El futuro de la economía ¿está en el “Crowd”?

He de confesar que no soy un filósofo experto y, si alguna vez me hubiera propuesto serlo, no hubiera sabido decidir por qué autor o escuela decantarme, pues tiendo a huir de los dogmas, las verdades absolutas, las ideologías excluyentes y los paradigmas sistémicos. Prefiero quedarme con todo aquello que aporta valor y ayuda a enriquecer el pensamiento, sin ataduras ni etiquetas que encajen a la persona en una identidad que, a fuerza de igualarse a sí misma, pierda su capacidad de crecimiento.

Pero sí soy un ávido lector de cualquier autor que haya alumbrado ideas o reflexiones a partir de las cuales se haya podido seguir construyendo la arquitectura de nuevos pensamientos.

Este es el caso de Kant y de su conocida metáfora sobre los árboles que crecen agrupados y los que lo hacen aislados. Los primeros, ávidos de luz, se yerguen sobre sus troncos erectos para intentar destacar sobre sus congéneres. Los segundos, tienden a encorvarse y retorcer sus ramas para protegerse de las inclemencias del tiempo. O dicho con sus propias palabras: “Entiendo en este caso por antagonismo la insociable sociabilidad de los hombres, es decir, su inclinación a formar sociedad que, sin embargo, va unida a una resistencia constante que amenaza perpetuamente con disolverla. […] El hombre tiene una inclinación a entrar en sociedad. […] Pero también tiene una gran tendencia a aislarse; porque tropieza en sí mismo con la cualidad insocial que le lleva a querer disponer de todo según le place, y espera naturalmente encontrar resistencia por todas partes, por lo mismo que sabe hallarse propenso a ejercerla hacia los demás”.

No sé si Kant, de pertenecer a la actual generación de los “millenials”, hubiera llegado a la misma conclusión formulada en su antagónica expresión “insociable sociabilidad de los hombres”; pero de haberlo hecho, casi con toda seguridad su silogismo hubiera significado también el origen de una mayor creatividad y de modelos colaborativos para alcanzar sistemas cuyas estructuras y ordenamiento generasen una participación más equitativa de los recursos y de los beneficios.

El oxímoron que nos plantea Kant responde a la propia naturaleza del hombre. Tiende a ser gregario, viviendo en sociedad obtiene la protección del grupo y satisface su necesidad de reconocimiento por parte de sus iguales y, al mismo tiempo, busca su propio provecho individual como respuesta al ancestral sentido de supervivencia. Y es esa naturaleza la que le lleva del egocentrismo al altruismo, de crear modelos para logar el poder omnímodo a generar sistemas cooperativos en los que se anteponga el bien común.

En la actualidad estamos asistiendo a la lucha entre dos fuerzas antagónicas; la de los gobiernos y empresas que defienden la estructuración vertical de los poderes (desde arriba hacia abajo) y la de los ciudadanos que prefieren procesos de relación horizontales, sin más límite que los impuestos por la imaginación y la voluntad de compartir intereses y objetivos.

Gracias a las nuevas tecnologías y a la oportunidad de establecer redes colaborativas globales, los “dos árboles de Kant” cuentan con un tercer protagonista: las epifitas, esos arbustos que crecen sobre otras plantas para alcanzar solidariamente la luz, sin parasitarlas,

Siguiendo estos modelos simbióticos, vemos aparecer en escena propuestas que requieren de la colaboración entre personas y empresas: coworking, cocreate, crowdsourcing, crowdfunding, crowdlending, fundraising, … Modelos P2P, P2B, B2P, B2B implican una relación directa, en unos casos con vocación propiamente voluntarista y en otros para obtener una rentabilidad sujeta a la consecución de objetivos.

Pero lo que es común en todos ellos es la confianza mutua que se establece, compartir la visión del proyecto y los riesgos consiguientes y, sobre todo, creer en las personas y en sus ideas. Y, además, tener la clara convicción de estar apostando en terrenos no regulados en los que las normas las establecen y respetan las dos partes implicadas, sin intermediarios oficiales ni procedimientos engorrosos y lentos.

Donar, prestar o invertir dinero o creatividad es algo que está al alcance de quien cree en el proyecto de otro. Y quien recibe el recurso se preocupará y ocupará en sacar adelante la empresa para su propio beneficio y el de los que han confiado en él.

De hecho, mientras que la morosidad en el sistema financiero convencional estrangula los balances de los bancos y la economía doméstica de los ciudadanos, en las empresas de crowdlending a penas alcanza el 1%. Y mientras muchas compañías invierten en mirarse el ombligo, otras generan una moneda alternativa, o revolucionan el mundo del retail y del comercio electrónico o de los medios de pago, o la forma de disfrutar del ocio.

A pesar de su pequeña escala, estos jugadores alternativos tienen el potencial de cambiar fundamentalmente la forma en que las pequeñas empresas acceden al capital, crean una mayor competencia, transparencia de precios y una mejor experiencia del cliente (K. Mills).

Sólo hay que elegir cómo se quiere crecer, estirando el cuello sin mirar al vecino, aislado y retorcido en medio del erial o compartiendo la energía disponible.

 

José Manuel Navarro Llena

@jmnllena

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