Buenas, soy Emilio Calatayud. Sólo hay una cosa más temible para los ahorros de una familia que organizar una comunión 2.0 (o sea de las caras, caras): que, además, haya que organizar una graduación. Y da la casualidad que ambos acontecimientos suelen coincidir. Ahora mismo estamos en tiempo de graduaciones y comuniones. Y si con las comuniones se nos está yendo la pinza, con las graduaciones se nos está yendo la olla ( y en ambos casos, la cartera). No es la primera vez que hablo de este tema, ni será la última, pero eso de que se gradúen hasta los niños de parvulitos –ahora educación infantil- me parece una exageración. Bebés con birretes y, después, fiesta al canto. Y eso se repite en primero de Primaria, en segundo de Primaria, etc… En primero de ESO, segundo de ESO… O sea, durante toda la enseñanza obligatoria. Es decir, que les hacemos fiestas a los niños porque cumplen con su deber.
No voy a poner como ejemplo mi caso, porque no tuve fiesta de graduación ni cuando acabé la carrera. Me tomé unas cervezas con unos amigos y punto. Barato y sencillo.
No me parece mal que haya una fiesta de graduación cuando se acaba el Bachiller, la FP o lo que sea, porque termina una etapa y empieza otra nueva… y seguramente muy distinta. Los chavales parten rumbo a lo desconocido. Pero celebrarlo todo es un poco cansino, la verdad. Y caro.
Mañana tengo una graduación.
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