LA CIUDAD SIN ESFUERZO

«La Ciudad Comprometida»

En relación con el artículo publicado el pasado lunes en La Ciudad Comprometida, (“Urbanismo sin esfuerzo”) nos restaba alguna reflexión a las ideas planteadas por Chuck Wolfe en su libro “Urbanism Without Effort”. Por comentar algunas cuestiones al magnífico y profundo análisis que de las ciudades del mundo hace Wolfe a través de su obra, nada más sugerente que empezar por el título. Y es que una de las mejores maneras de hacer urbanismo es hacerlo sin esfuerzo, dejando que la deriva del lento latir de las ciudades vaya perfilándolas; el problema está en que a veces esas ciudades sufren de arritmias (por ejemplo a la llegada de una nueva infraestructura), cuando no de infartos que obligan a su planificación, y en algunos casos hasta a implantarles un marcapasos (recordemos el caso de Marbella). Por tanto, laissez faire, pero controlado.

En cuanto a los cinco principios que propone como motivo de debate, discusión y consideración,  el primero, el placemaking, es sin duda un estimulante horizonte hacia el que deberíamos dirigir algunas de nuestras ciudades, pues hay otras que no juegan este papel (por ejemplo las ciudades dormitorio, que a su vez es lo que permite que algunas ciudades sean precisamente vivideras). No obstante hay que advertir que Lisboa no es una ciudad compacta en la que los desplazamientos habituales son no motorizados, sino que una importante parte de éstos se efectúan a través de los ríos, caso de la estación fluvial de Cais do Sodré, que es la que permite expandir la ciudad por la otra margen del río y concentrar las actividades de la población en el centro de la capital a través de la PraÇa do Comércio. Por consiguiente no sólo hay que mirar si la ciudad se hace así misma desde sus posiciones centrales, sino que también hay que considerar las sinergias que este centro tiene con su periferia, la cual permite en muchos casos su cohabitación.

Terminal Fluvial Cais do Sodre. FUENTE: commons.wikimedia.org
Terminal Fluvial Cais do Sodre. FUENTE: commons.wikimedia.org

 El segundo postulado, que versa sobre la identidad, el carácter de los sitios, es algo que por muy manido nunca viene mal recordar. Que los sitios se presenten diferentes a sus semejantes es clave para ejercer de atractivo, por ejemplo ante el turismo, de ahí que los sellos de autor deban ponderarse en un grado siempre menor que el sello del colectivo. Y aunque es cierto que hay determinadas ciudades que se vienen a conocer por algún elemento constructivo singular (Guggenheim en Bilbao), éste no sería lo mismo sin su particular localización (ría del Nervión). Sólo advertir que para ello no hace falta que suceda un accidente, un desastre natural o una guerra, pues a veces basta con pequeñas intervenciones, casi de cirugía urbana, para que una ciudad parezca remodelada en el sentido que traza su devenir.

Museo Guggenheim-Bilbao.FUENTE: guggenheim-bilbao.es
Museo Guggenheim-Bilbao.FUENTE: guggenheim-bilbao.es

El tercer aspecto tratado, la reconversión urbanística de las ciudades integrando los elementos fisonómicos precedentes aunque estos no fueran los idóneos para los nuevos usos, es un hecho ante el que cada vez más hay que ir acostumbrándose. Muchos de estos espacios ocupan lugares privilegiados para los nuevos usos y en consecuencia deben ir trastornándose al son de las crecientes necesidades. Pero uniéndolo con el punto anterior, esto habrá de hacerse sin perder del todo la huella de lo que un día fue la ciudad, pues el ciudadano, así como su visitante, debe ser capaz de leer en todo momento la historia socioeconómica de la ciudad a través de sus elementos (por ejemplo, dejando algún elemento fabril, caso de una antigua chimenea, en mitad de un nuevo parque localizado sobre un antiguo polígono industrial).

Del cuarto punto, aprender de los simples casos de adaptación al medio, que decir. Hoy en día el ser humano es capaz de superar las más adversas condiciones ambientales, pero a largo plazo sus costes lo hacen tan inviable que es preferible seguir una estrategia de adaptación al más puro estilo ancestral. El reto es combinar aquellos modos de habitación con los requerimientos de confort actuales, para lo que ya existe la suficiente técnica aunque no el suficiente bolsillo, de ahí que la mira deba estar puesta en abaratar y perfeccionar dichas técnicas, lo que sólo se puede hacer desde tres frentes: la inversión, la regulación y la concienciación (un caso podría ser la revegetación de las edificaciones de Mónaco para crear una cierta mejora bioclimática en una de las ciudades más densificadas de Europa, lo que se ha logrado mediante la regulación normativa, la concienciación vecinal, aunque también, sea dicho de paso, por la solvencia económica de sus habitantes).

Finalmente, la búsqueda de iconos urbanos parece ser una constante, a camino entre el ego de gobernantes y/o constructores y la necesidad identitaria y orientativa de sus moradores. Y es que el tótemismo está fuertemente arraigado en el ser humano. Por tanto, hay que buscar esos puntos de referencia, crearlos cuando no existan, lo que no quiere decir que haya que hacerlos, que edificarlos, pues puede valer con darlos a conocer y concienciar a la población de su interés. Además habría que contar con el valor que adquiere la cuarta dimensión en la constitución de un icono, el paso del tiempo puede hacer que un elemento en su día abominado resulte comúnmente aceptado al cabo de los años (la Torre Eiffel es el caso paradigmático de lo que se dice). En cualquier caso, creo que antes de crear iconos siempre habría que realzar los existentes, y en caso de poder ser, erigirlos de entre los naturales del entorno (el Pao de AÇucar de Río do Janeiro sería un buen ejemplo a seguir).

Con estas palabras sólo espero haber contribuido a esa intención de crear debate que Wolfe pretende con su tesis. Ahora está en otros continuar con la labor de reflexión y contrastación abierta en este Urbanismo sin Esfuerzo.

Juan Garrido Clavero, Geógrafo de GRarquitectos