Granada acaba de estrenar un piso de convivencia para tratar exclusivamente a niñas que agreden a sus padres (ya exístía uno para chicos), o por mejor decir, a sus madres, porque es lo más habitual (la información completa está en IDEAL de papel de hoy lunes 3 de mayo). Cuando un menor entra en uno de estos centros (es una medida judicial a medio camino entre la libertad vigilada y el internamiento en un correccional), se produce una ‘ruptura’ temporal de la familia que, contrariamente a lo que se pudiera pensar, tiene efectos terapéuticos. El alejamiento de las partes enfrentadas es el primer paso para la reconstrucción de unas relaciones que están en ruinas. Me contaba el fiscal de Menores de Granada, Rogelio Muñoz Oya, que había demanda para un piso sólo para niñas porque este delito es uno de los más comunes entre ellas. Hay que aclarar que el porcentaje de niñas que comete infracciones penales es muy bajo si se compara con el de niños que incurren en esas conductas. Pero eso sucede en general. En el llamado maltrato en el ámbito familiar las distancias entre ellas y ellos se acortan. Y además, según Rogelio, los casos en los que están implicadas niñas suelen ser muy difíciles. «Ellas tienen un comportamiento muy masculinizado, en el peor sentido del término, con sus madres». Porque las víctimas de las niñas maltratadoras suelen ser, en la mayoría de los casos, las madres. Existe tanto enconamiento en estos supuestos que la Fiscalía ya ha renunciado a intentar la mediación (los niños se enfrentan a sus actos y a sus víctimas, y luego reparan el daño causado) para evitar juicios y condenas. Todos los ensayos han acabado mal. Así que la apertura del piso de convivencia es una excelente noticia. Es la medida que se está revelando como más eficaz. Un saludo.
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