A finales del pasado mes de junio, mi mujer, Azucena, se hizo una serie de pruebas que determinaron que tenía un cáncer… un cáncer de pulmón. A partir de ahí, cambia completamente su vida y la nuestra, la de su familia. Todas nuestras perspectivas cambian de repente. Todos los esquemas se rompen, pero también te das cuenta de la importancia de la familia y de la unión. Mi mujer, que es farmacéutica, tuvo que darse de baja y mi hijo, que acababa de terminar su carrera 48 horas antes, la sustituyó. Él tenía la idea de irse a Inglaterra o a trabajar con una ONG en Sierra Leona, y yo le había animado a que lo hiciera. Pero me dijo: “No te preocupes, yo me hago cargo del tema”. Sólo tiene 23 años.
Mi hija, de 18 años, tiene que irse a estudiar a Madrid, pero duda. Quiere quedarse junto a su madre. Su propio hermano le convence de que tiene que estudiar, que va a ser una época muy bonita de su vida y que tiene que divertirse, pero que nunca debe olvidar que lo principal es sacarse la carrera…, que esa va a ser su contribución a la familia.
Se produce una unión tremenda entre todos. Es la parte bonita de esta historia. Porque dentro de lo malo, nadie quiere que le pase esto y nosotros no somos una excepción, hay una parte bonita.
Otro de los efectos de esta situación es que lo vives todo con mucha intensidad. El trabajo pasa a un segundo plano. No estoy tranquilo ni estoy nervioso: estoy acojonado. Creo que todo el mundo entiende qué es lo que quiero decir. No sabes qué va a pasar y el ánimo cambia a cada instante. Azucena ha sido operada dos veces y, gracias a Dios, ha salido bien… Ya le han dado el alta. Pero ahora tiene que empezar la quimioterapia y de nuevo, la incertidumbre.
Al oír la palabra cáncer se te revuelven las tripas. No sirve de nada negarlo. Te entran todas las dudas del mundo. A lo largo de las 24 horas, y dependiendo de cómo se encuentre mi mujer, el ánimo va dando bandazos. De repente, lo ves todo negro y al minuto siguiente, estás lleno de esperanza. Cambias de pensamientos cinco mil veces al día. Así que acabamos agotados. La intensidad cansa, cansa mucho. .
Pero insisto en que hay cosas positivas. La respuesta de las personas que nos quieren están siendo extraordinaria. Gracias a nuestros familiares y compañeros de trabajo y amigos, porque son ambas cosas… Para un enfermo de cáncer es tan importante el cariño como las medicinas.
Por eso queremos dejar patente nuestro agradecimiento a los profesionales que han atendido a mi mujer. Gracias a Sara, no recuerdo el apellido, que fue la residente que nos atendió en las Urgencias del hospital ‘Ruiz de Alda’ y que tuvo el detalle de llamarnos a casa para comunicarnos lo que estaba pasando. Gracias también al neumólogo José Manuel González de Vega y al cirujano Abel Sánchez Palencia, que nos han brindado un trato que ha ido más allá de lo profesional para meterse en el terreno del cariño: ni Azucena ni yo tenemos palabras para ensalzar su honestidad y buen hacer. Gracias también a Carlos, enfermero; al médico Javier Zafra… Y a Chon, Esperanza, Fina, Maite, Vicky, Pilar… Estamos teniendo una atención inmejorable.
Pero también es cierto que hemos observado falta de medios. Es vergonzoso que en España, que contamos con uno de las mejores sistemas sanitarios públicos del mundo, haya una sola enfermera para toda una planta llena de pacientes… y pacientes que están graves. Tengo la impresión de que se pierde mucho dinero en ‘chuminás’ y en burocracia, cuando tenemos unos profesionales realmente buenos.
Mi mujer tenía y tiene plena confianza en los médicos y en el personal de aquí. Nunca se planteó la posibilidad de viajar al extranjero para tratarse. Porque la sanidad pública andaluza funciona bien a pesar de la burocracia. Nunca pensamos en abandonar Granada.
También tengo que decir que hemos querido contar lo que no está pasando porque pensamos que es bueno que se hable. Nosotros no queremos ocultar el problema que tenemos. En cuanto tuvimos la confirmación de que era cáncer, se lo dijimos a nuestros amigos. Es bueno desahogarse. Es bueno expulsar lo que lleva uno dentro. Hay que cuidar al enfermo y a los cuidadores del enfermo.
Gracias por seguir ahí.
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