“CUANDO LA SOCIEDAD DEMANDE BUENA ARQUITECTURA TENDRÁ BUENOS ARQUITECTOS”

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Compartimos la siguiente entrevista a la decana del Colegio de Arquitectos de Granada, que aparece hoy en la edición impresa de IDEAL. Afirma en ella que la nueva ley que se prepara para regular las profesiones liberales reduce «las posibilidades de cambio de futuro que se están sembrando»

 «Tenemos un panorama bastante por debajo del mileurismo. A pesar de todo ello, los arquitectos seguimos adelante, sobrellevando el desánimo, haciendo nuestros propios procesos de reconversión ». La valoración la hace la decana del Colegio Oficial de Arquitectos de Granada, Marta Gutiérrez Blasco. En la actualidad el número de arquitectos colegiados son 696. La situación no es halagüeña y la ley que se redacta para regular las profesiones liberales tampoco les convence.

– ¿Qué está sucediendo con la ley que se prepara para regular el ejercicio de las profesiones liberales?

-La ley está en proceso de redacción desde 2011 tras la aprobación del conjunto de medidas ‘liberalizadoras’, conocido como Ley Ómnibus. La alarma que se produjo justo con el cambio de año se debió a la filtración de un documento de trabajo del Ministerio de Economía a modo de declaración de intenciones, para el aumento de la competencia en sanidad, justicia, edificación. Desde el ministerio se declaró que era un documento de trabajo más, pero se ha creado un clima de desconfianza y a veces de enfrentamiento entre profesiones, poniéndolas a competir por defender sus ámbitos de trabajo. Esta desunión distrae de la visión global de la situación, en la que cada vez son más difíciles las condiciones de ejercicio de cualquier profesión, dentro del proceso de precarización y falta de valoración deltrabajo que nos aqueja, desde la agricultura a la industria o el comercio, desde la enseñanza a la investigación;y  además siembra el desánimo respecto a formarse para aportar lo mejor de uno a su ámbito de trabajo. Cuando todo vale, nada vale.

Marta Gutiérrez Blasco, decana del COAG. Fuente: Ideal
Marta Gutiérrez Blasco, decana del COAG. Fuente: Ideal

-¿Cómo afectará a los arquitectos?

-El documento incluía, entre otras, la eliminación de lo que llamaban ‘reserva de actividad’ por usos, que dicho así suena a coto de caza, cuando es solo la determinación legal de que

el proyecto de edificación sea redactado por un arquitecto cuando el edificio tenga uso administrativo, sanitario , religioso, residencial, docente y cultural. Se trata la cuestión como

si las competencias fueran un reparto de cuotas de mercado y se habla de eliminar trabas , cuando esas trabas no son más que el sistema por el que  nuestra sociedad garantiza que quien va a estar encargado de una tarea tenga la formación adecuada para realizarla. Hay más de 30 escuelas de arquitectura, sin más limitación de acceso que cualquier otra titulación. ‘Es decir, que libertad de acceso ya hay. Eliminar las exigencias de formación propia de cada campo podría tener sentido como medida transitoria en un contexto de escasez de profesionales formados. Pero si hay algo en este país son profesionales formados.

– ¿En qué aspectos les perjudicará?

-Creo que de aprobarse una ley en este sentido no cambiaría la situación personal de los arquitectos. El aumento de la competencia que la ley pretende es una realidad: no ha requerido fomento legal alguno y ha generado una explotación a la que se inicia al arquitecto desde que es estudiante. Los arquitectos ya conocemos los efectos de la competencia sin regulación, la búsqueda de la máxima rentabilidad  sin valoración del trabajo: subcontratación, precarización

laboral e irregularidad en la calidad. Ya hay reacciones: la reivindicación de un convenio colectivo que garantice condiciones de trabajo dignas, la aparición de formas de asociación profesional horizontales, en igualdad de condiciones, la colaboración intra e interdisciplinar, o la apertura de nuevos enfoques y nuevos campos en la profesión. Y también la sangría que supone la emigración a regiones donde la propia formación y dedicación profesional esté más valorada. El colectivo ha emprendido las medidas de autosalvamento, arremetiendo contra sí mismo cuando es necesario. No cambiaría el presente, porque en lo que la ley pretende ya estamos. Lo que haría seria reducir las posibilidades de cambio futuro que se están sembrando, y que no se basan en el fomento ciego de la competencia, sino en la capacidad de cooperación intra e interdisciplinar para lograr al tiempo conocimiento especializado -oficio- y visión integradora y humanística. No mejorarán los servicios compitiendo más, sino cooperando más y mejor.

Mercantilización

– ¿Está amenazada la práctica de la Arquitectura?

– Sí, no ya por la ley, sino por su base: la mercantilización en que estamos inmersos como  sociedad. La edificación se ha convertido en una mercancía, aquella sobre la que más se ha especulado. La calidad del producto para su uso ha pasado a un plano secundario,  y la arquitectura ha desaparecido prácticamente del proceso de producción de ciudad: el inversor (que no era el usuario final) en general no estaba .dispuesto a pagarla (pagar una firma o un documento, no es pagar arquitectura) y de hecho a menudo le estorbaba, así que el mercado, ‘naturalmente’, ha elegido a los profesionales que no hacían arquitectura, que no ponían ‘pegas’ y además cobraban poco (considerando el servicio prestado; cobraban muchísimo). Así nos olvidemos de cuál era el servicio que estábamos pagando. Por otra parte, existe un mercado para los proyectos de autor, porque es su imagen la que es rentable (política o económicamente), pero que tampoco responden a necesidad social alguna. Si como sociedad no cambiamos nuestros objetivos, continuaremos la degradación de la profesión, que vamos con fundiendo cada vez más con sus sombras: las firmas, los documentos, los visados, las imágenes de papel cuché.

-¿Cuánto pueden aguantar esta situación?

-El colectivo es heterogéneo, del arquitecto titular de estudio al falso autónomo, del que se ha sumado a la especulación inmobiliaria al que la ha sufrido o incluso la ha batallado, las situaciones económicas son muy distintas. Pero en general son entre difíciles y dramáticas en todas las generaciones, y se resiste principalmente por el apoyo familiar. La tendencia trabajar por cuenta propiao como falsos autónomos sin contrato hace que no tengamos ni siquiera el colchón de la prestación por desempleo para reaccionar. ¿Cómo profesión? Cuando la sociedad demande buena y honrosa arquitectura tendrá buenos arquitectos a su disposición.

 Pérdida de función social

– Al margen de la nueva ley, ¿qué otros aspectos preocupan ahora a los arquitectos?

– A muchos les preocupa la pérdida de la función social de la arquitectura. Y de manera indisoluble, la cruda situación de explotación e irregularidad laboral en el sector. No son todos, pero habrá que escucharlos, porque señalan intereses colectivos y públicos (que no son la suma de intereses particulares) y eso es lo que hará necesario; útil y viva la profesión. En este sentido, es muy preocupante el anteproyecto de ley de Rehabilitación, Regeneración y Renovación Urbana’ que se está tramitando por vía de urgencia. Las motivaciones las compartimos: la rehabilitación de la ciudad consolidada, por pura sensatez económica, ecológica y social. Pero, los medios que se plantean –como posibilidad de intervención de particulares(empresas) no propietarios para ejecutar las actuaciones sin la garantía de permanencia en la propia vivienda- generan un gran riesgo de expulsión de población de zonas urbanas centrales o estratégicas. Esto, junto con la posibilidad de aumento de edificabilidades para ‘viabilizar’ las actuaciones, apunta a la generación de una nueva burbuja especulativa, que conduciría el mismo metabolismo parásito hacia otro campo, el de nuestro medio urbano presente y cotidiano.

-¿Qué se debe reforzar en el ejercicio de la Arquitectura?

-Es necesaria su reorientación hacia la satisfacción de las necesidades de las personas mediante el desarrollo de sus capacidades. Hay que recuperar al habitante y a las comunidades como prioridad y restituir su capacidad de decisión sobre su medio y sus recursos, que es preciso optimizar porque son finitos. Hay que restablecer los vínculos profundos con nuestro hábitat, aprovechar lo existente (rehabilitar), y aproximar lo más posible el origen de los recursos (energía, agua, materiales) que empleamos en los edificios, y la gestión de residuos mediante medidas que los minimicen y cierren su ciclo, en la mayor proximidad posible. Es imprescindible además la redignificación del trabajo en el ejercicio de la arquitectura, y la revalorización social del conocimiento profundo, la conciencia y la colaboración de todos los que intervienen en el proceso de hacer ciudad.