El espacio urbano de Granada, en ojos de una extranjera.

«La Ciudad Comprometida»

Desde hace un par de meses se unió al equipo de GRarquitectos Marcella Sobisch, una joven geógrafa alemana que ha decidido desarrollar sus prácticas profesionales con nosotros. Ahora, después de un tiempo en Granada, ha querido compartir con nosotros y con todos nuestros lectores algunas de sus impresiones sobre nuestra ciudad y su urbanismo, visto desde la perspectiva de una extranjera.

El valor del espacio urbano granadino visto por una extranjera

«Escribo este artículo como estudiante en prácticas, lo que me ofrece la oportunidad impagable de disfrutar de este lugar. Dejando el patrimonio cultural y el paisaje a un lado, en este artículo me voy a centrar en lo que normalmente ignoramos: los elementos cotidianos del espacio urbano que contribuyen a crear nuestra imagen personal de la ciudad.

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Sin duda, las ciudades y pueblos de Andalucía son conocidos en todo el mundo por su belleza y atractivo. Mucho antes de que empezara el turismo de masas en toda España, dicha belleza ya era recogida y valorada por los viajeros románticos del siglo XIX en sus obras. Pero no sólo la belleza del paisaje, sino también la del espacio urbano, como puede leerse, por ejemplo, de Antequera: “Todo en esta venerable ciudad tiene un marchamo decididamente español” (Washington Irving).

Estos viajeros han creado con sus escritos la imagen que tenemos nosotros, los extranjeros, de España. Nosotros queríamos visitarla para encontrarnos con una cultura, un patrimonio y un paisaje distintos; pero al llegar encontramos algo más. Cuando regresé a Alemania tras mis primeros meses aquí, me preguntaron: “¿Qué es lo que más te ha gustado de allí?”. Y yo, con honestidad y nostalgia, respondí: “la gente, las personas que me han inspirado para vivir de una manera diferente y que han cambiado mi forma de ver el mundo”.

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Pero si observamos a los estudiantes internacionales durante su primera semana aquí veremos que algunos de ellos carecen de toda esperanza de comunicarse con los andaluces, o incluso hay quienes no piensan subir a la Alhambra antes de su último día en España. ¡Y sin embargo todos brillan de alegría! Por todo ello es evidente que hay algo más que patrimonio y nativos. Algo que es distinto para nosotros, y familiar para ustedes, algo que es parte de la esencia de la ciudad. Y podríamos asumir que ese “algo” lo encontramos en el espacio urbano. Como siempre es más fácil describir «lo distinto», ahora les ofrezco mi percepción y evaluación de los elementos urbanos que no podrían encontrar en otros lugares, es decir, aquellos elementos que hacen de Granada un lugar especial. Quizás tenga razón y para ustedes también formen parte de su sensación de hogar, aunque no se hayan dado cuenta.

Pongamos que ustedes caminan por el centro de Granada. Muy probablemente no se dirigen a tapear a Plaza Trinidad ni a Plaza Nueva, sino que hacen los recados. Y aunque no pasean con un interés turístico, sin embargo disfrutan de la ciudad.

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¿A dónde van? ¿Tienen tiendas favoritas? Sin conocerles estoy segura de que sí. En Granada se puede elegir. El pequeño comercio es muy especializado, y se encuentra disperso por toda la ciudad, incluso en el centro a pesar de la presión inmobiliaria. Encontrar un producto nuevo se convierte en un viaje, por las selecciones e ideales de los comerciantes. No hacen una mera compra, sino que toman una decisión fundada. ¡Qué alegría me da comprar en una frutería donde conocen el origen de sus productos! El pequeño comercio parece una mezcla abigarrada de tiendas pequeñas y se ve que los propietarios han usado su pequeño espacio para expresarse y dar una oferta diferente, que le consumidor agradece.

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Siguen andando. Ya han decidido a dónde van en primer lugar, pero hay que elegir un camino. La red de callejones ofrece la oportunidad de descubrir y explorar mucho más que tiendas. También pueden encontrar arte y filosofía, oportunidades y sueños. Todos dirigidos a ustedes, personalmente: ¿Quieren aprender a tocar la guitarra? ¿Mejorar su inglés? El tiempo en Granada está dividido en estaciones y semestres. Empezar algo nuevo no significa comprometerse para toda la vida. Cada uno a su gusto. Poco a poco. La oferta cultural y de ocio se esparce por toda la ciudad, y se hace visible para todos aquellos interesados, algo que en mi ciudad no sucede. En Bonn, está prohibido anunciar en la calle. La oferta cultural es amplia, pero no tan presente como en Granada. La gente se informa online o en la universidad, pero hay que buscar la información. El espacio urbano, especialmente desde el punto de vista de una geógrafa, expresa las necesidades de la sociedad, y yo digo que las necesidades culturales también merecen ese privilegio (si no más que las comerciales). Además, los muros de la ciudad me gustan más como lienzos. A mí me parecen desnudos sin su disfraz.

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Yo, personalmente, empecé dibujar. Lo que me gusta es –asumo que como en todas las artes – expresar una idea u opinión que ha surgido en mí y compartirlo de una manera interesante que provoque pensamientos en los demás. Y viceversa aprovecho casi de la misma manera. Hay argumentos a favor y contra el grafiti, pero en mi ideal de ciudad es algo irrenunciable. Los motivos que se repiten en todos los barrios siempre me regalan una sonrisa. Los textos me inspiran. El garabato me ayudar creer que no estoy en Disneyland sino en una ciudad viva.

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Otra cosa llamativa para mi son las viviendas, cuyos balcones compiten en aspecto y no pocos están decorados, para que la gente que pasa por las calles disfrute de esa vista desde abajo. Otros muchos elementos decoran las fachadas, como la ropa tendida, o carteles de “se alquila”, estimulando la imaginación sobre en cuál de esos pisos amueblados se podría encontrar el nuevo eje de su vida. Algo que me ha parecido curioso  en las fachadas, son los cables y climatizadores. Algo extraño porque para nosotros estos aparatos deben estar claramente dentro de las casas, lo que causa que los alemanes se paren en la calle boquiabiertos, imaginando las explosiones apocalípticas que resultan del desprecio a ese orden predestinado.

Claro, la arquitectura y el estilo de las casas antiguas del centro crean una impresión particular, ¡pero no piensen que sólo hablo de esa zona! Aunque Granada para nosotros, los turistas, está limitada por el sector turístico a una zona muy concreta, asumo que nos aprovechamos también del espíritu importado de sus barrios. 

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Pero la vida aquí no se encuentra sólo en el interior de las casas, sino también en la calle. Son las cafeterías y los bares pequeños, conquistados por los vecinos y trabajadores, los lugares que a mí me parecen más reales y valiosos.

Si ustedes tienen suerte, pasarán en uno de los dos momentos más cotidianos y a mi jucio más llamativos: el desayuno o un partido deportivo televisado. Cuando se muestra en una instantánea la vida española, de la que emana la envidia de los extranjeros que pasan.

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El agua es un elemento presente en toda la ciudad. No sólo las grandes fuentes de espacios emblemáticos como la de Plaza Trinidad o Plaza Nueva, sino también en pequeños rincones formando parte de las fachadas o las pequeñas plazas que influyen en la impresión del extranjero con su aspecto y chapoteo.

Los espacios libres, cada uno individual y con su propia identidad, dan una sensación de bienvenida al andar por las aceras, muchas de ellas muy estrechas, donde la tarea de pasar en ambas direcciones, cuando un coche bloquea la calle, causa un sonrisa en las caras de todos los participantes.

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Hablando de las calles también hay que valorar su composición. Ya he mencionado su forma estrecha pero también es curioso su diseño. A mí me hace mucha gracia que los suelos varíen en forma, color o patrón, o que estén decoradas con naranjos, tanto en las copas como en el suelo, y no pocas veces son usadas por los perros o los niños como si de pelotas se trataran.

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En este homenaje a la impresión granadina, y teniendo en cuenta que esto es «La Ciudad Comprometida» , también veo en esta ciudad el compromiso. La ciudad es un espacio dinámico. Muchos procesos sociales y económicos la modifican. El objetivo de la planificación urbana es dirigirlos para que el desarrollo cumpla las expectativas, por ejemplo, de la sostenibilidad. Y aunque se ve mucho éxito en nuestra relativamente joven disciplina, no podemos tocar todos los aspectos.

Bonn, una ciudad al lado de Colonia (y más o menos famosa pues fue la capital anterior de la Alemana del oeste), me parece muy parecida a Granada. Estudio en una ciudad de estudiantes, internacional, verde, con 320.000 habitantes, maravillosa. En su núcleo comercial veo el resultado de un proceso que también temo para Granada. El núcleo comercial también alberga tiendas de poco tamaño, pero la mayoría están ocupadas por las grandes cadenas. En algunas se quitaron las escaleras que llegan a las plantas superiores para exponer su surtido de masa en la planta baja. Empujan las tiendas con alma afuera del centro y cuando en Granada se pueden encontrar andando por las calles del centro, ahí han desaparecido. Cuando estuve en España el semestre pasado, cerraron la última papelería del centro de Bonn, al lado de la propiedad vacía que había sido una librería para estudiantes. La velocidad de este proceso me ha asustado. Y aunque sólo pasé allí el verano, a mi regreso a Granada encontré una oficina turística en lugar de mi panadería favorita en el Paseo de los Tristes. En lugar del bar “Piano” de repente había un supermercado. ¿Van a desaparecer las tiendas con alma?

Quizá soy conservadora al criticar los procesos dinámicos que mueven la ciudad, pero a mí su ciudad me gusta tanto que querría conservar todos y cada uno de los elementos que he mencionado. Y como sólo he hablado del espacio en sí, podría ser que todo el tiempo que ustedes estaban andando por las calles, la ciudad estuviese paralizada, el tiempo haya parado y sólo ustedes y el espacio urbano como lo conozco estaban presentes en esta excursión mental.

En una conclusión menos ingenua, diría que no hay que parar el desarrollo (y claro que apoyo a la idea desplazar los cables adentro, ¡por favor!), sino que hay que valorar las pequeñas cosas que nos ofrece el ambiente y acogerlas como se merecen. Los pequeños detalles forman parte de la esencia de Granada. «