«TODOS SENTIDOS HUMANOS CONSERVADOS»

3 de noviembre de 2009

Una voz hermana me dice que ha muerto Francisco Ayala, y un estruendo de libros deja un silencio de cera en el estudio. No hay preguntas concretas, pero me dicen que ha sido una buena muerte para una buena vida.

El pasado 15 de marzo lo vimos apagar las velas y repartir la tarta en la intimidad de su casa. Irónico y cáustico le oímos decir que tenía pudor y vergüenza de sentirse observado como un prodigio de la edad. “Vienen, me ven y comprueban el efecto de los años, como el que asiste a un suceso portentoso”. Y en efecto, Don Francisco era un portento de inteligencia, lucidez y saber estar. Su pensamiento se regía siempre por una perfecta concatenación de premisas meridianamente lógicas. Su sabiduría tenía los pies en la tierra y en la discreción con que expresaba sus opiniones, siempre meditadas, siempre en los términos más sencillos y justos.

Aquel día lo vimos verdaderamente emocionado al oír  la voz de su nieta Juliet desde Carolina del Norte. Después, cuando todos nos íbamos, nos dijo en voz baja que nos quedáramos un poquito más. Y allí seguimos hablando del “Glorioso triunfo del príncipe Arjuna”, del Lagavulin, de las historias que merece la pena olvidar y de las cosas buenas que hay que atrapar de la vida.

Me dicen que anoche, al despedirse de los amigos, quiso hacerlo por dos veces, como anunciando que podía ser la última. Me cuentan que esta mañana, más lúcido que nunca, Don Francisco ha dicho: “hoy me voy a morir”.

Descanse en paz Francisco Ayala, que aunque la vida perdió, nos deja el harto consuelo de su memoria.