Debate que algo queda

Se veía venir. Después de la falta de acuerdo entre los partidos políticos sobre los recortes en la campaña de las elecciones de junio, ahora debaten sobre los debates entre sus máximos dirigentes. Alguno habrá porque es impensable que sean capaces de hurtar a la opinión pública lo que es un derecho para la ciudadanía. El tema estará en cuántos y de qué manera. Cada cual defiende su postura, algunos no quieren exponerse a situaciones de riesgo. El mismo Rajoy ha afirmado que suponen una gran responsabilidad y hay que preparárselos mucho. «No es algo cómodo y no me genera gran entusiasmo», pero admitió que en democracia es bueno. El líder del PP considera que los debates forman parte del espectáculo de la nueva política. Y eso también es verdad. Nos estamos acostumbrando más a las formas que al fondo. Ahí Rajoy cuenta con la desventaja de que su imagen ante las cámaras no es la mejor. Las poses y la juventud de sus adversarios le superan, pero gobernar no es un ejercicio estético ni de postureo, como se dice ahora. Ejercer el poder es a veces ingrato e impopular.


Los compromisos con Europa se han puesto en solfa especialmente desde la crisis y ahora por la reciente carta remitida por el presidente del gobierno en funciones al presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker. España debe cumplir con sus acuerdos porque está en juego su credibilidad y solvencia. Si hace años recibimos importantes ayudas de los entonces países comunitarios, lo que contribuyó de manera rotunda a nuestro desarrollo, especialmente en materia de infraestructuras, es el momento de cumplir lo acordado sobre reformas económicas y control del déficit público. La receta no es imposible, gastar lo que se ingrese y pagar los excesos, aunque sea a largo plazo y de la manera menos onerosa posible. Fácil es decir ahora que es mejor salirnos de Europa. Una barbaridad.
Posiciones como la griega sabemos que no funciona y en Francia vemos que se están realizando fuertes y contestados ajustes por no haberlos realizado antes. Europa representa un espíritu hacia la solidaridad e igualdad de todos sus ciudadanos, aunque su falta de sensibilidad ante el drama de los refugiados evidencia que no pasa por sus mejores momentos, con la falta de liderazgos con suficiente peso frente a populismos de extrema derecha o izquierda. Lo que tampoco refleja la mejor imagen para una ciudad tan relevante como es Barcelona –y por extensión a toda España– es que se permitan episodios de violencia protagonizados por okupas a quienes les pagaban el alquiler. Alentar a los antisistema es minar la democracia, porque el partido se juega dentro. ¿No les parece?