Mes: noviembre 2012

Bares y tabernas en huelga

En la madrugada del 29 de octubre de 1932, los dependientes de los bares y tabernas de la ciudad se declararon en huelga. Los huelguistas justificaban el paro por la ausencia de los patronos a una reunión del comité del Sindicato que los empresarios se negaban a reconocer. Numerosos establecimientos de la capital cerraron su puertas y los pocos que abrieron eran atendidos por los propietarios y sus familiares. Algunos no se libraron de los ataques, como un café de la plaza del Carmen, o un bar de la calle Reyes Católicos, cuyos dueños denunciaron la rotura del cristal de su negocio por las pedradas de los manifestantes. En un bar próximo a Zacatín, una piedra hirió a José Arenas, profesor de la Escuela Normal, que tuvo que ser asistido en la Casa de Socorro. Las protestas se prolongaron durante un mes, en el que se repitieron las roturas de cristales y las coacciones de los huelguistas a los compañeros que no secundaban las protestas, como el incidente que se registró en las bodegas de Fernando Garrido Lanzas, en la calle Navas, donde los trabajadores fueron obligados a abandonar su puesto por un grupo de huelguistas que huyeron a la llegada de los guardias de Asalto. El 24 de noviembre la CNT declaró en Granada una huelga general, según IDEAL, en solidaridad por los empleados de los bares y tabernas que no llegaban a un acuerdo con sus patronos. Por fin, 29 de noviembre, se dio por desconvocada la protesta.

Los siete goles del Atlético

No es necesario abrir antiguas heridas pero, quería compartir con ustedes el titular con el que los compañeros de la redacción de IDEAL abrían la sección de deportes el 3 de noviembre de 1942.

«El Granada no mereció perder por 7 a 1, resultado completamente anormal».

Pero es que, de verdad, en aquel partido no se merecía perder por goleada.

El Granada CF había ascendido a Primera División en la temporada 41/42 y, en su segundo año en Primera, no andaban del todo mal, sobre todo tras la motivación de una goleada al Betis por 6-2. Pero llegó el día de su visita a Vallecas. El Atlético de Aviación figuraba con cero puntos y claro farolillo rojo. Pero el guardameta Pérez no estuvo nada de fino esa tarde. Completaban el cuadro granadino Millán, González, Maside (que solo jugaría un partido más con el Granada), Conde, Sierra, Marín Trompi, Nicola, Leal y Mas. Por el Atlético: Tabales, Mesa, Riera, Gabilondo, Germán, Nico, Adrover, Domingo, Mariano, Campos y Vázquez.

Esa temporada,  en la que consiguió la permanencia, ganó 11 partidos, empató 4 y perdió 14. Marcó 61 goles y acabó en el puesto 12 de 14, con 22 puntos de los 52 posibles.

Aquí les dejo la crónica del encuentro, según IDEAL

El trabajo basura de los carteros

Hablamos del año 1947. Los trabajadores de Correos se dividían en dos categorías, los carteros urbanos y los peatones. En Granada había 58 carteros y 233 peatones. Los carteros hacían una oposición para acceder a su trabajo por el que cobraban unas cuatro mil pesetas anuales. Su principal queja era que el Estado no les reconocía ninguno de los beneficios de los que se aprovechaban el resto de empleados públicos ya que el servicio de Correos contaba con sus propios ingresos. Trabajaban los siete días de la semana, fiestas incluidas, y su jornada se prolongaba desde primera hora de la mañana hasta, en algunas ocasiones, bien entrada la noche. Los peatones lo tenían peor. Su sueldo no llegaba a las 800 pesetas  al año y su trabajo les ocupaba el día completo. Esperaban la valija con cartas, giros, certificados… y tras recogerla en la estafeta, emprendían su recorrido para entregarla en caseríos y poblados. Al mismo tiempo, retiraban de esos lugares la correspondencia y la depositaban a su vez en la oficina de Correos. Hacían recorridos diarios de hasta 48 kilómetros y los permisos por enfermedad eran a sus expensas. IDEAL aseguraba el problema del país no era de salarios, sino  de la carestía en el precio de los productos pero, en casos como el de estos trabajadores, por lo imprescindible que era su tarea, si se necesitaba un cambio.

Misterioso asesinato en Píñar

Dos inexpertos malhechores que se asustan en presencia de su víctima; una criada tan sorda que no oyó ni vio nada; el hijo con discapacidad intelectual que, aunque vio a los asesinos, su testimonio no fue aceptado; un albañil que en el momento en el que se oyó el disparo estaba durmiendo junto al lugar del crimen, pero que aseguró a la Policía no haberse enterado de nada; un marido, en principio sospechoso, y su esposa, Matilde Huertas Ruiz, muerta de un disparo en la cabeza. Son los protagonistas del intrigante suceso que tuvo lugar la noche del 22 de mayo de 1957 en el cortijo «La Cañada» de Píñar, tan complicado de resolver, que el policía granadino Miguel de Guisado Ladrón de Guevara necesitó la colaboración de los inspectores de la B.I.C de Madrid José Hurtado Martínez y Miguel Núñez Ferrer. El crimen se resolvió la noche del 6 de noviembre de ese mismo año, con la detención de Epifanio Castillo Escalona y Francisco Pinel Molina, ambos de Cogollos Vega, como los autores del asesinato. La pista principal fue la aparición, junto a un árbol cercano a la casa, de un billete de tren y trozos de papel de una carta destruida que, una vez pegados con papel celofán, desvelaron el nombre de uno de los acusados. El primero, de la familia de «Los Castillicos», era hermano de varios guerrilleros que habían pertenecido a la partida de «Olla Fría». El segundo, Pinel, había trabajado como peón en la casa que asaltaron. Su plan pretendía conseguir dinero fácil secuestrando a Emilio Martínez Jerez, dueño de una finca de Píñar. La noche del suceso entraron en la vivienda con la cara cubierta con pañuelos doblados en pico, encañonaron al dueño e intentaron llevárselo. Sus gritos sobresaltaron a la esposa que, lejos de amedrentarse, se enfrentó a los asaltantes. Uno de ellos, según la crónica de IDEAL, se asustó y disparó a la mujer que cayó muerta con la frente destrozada. A pesar de que la casa estaba llena de gente, nadie vio ni oyó nada. Tras un interrogatorio en el que, según la policía, confesaron el crimen, los dos detenidos ingresaron en la prisión provincial. Un tribunal los condenó a veinte años de cárcel por homicidio , seis por tentativa de detención ilegal y el pago de 200.000 pesetas al marido de la víctima.