Los granadinos recordarán esta historia con cierta decepción. El 13 de mayo de 1982. A las siete de la mañana, el padre Fernando Villanueva de la Orden Hospitalaria de San Juan de Dios da la voz de alarma: una Dolorosa de la basílica, la conocida como «Virgen de las Lágrimas» lloraba sangre. La noticia recorrió Granada en pocos minutos. Esa misma tarde más de cincuenta mil personas se habían acercado a la iglesia para ser testigos del supuesto milagro. Llegaron autobuses de los pueblos cercanos e incluso la policía se vio obligada a cortar el tráfico. Por la noche se cerró la basílica ante el descontento de la multitud, que esperaba fuera y que gritaba «¡queremos verla!». Ante la que se había montado, el Arzobispado, que siempre actuó con prudencia, no tardó en anunciar una la investigación oficial sobre el caso. Había ganas de creer, pero la posibilidad de que verdaderamente se tratara de un milagro duró poco. En unos días un comunicado oficial concluía que no existía indicio alguno de intervención sobrenatural y la imagen fue retirada del culto. Su último paradero conocido fue la Casa de los Pisa desde entonces se ha perdido su pista.

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