Reivindicación, pero poca

Hemos celebrado este jueves el día de Andalucía. Y como estamos acostumbrados a acontecimientos singulares e interplanetarios, es posible que alguien diga que este 28F pasará a la historia por ser el primero que ha tenido un carácter reivindicativo. Me refiero a las manifestaciones que ese mismo día recorrieron las capitales andaluzas convocadas por una plataforma auspiciada por los sindicatos de clase y partidos de izquierdas, así como asociaciones progresistas. Las movilizaciones tenían como objetivo expresar el descontento contra las políticas económicas, laborales y sociales del Gobierno central.

Nunca antes desde la Junta de Andalucía se habían favorecido las manifestaciones en este día festivo, considerado fundamentalmente institucional. Pero ahora, con un socio de gobierno como es Izquierda Unida, los socialistas han pagado un cierto peaje.
Si el referéndum del 28F de 1980 fue la meta en la que se alcanzó la autonomía y el autogobierno, fue gracias a que previamente se reivindicó ese derecho. De no haberse conseguido se dejaba a Andalucía en desventaja y desigualdad frente a otras comunidades, las denominadas históricas. Los políticos de entonces supieron enarbolar una bandera, transmitir ilusiones y conectar con la ciudadanía. Fue todo un triunfo.
Ahora, sin embargo, la clase política va un tanto a remolque. El poder y el aparato autonómico, que empezó a crecer hace más de tres décadas hasta llegar a límites insospechados, no ha sabido, no ha querido o no ha podido, a lo largo de tantos años, desarrollar y profundizar un sentimiento andaluz y una identidad propia, que sin llegar a ridículos posicionamientos nacionalistas, hiciera que la ciudadanía se sintiera mucho más orgullosa de su pertenencia a esta comunidad autónoma.
En parte de Andalucía y su ciudadanía se ha conseguido un efecto contrario o, al menos, una cierta pasividad ante todo lo que supone autonomía. El centralismo sevillano no ha hecho olvidar al madrileño, sobre todo cuando hay casos en los que conviven los dos.
El presidente de la Junta, José Antonio Griñán, habló este 28F de que «no se trata de convertir el pasado en un error sino de saber cómo hemos de consolidar en el futuro los muchos avances que hemos realizado. Que estos sean incompletos no debería obsesionarnos». Totalmente de acuerdo, incluso con lo que dijo a continuación: «Lo que debería alentarnos es que se pudiera imponer la creencia o la convicción de que el futuro es incompatible con la igualdad de oportunidades o con la solidaridad».
Efectivamente, ese es el riesgo, que la desigualdad afecte a la ciudadanía en una autonomía frente a otra o dentro de cualquiera de ellas. Quizá contra ello merezca salir a la calle y reivindicar. Por las medidas recortadoras de un gobierno central que han afectado a todas las comunidades, sin menoscabo de Andalucía, que además no ha logrado cumplir los objetivos de déficit, no parece que fuera algo muy atinado, sobre todo después de ver el escaso seguimiento de las manifestaciones. ¿No les parece?