¿QUÉ PUEDEN HACER LAS CIUDADES CON SUS VACIOS URBANOS?

“La Ciudad Comprometida”

Con el titulo en ingles What Cities Can Do with Vacant Lots?” (“¿Qué pueden hacer las ciudades con sus vacios urbanos?”) el siguiente articulo nos ha sorprendido gratamente. A través del mismo se dan a  conocer experiencias sobre como ciudades estadounidenses están afrontando la problemática de los vacios urbanos a gran escala, no tanto por su tamaño sino por su dispersión en la trama.

Glenwood Green Acres. Fuente: archdaily.com
Glenwood Green Acres. Fuente: archdaily.com

El estallido de la burbuja inmobiliaria causó estragos en varias ciudades de Estados Unidos causando un deterioro generalizado en las economías de las comunidades prósperas. Las ejecuciones hipotecarias y abandonos continuan siendo una herida abierta en  barrios y comunidades, sumándose a los terrenos baldíos de las ciudades populosas, pero afectadas como es el caso de Filadelfia. La Alcaldía de Filadelfia calcula que hay cerca de 40.000 parcelas sin uso, cerca del 74% de los cuales son de propiedad privada, por lo que prácticamente carecen de posibilidades de acceder a la rehabilitación. Pero la ciudad tiene el objetivo de modificar las condiciones actuales. Con organizaciones como DesignPhiladelphia «,Not a Vacant Lot», y la “Autoridad de Reurbanización” de la ciudad, parte de esos espacios se ha puesto a buen uso.

753 de estas parcelas están siendo utilizados como huertos comunitarios o granjas en todo Filadelfia. El cálculo mas conservador, que estima 350 granjas, proviene de la Iniciativa “Garden Justice Legal”,. La agricultura urbana es una práctica que promueve la salud y el bienestar de la comunidad en general. Se faculta a las comunidades con la auto-suficiencia y proporciona acceso a los alimentos frescos a todos los niveles de ingreso. A la vez que mejora el impacto que tienen terrenos baldíos en el crecimiento y desarrollo comunitario.

En un esfuerzo por traer a la ciudad más cerca de sus metas como comunidad saludable y con planificación sostenible, la ciudad de Filadelfia lanzó un nuevo “Reglamento de Zonificación” en 2012, después de un proceso de cuatro años de revisiones del obsoleto código de los con mas de 50 años de edad. El nuevo código reconoce ahora la agricultura urbana como una designación de uso legítimo de la tierra. Después de hacer frente a algunos contratiempos en el camino, Bill 120917, que la jardinería y la agricultura restringida en ciertos distritos, el nuevo código se compromete a proteger y promover la agricultura urbana en sus diversas formas, tanto si son la ganadería, la agricultura o jardinería comunitaria. El reglamento también hace hincapié en la protección de las comunidades adyacentes a las granjas y de los agricultores y los agricultores hacen responsables de cualquier alteración en el barrio.

Al igual que con todos los reglamentos de zonificación existen restricciones, y pueden hacer las cosas más difíciles para las granjas existentes que ahora deben cumplir con las nuevas leyes. Sin embargo, hay muchas ventajas al obtener la legitimidad a los ojos de la ciudad. Las tierras baldías ponen una tensión indeleble en una economía urbana y ahoga el crecimiento económico y social, especialmente en los barrios afectados. El nuevo reglamento crea un incentivo para que la gente trabaje legalmente las tierras de propiedad privada.

Greengrow Farm IV.Fuente: archdaily.com
Greengrow Farm IV.Fuente: archdaily.com

Nueva York, ha asumido un proceso diferente. Organizaciones como “596 Acres” ayuda a convertir lotes de propiedad municipal vacantes en parcelas comunitarias prósperas que varían con el uso y el contexto. Los mentores de la organización, grupos de la comunidad, vecinos y todo aquel dispuesto a traer usos a los espacios vacíos, ofrecen los recursos necesarios para obtener la aprobación de la ciudad para usar las fincas. Un programa como “596 Acres” ayuda a inspirar las intervenciones comunitarias en los barrios en crisis y pone tierras a disposición del público.

El diálogo sobre los vacios urbanos ha sido largo. La Liga Arquitectónica junto con el Departamento de Preservación y NYC Housing trató de abordar este mismo problema en 1987. Entre los años 50 y 70, la ciudad de Nueva York se enfrentó a una población en declive que siguió a la crisis financiera, altos índices de criminalidad y el desorden general. La ciudad compró miles de propiedades en este período lleno de edificios abandonados, sin uso, y en ruinas, así como parcelas baldías. La encuesta de 1987, tamizó a través de este inventario de tierra para encontrar a los más lucrativos para el desarrollo y la inversión, y luego invitó a los arquitectos a investigar sobre los usos para estas propiedades. “Vacant Lots”, presentado por “Urban Omnibus” reveló algunas perspectivas innovadoras y excitantes de desarrollo urbano para las propiedades y soluciones para reintroducir viviendas en el mercado, especialmente en barrios de bajos ingresos. Aún así, la consecuencia general de este esfuerzo no fomentó como soluciones creativas las aportaciones de los arquitectos y muchas siguen estando tan vacías como hace treinta años.

Este ejercicio parece que va en ciclos, con cada generación, aparecen nuevas concepciones sobre cómo la utilidad de los espacios vacantes pueden enriquecer las comunidades. Cada comunidad tiene sus propias necesidades e intereses. “596 Acres” nos muestra cómo estas comunidades pueden unirse para producir estrategias de enfrentamiento, mientras que Filadelfia muestra cómo la persistencia en la dirección de la agricultura urbana puede convencer a un gobierno de la ciudad para volver a escribir las leyes que rigen su planificación. Los terrenos sin uso son un problema constante en ciudades de todo el país, pero resulta que el trabajo a nivel local puede ayudar a abordar y resolverlos. No hay más que aprender de Filadelfia y como su reglamento de zonificación parece estar provocando consecuencias prometedoras.

Traducción por Jesús Rubio Gómez, arquitecto de GRarquitectos.

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VACIOS EN LA CIUDAD HISTÓRICA

“La Arquitectura Comprometida”

Los vacíos en la ciudad histórica llevan aparejado el riesgo de ser considerados meros  contenedores, singulares oportunidades para la creación de nuevos tejidos urbanos. En general,  esto es lo que pueden llegar a significar en una primera y muy simple mirada para los que, como arquitectos, urbanistas, geógrafos, políticos o promotores inmobiliarios, nos dedicamos a pensar, decidir y operar sobre la ciudad histórica. Pero esos vacíos deben ser tratados al menos del mismo modo que lo hacemos con su “positivo”, con los llenos de la ciudad, los edificios. No se debe caer en el error de acometer la intervención en la ciudad histórica con herramientas distintas según se opere con los vacíos o con los llenos.

Por supuesto al escribir vacíos no me refiero a los solares producto de una demolición, ya sean grandes o pequeños, sino a las grandes superficies libres de edificación, no construidas históricamente, formadas por una gran parcela catastral o por varias. Vacíos históricos que tuvieron usos distintos a todo aquello que los rodeaba. Vacíos que una vez abandonado el uso que los generó y les dio sentido, devienen en manchas que afean el paisaje urbano y que, a fuerza de años, acaban marcándose en un sucio gris en los planos y en los barrios.

La inserción del MACBA y a su lado la rehabilitación de la Casa de la Caritat en el barrio del Raval supuso a principio de los años noventa del pasado siglo un revulsivo para el degradado centro histórico de Barcelona. FUENTE: googlemaps
La inserción del MACBA y a su lado la rehabilitación de la Casa de la Caritat en el barrio del Raval supuso a principio de los años noventa del pasado siglo un revulsivo para el degradado centro histórico de Barcelona. FUENTE: googlemaps

Sin embargo la mayoría de esos grandes contenedores (grises objetos de deseo) tienen una historia oculta incluso para sus vecinos que, al cabo de una sola generación, acaban perdiendo  la memoria de lo que fue y significó ese lugar. Memoria borrada por esa primera y fea apariencia que imprimió el abandono, la basura y las ratas. Historia que suele ser la misma del origen del barrio que ahora les da la espalda. Y de igual forma que los edificios, es esa historia la que debería ser el germen de su recuperación.

Así como, cada vez más, se viene asumiendo la necesidad de conocer el origen y sobre todo las vicisitudes y cambios sufridos (o gozados) por los edificios a lo largo de sus años de vida, así mismo, deberíamos plantear nuestras intervenciones sobre los vacíos. Y esta estrategia de acercamiento no debe ser muy diferente para los de la ciudad histórica (la anterior al s. XX) o para los de la ciudad contemporánea (la generada a partir de los ensanches del XIX). Las herramientas del conocimiento histórico pueden ser las mismas en ambos casos aunque tendrán  mayor precisión para los tejidos y vacíos contemporáneos.

Área de Intervención AI-27 definida por el PEPRI-Albaicín en 1990 y desarrollada mediante Plan Especial a partir de 2003. Se ha ejecutado solo el aparcamiento público y aún queda por materializar un centro cívico, dos edificios de vivienda protegida, la apertura de nuevos viales y la ejecución de una nueva plaza. FUENTE: googlemaps
Área de Intervención AI-27 definida por el PEPRI-Albaicín en 1990 y desarrollada mediante Plan Especial a partir de 2003. Se ha ejecutado solo el aparcamiento público y aún queda por materializar un centro cívico, dos edificios de vivienda protegida, la apertura de nuevos viales y la ejecución de una nueva plaza. FUENTE: googlemaps

Pero volviendo a la ciudad histórica: suele ocurrir que estas bolsas de suelo han venido siendo abordadas sin la dignidad que merecen y sin el adecuado rigor histórico y urbanístico que les corresponde y que finalmente le conviene a la ciudad para su mejor evolución. Es pura simpleza llegar a la conclusión de encontrarnos ante contenedores en mitad del tejido compacto que los rodea.  Contenedores para nuevos edificios o para nuevos espacios libres, sean públicos o privados, unos y otros planteados con criterios urbanísticos más propios de suelos para el crecimiento urbano de periferia. Sin embargo, operar en uno de estos suelos debe hacerse al menos con el mismo protocolo con el que nos acercamos para intervenir en los edificios históricos, si no más. Considero que debe ser de forma más compleja, dado que son organismos urbanos más complejos, por sutiles: de ellos hay que entender el vacío, el espacio, sus relaciones visuales, de paisajes interiores y de paisajes lejanos, de topografía, de vegetación, de miradas cruzadas, relaciones entre edificios y sus moradores, vidas entretejidas que son difíciles de aprisionar con un somero análisis. Es necesario tocar, palpar, cada uno de los planos que los forman, los de sus fachadas (traseras o no), los de las huertas y bancales desaparecidos, las superficies de sus tapias derruidas, las líneas de sus acequias ya secas y olvidadas, los supervivientes hitos en que se han convertido sus raquíticos árboles, o ya solo troncos muertos. Para entender estos organismos complejos es necesario representarlos al menos con la misma precisión e intensidad que la empleada en la representación del alfarje mudéjar o la estratigrafía muraria de un edificio del s. XVI. Una vez obtenida esta primera representación (plantas, secciones, topografía, fotografía) es cuando estaremos en condiciones de contrastar la información histórica que ineludiblemente hemos de obtener para, con ella, acabar de completar un primer diagnóstico. La arqueología aportará datos finales para terminar el informe previo. Antes de manejar toda esta información cualquier propuesta que se haga puede resultar precipitada y puede llegar a plantear acciones propias de un suelo urbanizable cualquiera.

Barrio de la Alfaguara en Loja. FUENTE: googlemaps
Barrio de la Alfaguara en Loja. FUENTE: googlemaps
Convento de S. Diego en Alhama de Granada. FUENTE: googlemaps
Convento de S. Diego en Alhama de Granada. FUENTE: googlemaps
Iglesia y Convento de S. Francisco en Guadix (Granada). FUENTE: googlemaps
Iglesia y Convento de S. Francisco en Guadix (Granada). FUENTE: googlemaps

Conviene que sea un planeamiento especial el encargado de definir en detalle la intervención en estos vacíos. Si ese planeamiento está propuesto por un plan de ámbito superior, ya sea Plan General o Plan Especial de Protección, no debería obviar estos pasos previos. Así para una correcta actuación en este lugar ha de hacerse un análisis previo que contenga todos estos datos y para ello no puede constreñirse el ámbito de estudio exclusivamente al vacío sino que debe integrar un entorno amplio y suficiente para una adecuada comprensión de los problemas y oportunidades que se hallan aquí. Por tanto deben incluirse parcelas catastrales completas, con sus edificios y sus espacios libres de edificación, edificios colindantes que hayan ejercido algún tipo de influencia o se hayan visto influidos por el vacío. Es claro el ejemplo de las fundaciones religiosas desamortizadas en el s. XIX cuyos huertos abandonados se convirtieron en vacíos urbanos posteriormente segregados como parcelas catastrales independientes y reconvertidas a lo largo del s. XX en edificios de usos no residenciales en el interior de las manzanas, edificios que una vez arruinados han acabado por distorsionar el entendimiento de lo que un día fue huerto.

Un buen planeamiento especial será el origen de una buena intervención en estos vacíos que una vez intervenidos con nuevas arquitecturas y nuevos espacios libres deben aportar nuevas cualidades a la ciudad histórica manteniendo viva la memoria del lugar y generando nueva vida.                                                                                

Gabriel Fernández Adarve, arquitecto experto en centros históricos de GRarquitectos