A título personal, los redactores no son dueños de sus propias notas (y, por tanto, no pueden mostrarlas en respuesta a una citación); es el dueño del periódico el propietario de las mismas, como lo es de otros bienes del diario». Curioso ¿Verdad?

Página 414. Esta se la dedico a todos los directores para los que he trabajado, desde Miguel Larrea hasta Eduardo Peralta, y a mi amigo Ignacio Escolar: «La idea de que alguien -ya sea el presidente de los Estados Unidos, el director del FBI, un negociante, una esposa o un lector irritado- me diga lo que yo tengo que publicar en el periódico, y encima en portada, me resulta inconcebible».

Página 425: «Decimos que publicamos la verdad. Hemos convencido a nuestros lectores de que tienen que esperar la verdad de nosotros».

Página 432: «La verdad es la mejor de las defensa y toda la verdad es todavía mejor».

                            

Página 435: (Sobre el reportaje falso ‘El mundo de Jimmy’) «Quedaba al descubierto la yugular del Periodismo, la fe que el director debe tener en un periodista».

Página 442: «Cuidado con las historias que, por cualquier razón, te gustaría que fuesen ciertas (…) Verifica (…) Y después comprúebalas de nuevo».

Conclusión, como ya me enseñó mi viejo redactor jefe: «Si tu madre dice que te quiere, vas y lo compruebas».

Gracias por todo, Ben Bradlee. 
MÁS INFORMACIÓN

-Lee en el diario El País:
«El fundamento del periodismo es buscar la verdad y contarla»
ENTREVISTA:BEN BRADLEE | PERIODISTA. VICEPRESIDENTE Y EX DIRECTOR DE ‘THE WASHINGTON POST’ | MAESTROS DEL PERIODISMO
21 películas y libros sobre el caso Watergate, vía @clasesdeperiodismo

Una décima de segundo

LAC AccesibleOK

Convocatoria del grupo municipal socialista. Puerta Real. 8 de octubre.
El tema es la accesibilidad de los autobuses de la Línea de Alta capacidad-LAC

Los concejales socialistas se disponen a realizar declaraciones. Se colocan junto al portavoz del grupo municipal Paco Cuenca. Están, entre otros, Ana Muñoz Arquelladas, Jemi Sánchez y Chema Rueda.

Les acompañan dos personas con discapacidad, los dos se llaman Manuel y los dos necesitan cierto tipo de ayuda. Uno de ellos su silla de ruedas motorizada y el otro un perro lazarillo fuerte, obediente y cariñoso.

Veo la escena y saco mi cámara. El resultado es esta foto que, cada vez que la miro, veo fugazmente una décima de segundo de mi vida en la que hay compañeros de viaje y de vida que hacen que yo sea como soy.

Quiero que esta foto sea un homenaje y una muestra de mi respeto hacia ellos y el cariño intenso que les profeso.

A veces, una vida se resume en un simple click que retrata un instante. Suele suceder que aquí, en El Club de las Pequeñas Cosas, hay veces que solo se mide el tiempo que desaparece y que nunca se sabe cuando volverá, a dónde nos llevará.

A veces un click es una décima de segundo que es un guiño.

Una décima de segundo es un momento en una agenda, es también una décima de segundo más vuela… Queva saltando de hoja en hoja. Son mil millones de instantes de que hablar. Es una ráfaga de aire frio. Es un molino de viento hace girar sigue…Que va rodando sobre su eje, descubriendo una trayectoria más.

Es que no hay nada mejor que imaginar
La física es un placer
Es que no hay neda mejor que
formular, escuchar y oír a la vez
Miré el ángulo formado por ti y por mi
es la solución a aIgo muy común aquí
Ahora tú no dejes de hablar
somos coordenadas de un par
incógnitas que aún faltan por despejar

Busca un libro que dice como. Luego otro que se titula si. Sigue. Un tercero llamado nada. Es la fórmula de circulos sin fin.

Es que no hay nada mejor que revolver el tiempo con el café. Es que no hay nada mejor que componer sin guitarra ni papel. Líneas paralelas vienen siguiéndome espacio y tiempo juegan al ajedrez
Ahora tú… no dejes de hablar

Planeta Madina

Planeta Madina OKOKOK

 

Nunca entendí la fijación de Frank Sinatra por fotografiarse, cantar y bailar en todos los saraos de aquella Casa Blanca dirigida por Ronald Reagan ideologizada hasta el extremo de la paranoia.

Quiero pensar que Sinatra, uno de mis héroes, el rey de los piratas, quería terminar de limpiar su imagen por si le acuciaba algún problemilla de los viejos y buenos tiempos de Las Vegas. Y el bueno de Ronald sabía pagar favores.

Más comprensible me parece que Bruce Springsteen se lo pase en grande con Bill Clinton antes y con Barack Obama ahora a guitarrazo limpio. Siempre recordaré el recado que le mandó a Reagan cuando el entonces presidente de EE UU comentó que «Born in the USA era una gran canción patriótica». «Ni siquiera la ha escuchado», declaró el Boss entonces.

Mientras en Estados Unidos deambulan entre Sinatra y Springsteen, en España lo de la música y la política siempre ha dejado bastante, bastante, bastante que desear.

Dicen que a Franco solo le gustaba Lola Flores y la Modernidad no llegó hasta que el dictador se murió y con el Mundial del Naranjito, España 1982, los Stones tocaron en el Calderón. Fue la mejor apertura de concierto en toda la historia de la banda cuando, tras un calor de julio sofocante, empezaron con Under my thumb en medio de una tormenta con rayos. Apoteósico.

Previamente, la entonces ministra de Cultura, Soledad Becerril, recibió la mayor pitada de la historia en el Calderón cuando llegó al concierto y apareció en el palco. Por lo menos, la UCD se había traído a los Stones. Algo empezaba a cambiar en este país y la Movida brotaba por Malasaña.

Por cierto. No pienso hablar de los cantautores.

Con el PSOE de Felipe estalló la Movida madrileña. Aunque sería mejor recordar al alcalde Tierno Galván, impulsor del movimiento.

Igual es que me fui haciendo mayor, pero de la etapa de Aznar, de Rodríguez Zapatero y la actual de Mariano Rajoy solo soy capaz de recordar la boda de la Infanta Cristina y Urdangarín, donde fue el grupo Siempre Así quien amenizó la fiesta (Ver link en Wikipedia).

Con estos detalles luego no sé cómo nos extrañamos de que pase lo que pase. Me entran también los mil gaiteros de Fraga y alguna sardana entreverada por la parte catalana.

Hasta que, como esto de la Transición ya se estaba haciendo muy laaaaaargo, a partir del 25 de mayo de este año, con los resultados electorales de las elecciones europeas en la mano, todo el castillo de naipes se deshizo como un episodio cualquiera de House of Cards.

En menos de un mes la Transición yacía en coma con respiración asistida y se iba el líder de los sociatas vascos, de los sociatas catalanes, Rubalcaba también se piraba y, para rematar la faena, el Rey Juan Carlos cogía las de Villadiego.

Del PP no hablo que su tesorero está en la trena y Matas va a entrar en unas 48 horas en el talego, y no es plan.

El eco que se quedó grabado de todos estos días es que «se daba paso a una nueva generación«, lo que conlleva también nuevos procesos, nuevas estrategias, nuevos sistemas. Y en ese hueco, un diputado socialista vasco, Eduardo Madina, se postulaba para las primarias a secretario general del PSOE y obligaba a todo un partido a que cambiara la forma de elegirlo por primera vez en su historia.

Eran realmente nuevos tiempos ya que en vez de ser elegido el secretario general por unos delegados lo elegirían directamente todos los militantes socialistas. Más democracia y oxígeno frente al empuje de Podemos, que vienen dando en las espinillas y directamente en los huevos.

El tipo que ha conseguido esta evolución en el PSOE que va a llevar a que también el candidato a presidente del Gobierno del partido sea elegido de esta forma directa, en noviembre, dicen, estaba sentado delante de mí en una terraza de Granada.

Es ese pellizco que sientes de estar ante un trozo de historia. A su lado, para coronar el cuadro, estaba Erick, el batería de Los Planetas.

De la entrevista me quedo con una frase de Eduardo Madina: «Yo soy el que conseguí que tú pudieras votar», en referencia al ciclón democrático que ha supuesto para el PSOE que los militantes puedan elegir al secretario general.

Del encuentro me quedo con la conversación que fui testigo, entre Erick de Los Planetas y Eduardo Madina. Nada especial que contar, viejos conocidos, donde el protagonismo tornaba de uno a otro, la estrella emergente de la política pero también el fan total de la banda de Granada. Erick no hacía sino cumplimentar al fan, never al político.

Le pregunté a Eduardo Madina qué haría si tuviera que elegir una noche entre visitar la Alhambra o un concierto de Los Planetas
-«Los Planetas», respondió. «Es que es el grupo de mi vida», explicó.

Y, de repente, la metáfora se cerró. El candidato a mandamás del PSOE es fan de Los Planetas. Ni de la Movida, ni de Mozart, ni de Siempre Así, ni de Springsteen, ni de Sinatra. De Los Planetas, un grupo de Granada, del cambio de siglo, de un Nowhere sin Transición, sin disimular, sin impostar, disfrutando. Los Planetas, que hasta el Banin fue de DJ a la boda de Eduardo Madina en Sevilla.

No son nuevas formas. Son nuevos tiempos. Pero son los tiempos que tocan. Son procesos irreversibles. Arrollan al que se pone por delante y lo deja en un pequeño rincón de la historia. Así es el Planeta Madina.

Va a ser un buen año
Fue un buen día

PlanetaMadina

Madina & Erik

Madina

CRÉDITOS
-Las fotografías son de Moeh Atitar, de @equipomadina
G
racias, amigo Moeh.

Google Maps incluye la Plaza de Joe Strummer en Granada

DOCU_IDEAL

Google Maps incluye ya la Plaza de Joe Strummer en Granada. Es una buena noticia porque avanza más y mejores informaciones al respecto. El Ayuntamiento de Granada anunciará hoy lunes al mediodía de forma oficial la inauguración de la Plaza de Joe Strummer. Ya avanzó que sería después de la Semana Santa y antes de la Feria del Corpus, así que está cumpliendo a rajatabla.

Fuentes municipales han desvelado asimismo que piensan tirar la casa por la ventana. Se ha invitado a familiares de Joe Strummer y a músicos que le conocieron. De hecho, se habla incluso de ofrecer un pequeño concierto en la propia Plaza de Joe Strummer el día de su inauguración oficial.

El Ayuntamiento de Granada está completamente volcado, ya que ha logrado que el nombre de la ciudad de Granada dé la vuelta al mundo en una campaña turística y promoción increíble y gratuita para las arcas municipales, aseguran. de hecho, se ha contemplado la idea de invitar a prensa extranjera para darle toda la difusión a este acto.

La Plaza de Joe Strummer es una iniciativa que surgió en Facebook y que fue apoyada por el diario Ideal de Granada. El concejal socialista Chema Rueda propuso a la Comisión de Honores y Distinciones y fue aceptada y aprobada posteriormente en el pleno municipal por unanimidad.

La historia de la Plaza de Joe Strummer en Granada, te la contamos en este mapa que hemos creado en Google Maps, aprovechando que ha includo la plaza en sus sistema.


Ver La historia de la Plaza de Joe Strummer en Granada en un mapa más grande

Reportajes de Carlos Morán y Chapu Apaolaza

Textos de dos reportajes magistrales.
Uno de Carlos Morán titulado ‘El Testamento de Lilly’ y otro de Chapu Apaolaza: ‘Mujeres en las astas’
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Reportajes en Ideal de Granada

‘El Testamento de Lilly’
Dona sus órganos la joven de Guatemala que fue operada en Málaga de un tumor cerebral después de haber sido expulsada de España porque llegó sin dinero

CARLOS MORÁN / GRANADA

Lilly Cuá –San Juan La Laguna (Guatemala) 1989-Málaga 2012– quería ser médico. No consiguió el diploma, pero murió curando. Su enfermedad, un tumor cerebral que empezó a manifestarse cuando apenas tenía doce años y la asedió hasta su fallecimiento con solo 23, no le permitió luchar por lograr el título de galeno con la perseverancia necesaria. Tenía otra batalla que librar. Le iba la existencia en ello. Para alguien como Lilly, las operaciones a vida o muerte se habían convertido casi en una rutina. Siempre estuvo en el guión la posibilidad de que alguna vez podía quedarse en el quirófano.

Ella lo sabía. Y María, su madre y compañera infatigable, también. El 18 de junio, en el Hospital Carlos Haya de Málaga, se puso en manos de los neurocirujanos por quinta vez en menos de una década. El Cordoma de Civus, la neoplasia que se reproducía con desmoralizadora insistencia en el interior de su cráneo, quedó reducido a su mínima expresión. Parecía que la fortuna había vuelto a aliarse con Lilly. Incluso llegó a abandonar la UCI y a tomar un caldo y un yogur. Fue un espejismo.

La suerte le dio la espalda. Sufrió varias complicaciones y el pasado domingo, día 1 de julio, justo cuando la selección de Vicente del Bosque levantaba en Kiev su tercera Eurocopa y España estallaba de alegría, Lilly expiró en el Carlos Haya de Málaga. Pero antes, sumergida ya en un coma irreversible, cumplió su sueño de sanar a otros. María aceptó donar el hígado y los riñones de su hija.

Poco después, un helicóptero sanitario sobrevolaba la fiesta por la hazaña futbolística con una medicina llamada Lilly.

Un corazón que late

En Guatemala, su país natal, los trasplantes son prácticamente ciencia ficción. «Ahora se están empezado a hacer los primeros de riñón», relata la pediatra Mercedes Alonso, coordinadora de la ONG granadina Senderos de Maíz, que trabaja desde hace años en el país centroamericano y que fue la que propició que Lilly pudiera ser tratada en hospitales de Andalucía.

Era la primera vez que María escuchaba hablar de ese tipo de intervenciones y tenía que tomar una decisión. No era fácil. Dudaba. Y el reloj corría. «Pero doctora –le dijo a Mercedes Alonso– no ve que todavía su corazón late caliente». Era verdad. Las máquinas mantenían vivo el cuerpo de Lilly –en su cerebro no había ninguna activad desde hacía horas– para preservar el hígado y los riñones de la joven por si, finalmente, su madre autorizaba la extracción.

Si hubiera dicho que no, nadie le hubiera reprochado nada. Se le pedía que comprendiera algo que, hasta ese momento para ella, era una quimera y un tabú. Mercedes Alonso le habló entonces de Anita y de Keyla, dos niñas a las que María conocía porque vivían cerca de su aldea, que se llama Palestina y está cerca del inmenso lago Atitlán. Ambas, gracias a Senderos de Maíz, fueron trasplantadas en España –el caso de Keyla fue especialmente llamativo, porque, siendo apenas un bebé, recibió cuatro hígados, una auténtica proeza médica– y ahora están perfectamente. «María lo entendió al instante y dio su aprobación», recuerda la pediatra granadina.

En menos de una hora, una modesta campesina guatemalteca –que, además de la fallecida, tiene otros once hijos, varios de los cuales ya se han independizado– dio su consentimiento para que Lilly salvara tres vidas. Ni más ni menos. «Luego nos despedimos de ella. Le di un beso y le dije: ‘Buen viaje, Lilly’. Es que la he visto tantas veces entrar y salir de quirófanos, entrar y salir de aeropuertos… que sentí que estábamos de nuevo en esa situación. En realidad, era un poco así. La muerte es un viaje, un misterio…», reflexiona Mercedes Alonso.

«Pasaron miedo»

Contrasta la velocidad a la que se mueve la solidaridad con la lentitud de la burocracia, esa maquinaria tan proclive al fárrago que casi impidió que Lilly tuviese la que, a la postre, fue su última oportunidad en España. El 20 de abril, María y y Lilly, aterrizaban en Barajas tras atravesar el Atlántico. Tenían una nueva cita con los cirujanos del Hospital Carlos Haya de Málaga –anteriormente ya había sido intervenida en esa ciudad y también en Granada–. El tumor cerebral había vuelto a crecer hasta alcanzar unas dimensiones que amenazaban de nuevo la vida de Lilly. Pero la paciente y su madre no lograron cruzar la frontera. Las autoridades españolas las mandaron de vuelta a Guatemala. La razón: no tenían el dinero –la familia vive con unos 120 euros mensuales y ese no es un mal sueldo en Guatemala– que el protocolo de extranjería exige.

Sobran las palabras. 24 horas más tarde, llegaban a Guatemala. Tendrían que esperar un mes para intentarlo otra vez. «No creo que ese contratiempo fuera significativo en el agravamiento de su enfermedad. El tumor pudo aumentar mínimamente. Pero pienso que a Lilly sí le afectó psicológicamente lo que les sucedió en Barajas. Pasaron miedo».

«¡Tengo que operarme!»

Cuando volvieron, esta vez sí, con efectivo, también fueron ‘escrutadas’ con lupa en el aeropuerto de Barajas. De hecho, Lilly, que era el sosiego personificado, llegó a enfadarse con los agentes de aduanas. «¡Oiga, he traído un montón de papeles y tengo que operarme cuanto antes de la cabeza! Tienen que dejarnos volar a Granada», dijo la joven. Eso ocurrió el día 23 de mayo y, afortunadamente, las barreras se abrieron para que Lilly pudiera seguir luchando por su vida. Y lo hizo, pero, en esta ocasión, el guión se abrió por la última página: esa en la que pone ‘Fin’.

Hay una entrañable película de Frank Capra, ‘¡Qué bello es vivir!’, en la que el personaje que encarna James Stewart, un buenazo que se deja la piel para ayudar a todos sus vecinos, tiene la oportunidad de ver qué habría pasado en su pueblo, en su comunidad, si él nunca hubiese existido. Y lo que observó era malo. El mundo era mejor con él dentro.

¿Qué habría ocurrido si Lilly no hubiese regresado a España tras ser deportada 24 horas después de llegar a Madrid aquel ingrato 20 de abril? Que ella hubiese fallecido igualmente, pero tres personas muy enfermas no hubieran estrenado una vida nueva.

Ese es el testamento de Lilly Cuá.

Para colaborar: Mail: senderosdemaiz@yahoo.es Dirección: C/Andrea Navagiero 1, 3 A, 18006 Granada. www.senderosdemaiz.org

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Reportajes en Ideal de Granada

‘Mujeres en las astas’
Son una minoría, pero ellas también se la juegan en los encierros

CHAPU APAOLAZA / MADRID

De camino al trabajo, se echó a llorar. Después, al llegar a su mesa en el hospital, no dijo nada de lo que había hecho. Se calló la noche en vela que pasó dando vueltas en la cama, ni dijo cómo se le había cortado la respiración en la calle, ni cómo quiso salir corriendo al escuchar el cohete y alguien le susurró «Quieta, respira, todo va a ir bien», ni cómo suenan las pezuñas de los toros sobre la Estafeta como un tranvía recién descarrilado, ni que resoplan al pasar como bestias venidas del infierno, ni lo ricos que saben los abrazos de después y la vida reestrenada. Estefanía Laita echó todo eso a llorar y supo en ese momento que «San Fermín estaba ahí, presente» con su capote, pero después no dijo ni Pamplona. Hasta después de las fiestas, su marido no supo que ella, una administrativa de 34 años de la capital navarra, había sido una de las muy contadas mujeres que han corrido el encierro. Estefanía es parte de un colectivo que sigue siendo minoría a pesar de que las barreras legislativas cayeron hace 38 años. Hoy es el chupinazo y éstas son algunas de sus historias.

En enero del año pasado, Carmelo Butini, librero pamplonés y una de las primeras espaldas que se encuentran los toros en la Cuesta de Santo Domingo, le dijo que alguien no podía sentir así a San Fermín por los adentros y no haber corrido, fuera hombre o mujer. A Estefanía le picó el bicho y el eco le fue retumbando hasta las cinco y media de la mañana del 11 de julio de 2001, cuando se puso en pie y se vistió pese al SMS de Carmelo: «No vengas, hay mucha gente». Fue y se quedó en la calle, tragándose los minutos como cristales rotos, escuchando los consejos y mirando el vallado de la Estafeta al que tenía que llegar sí o sí, aprendiendo a no salir espantada. Cuando le dijeron «Ya, ¡corre!», se extrañó de las zancadas larguísimas. Con el corazón saliéndosele por la boca, no sintió ni el cuerpo a cuerpo de la carrera, cuando el río urge y estrecha sus ondas de tumulto, que escribió Gerardo Diego. Lo hizo. Ni mejor, ni peor que cualquier hombre en su primer encierro, pero se calló. «No lo sabe ni mi madre y no lo quise decir a la gente porque me iban a echar la bronca», explica.

¿Por loca? ¿Por inconsciente? Estefanía no estaba haciendo nada malo. En 1974, el bando municipal que regula el encierro de Pamplona dejó de prohibir la carrera «a niños y mujeres». El único requisito para entrar en los 865 metros de calle que van desde los corrales hasta el callejón es ser mayor de edad (esto no siempre se cumple) y estar en condiciones de correr (esto tampoco se cumple siempre). La norma tardó en aplicarse. El corredor, ex comentarista de Televisión Española y experto en el encierro Javier Solano recuerda cómo pese a estar permitido, la Policía sacaba a las corredoras del recorrido.

Un secreto

Una de aquellas era Belén (prefiere no dar su apellido), comerciante de Pamplona. En 1979 y con los sanfermines galopándole por las venas de sus 18 años como una manada de ‘Cebadas’, se adentró en el túnel del miedo de la calle Estafeta. No duró. «Me insultaron y me sacaron de allí», recuerda. «Creo que lo hacían por protegerme, por una especie de machismo paternalista». Al segundo día, se caló un gorro sanferminero, escondió dentro la melena, eligió ropa holgada y se la manchó a propósito. «Qué, chaval ¿es tu primer encierro?», le preguntaban los mismos que la habían echado, y le ayudaban a aguantar el vacío helador de las ocho menos cinco. Ella hablaba lo mínimo. Corrió muchas más veces, pero tampoco dijo nada, ni a su marido, ni a su madre, ni a sus hermanos. «Me valía con demostrármelo a mí misma». Con el tiempo, vinieron dos hijos que no saben nada, y las amigas de Belén, que nunca conocieron su cósmico secreto, se extrañaban de que su marido siguiera en las astas. «Me decían que no sabían cómo podía dejarle seguir corriendo. ¡Mientras tanto pensaba que lo que me fastidiaba de verdad era no poder correr yo!».

En los 80 cayeron muchas barreras. Entre los muros de caliza de la Cuesta de Santo Domingo ya se movían con zancada prometedora Eva y Edurne, hijas de Fermín Etxeberría, ‘Etxebe’, una familia que vivió el toro como pocas y que terminó como no debía. En 1990, ellas morían en un accidente y a ‘Etxebe’, decano de la Cuesta y una leyenda sobre los adoquines, le partió la cabeza un toro en 2003. Nunca despertó.

A Asun Apesteguía (Pamplona, 1951), ex concejala socialista del Ayuntamiento de Pamplona le hirvió la sangre en un debate municipal acerca del papel de la mujer en la carrera. Había caído la prohibición, pero no la costumbre. Año 87. Para entonces, Asun llevaba marcado en el ADN el trozo de calle que iba desde el final de Santo Domingo hasta Estafeta, así que se plantó allí «con las manos tan frías… Con todo el cuerpo frío» y esperó en esa soledad en compañía de cientos el momento de la verdad. Hasta hace cinco años volvió a repetir ese rito y esa manera de tirarse a ciegas al contraluz de Mercaderes, de cara al sol de la mañana. «Te lo cuento y todavía se me ponen los pelos de punta». Apesteguía asegura que nadie la miró mal. «Al contrario. Me ayudaron y me respetaron. Al fin y al cabo ¿Por qué no va a correr una mujer? ¿Por el físico? Yo me veía mejor físicamente que muchos hombres», explica. Todavía nada dos kilómetros a diario.

«A finales de los ochenta llegaron las extranjeras y las primeras corneadas», recuerda Javier Solano. Una de las primeras en caer fue Anne Karlin, noruega de 24 años. que pensó que los toros habían pasado, saltó al recorrido en la zona de Telefónica y un toro de Salvador Guardiola la corneó mientras que a pocos metros, otro se colgaba de un pitón a Torly Urban, un sueco atravesado por el muslo.

Padre e hija

Casi 20 años después, Isabel Solè (La Gornal, Barcelona) sabe lo que hace. Tiene voz de niña y 31 años. Es ingeniera y profesora en la Universidad de Barcelona y no tuvo dudas en correr la cuesta de Santo Domingo el pasado año. «Estaba muy asustada y corrí muy poco». Esa apuesta crecía dentro de ella desde que con diez años veía a su padre, Joan, meterse en la Estafeta. Cuando se enteró de lo que quería hacer su hija, dijo que no. Y ella –1,70 de altura, 50 kilos de peso– que sí. Dos años pasó por el callejón con su hermana y al tercero fue de cabeza a la íntima y fría soledad del inicio del recorrido, donde los toros pueden abrir manada a la velocidad de una moto de pizzero pilotada por un lunático. Allí aguardó sobre la acera izquierda entre esas dos paredes bajo un cielo surcado por pájaros ajenos al miedo y le rezó al Santo: «A San Fermín pedimos…».

Los demás la miraron sin decirle nada. Curiosos. A esas alturas, el corazón no está para luchas de géneros. «Vi esas caras tan blancas de esos tíos tan grandes antes de que sonara el cohete y me dije: ‘Joder’». Todo fue muy rápido. Dos latidos después del paso de la manada, entre alivio y sofoco, buscó con la mirada las anchísimas espaldas de su padre. Lo vio y le abrazó. «Creo que él estaba más asustado que yo. ¿Sabes?, nadie me hizo sentirme como una chica». Estos sanfermines volverá el domingo a la calle. Con los Miuras.