Cambiar para que todo no siga igual

Mariano Rajoy señaló este jueves tras su entrevista con el Rey que había aceptado su propuesta de intentar formar gobierno, mientras el decreto firmado por Felipe VI y ratificado por la presidenta del Congreso le señala como candidato a la Presidencia del Gobierno. Y éste, a tenor del artículo 99 de la Constitución, «expondrá ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretende formar y solicitará la confianza de la Cámara». Eso es la investidura. Y para ello se celebra un debate. Evidentemente se trata de lograr la gobernabilidad de este país y evitar unas terceras elecciones, algo en lo que todos los líderes están de acuerdo, aunque con el comportamiento demostrado dudo mucho de su actitud y voluntad.


Rajoy quiere gobernar aunque sea en minoría, pero no se ha comprometido a acudir a la investidura mientras no tenga apoyos y votos suficientes. No ha declinado la propuesta, como hizo en enero pasado, por temer que Pedro Sánchez sí la asumiera. El líder socialista ha trabajado en esa hipótesis, con la idea de que con Podemos y nacionalistas tendría el margen necesario, algo sumamente descabellado.
El líder del PP está en una mejor posición y legitimado para gobernar de la mejor manera que sea capaz de conseguirlo. Desde luego, España no puede permanecer en la provisionalidad por más tiempo, sin elaborar los Presupuestos Generales, con el compromiso de presentarlos ante la Comisión Europea el 15 de octubre, entre otras cuestiones, a las que habría que sumar la contundente respuesta ante el muy grave desafío del Parlamento de Cataluña y también –hay que ser conscientes– por las amenazas del terrorismo yihadista que puede golpearnos en cualquier momento.
Rajoy lo que no quiere es pasar por el trago de ir a un debate para nada, algo que debería tener ya asumido en una primera sesión, pero se teme –posiblemente con razón– que tras la segunda sesión ocurriera lo mismo por un empecinamiento de los socialistas de Sánchez. La experiencia no debe ser agradable y si no que se lo pregunte a la presidenta de Andalucía, Susana Díaz, quien tuvo que esperar a la cuarta votación para lograr la investidura por el voto en contra del PP, curiosamente.
Debe ser, de una vez por todas, el momento de cambiar de posturas en función de las negociaciones, exigencias y cesiones para que todo no siga igual. No estaría mal que Rajoy empezara comprometiéndose a presentarse y que desde el PSOE se abandonara el «no» y Ciudadanos dejara de un lado los vetos. Llegar a unas terceras elecciones es una burla para los españoles y airear una imagen de país bananero hacia el exterior. ¿No les parece?