Libre y Libertario.
Primero fue hijo y lloró sobre el cadáver de su padre abatido en la Guerra Civil. Luego fue el padre de Emilio y siguió llorando sobre su cadáver para terminar siendo el abuelo de Giselle, a quien le dedico estas líneas, desde el corazón, desde su lucha que la vida es lucha.

Hay más lágrimas en la vida de José Luis García Rúa. Las que lloró cuando su mujer se fue de la mano de la enfermedad. Y hay más. Muchas más. Pero todas esas lágrimas nunca fueron vacías, porque desde cuando era aquél niño que lloró sobre el cadáver de su padre, emprendió su carrera magistral, en la que compartió con quien quiso escucharle una lección de vida. La que vale ahora para recordarle. Para presentar un respeto inmenso ante un hombre culto, bueno, digno. Todos esos valores que parecen desaparecer un poco más ahora que él no está con sus largos gabanes y sus largas barbas blancas de papanoel con una mirada fija en el compromiso.

Repasado lo que han escrito de él encuentras momentos sobrecogedores: «Delante de su padre muerto se echó a llorar. Un viejo confederal que velaba el cuerpo de su compañero caído lo abrazó y le dijo: «No llores y cuando seas mayor tendrás ocasión de vengar a tu padre». Y Rúa se vengó, pero no con la violencia, sino con su vida de trabajo y compromiso» (Leer el artículo completo aquí).

Sobre la educación: «“Enseñábamos de todo, siempre con vistas a la vida cotidiana. Mediante el diálogo, no había distancia entre el alumno y el profesor, la enseñanza estaba encaminada a a producir otra mentalidad. Era hacer una casi antipedagogía. Dar a conocer textos científicos, literarios o políticos desde la crítica y desde la propuesta de la opción contraria” (Leer aquí el artículo completo).

JOSE LUIS GARCIA RUA.-6/9/06 FOTO: GONZALEZ MOLERO

Otra frase más, como la que me dijo en su día mi abuelo Antonio, maestro, republicano, perseguido y bueno: «Voy a estudiar y no me va a explotar ningún hijo de puta más». (Lee aquí otro artículo bien escrito sobre él).

Si hay un homenaje en una sola frase, la escribe Antonio Cambril. Sobresaliente son las palabras de, probablemente, el tipo que más me ha enseñado a escribir, y también, el que me explicó a Lorca, que se dice pronto: «El viernes murió José Luis García Rúa, uno de los seres más vivos que he conocido«.

Es difícil aportar algo más o mejor escrito, pero guardo una experiencia con él que puede interesar. Y fue hace ya tantos años, en el VIII Congreso Confederal de la CNT, en Granada, en el Palacio de Congresos. Hasta cierto punto, algo exótico.

Los domingos publicábamos en IDEAL una Revista con reportajes largos, era una delicia poder publicar en esta sección. La idea era contar cómo era ser libertario mediados los años noventa, cuando el bipartidismo estaba completamente asentado en el país. Era 1995.

Entré en la sala y estaba francamente abarrotada de personal. Recuerdo perfectamente que la mesa presidencial iba a empezar las sesiones. De repente, de entre las butacas de la sala, se puso en pie una figura magnética que, puño en alto, se puso a cantar a voz en grito el himno de la CNT.

Era José Luis García Rúa, y con su voz, se puso en pie el auditorio. Fue un chispazo eléctrico que lejos del protagonismo era un llamamiento a recordar a lo que se venía. ¿Y a qué se venía? Me lo contó. Y con esa lección magistral que tuve el honor de recibir cara a cara, me lancé a entrevistar a siete libertarios y a trazar su perfil. Sin él, no hubiera podido escribir este reportaje. Y con el paso del tiempo, 22 años han caído desde entonces, sigue siendo una de mis historias favoritas. Cómo siete personas imaginan el futuro lejos de la utopía.

Termino con una frase que me ha marcado desde entonces y que forma parte de los mantras que guían mi vida. Se la escuché a él por primera vez y me impresionó. Me sigue sobrecogiendo, y es vital por todo lo que conlleva implícito, en dosis perfecta de lucha y compromiso, pero también de humildad y sacrificio: «Seremos lo que decidamos».

Libre y Libertario. Los hay con suerte.

Gracias por tanto.