A mediados de julio de 1982, un equipo del departamento de Paleontología de la Universidad de Granada y del Museo Arqueológico comienza a trabajar en la turbera del Aguadero de Padul donde unos días antes un tractor había dejado al descubierto los restos de lo que parecía un elefante. IDEAL lo comunicaba a sus lectores en los primeros días de agosto de hace ahora 30 años. La doctora Ana Mazo Pérez, del CSIC, hizo público que los restos encontrados pertenecían a un ‘Mammuthus Burnett’, el más meridional de los encontrados de dicho género en Europa.  «Este ejemplar se encontraba recostado, envuelto por la turba del pantano. Los huesos se deshacían al cogerlos debido a la gran humedad que hay en esa zona pantanosa. Los expertos le aplicaron un tratamiento especial al esqueleto para que adquiriesen de nuevo cohesión tras proceder a su secado», contaba la crónica del periódico sobre el hallazgo. Y continuaba, «el minucioso trabajo de desentierro de las múltiples piezas y su extracción sin que se estropeara fue posible gracias al rellenado de las articulaciones con poliuretano líquido, que al secarse da una consistencia al armazón y permite el secado de los huesos y su posterior restauración». Entre los miembros del equipo de trabajo se encontraba Isidro Toro y Manuel Fernández Magán.

No se trataba de la primera excavación que se realizaba en la zona. La primera se llevó a cabo en 1973, continuó en el 82 y en 1983. El hecho de ser los restos hallados más al sur, confirmó que Granada pertenecía a una franja ártica de muy baja temperatura. Posteriormente, un estudio de los restos con carbón radiactivo a demostrado que poseen una edad de entre 35.800 y 25.700 años.

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