Granada exporta a Cuba patatas de la vega

El 26 de agosto de 1952 partía del puerto de Motril, rumbo a La Habana, el vapor alemán «Karl Grammerstorf» cargado con mil trescientas toneladas de patatas de la vega de Granada. Este viaje era muy importante para la provincia, y sobre todo para el puerto motrileño, pues suponía la reactivación de las exportaciones de agricultura, paralizadas, tal y como cuenta la información de IDEAL, desde la Primera Guerra Mundial. Además, permitió estabilizar el precio del tubérculo en beneficio de los labradores que, de no recibir más de 0.60 el kilo en cosechas anteriores, habían llegado a vender el producto por una peseta. La exportación de la patata granadina había sido iniciativa de unos industriales bilbaínos que ya vendían al exterior productos agrícolas del norte y de la zona de Cataluña. La calidad de la patata de nuestra vega satisfizo a estos empresarios que poco antes visitaron Motril para conocer sus instalaciones portuarias. El barco alemán, el primer frutero de este país autorizado a cruzar el Atlántico, permaneció unos días atracado en el puerto y pudo ser visitado por cuantos curiosos quisieron acercarse a él. Se trataba de un moderno buque de 4.500 toneladas y preparado para el transporte de fruta con bodega semifrigorífica con ventilación forzada. El viaje a Cuba lo realizó en 12 días.

[*] Cargamento de patatas de la vega en el buque alemán ‘Karl-Grammerstof’ con destino a La Habana 26/08/1952 Archivo de IDEAL

Las medidas de la mujer granadina

En los años 60 el desarrollo de la industria de la confección animó a varios empresarios del sector, con la ayuda del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, a sufragar un estudio antropométrico de la mujer española. La información, publicada en IDEAL del 27 de agosto de 1967, hacía referencia a la llegada a Granada del equipo de investigación, dirigido por el doctor López Fernández. Venían a Andalucía tras medir a las catalanas, gallegas, vascas, cántabras, castellanas, extremeñas, valencianas y murcianas. El propósito era, por un lado, el conocimiento científico del desarrollo de la mujer y, por otro, aprovechar estos conocimientos “para la confección de prendas femeninas de todas clases, de manera que cualquier mujer pueda vestirse de pies a cabeza sin necesidad de la fastidiosa tarea de la confección a medida que tanto tiempo hace perder y a tantas mujeres dejas disgustadas con una prenda que no le cae bien luego de gastarse buenos dineros”, cuenta el redactor de IDEAL. El estudio comprendía las medidas de más de seis mil mujeres encajadas en tres clases según la esfera social a la que pertenecían: alta (hijas de profesionales liberales y empresarios), media (empleados y obreros especializados) y baja (braceros y peonaje) pero “una mujer de ambiente rural e hija de labriegos puede muy bien ser clasificada en el primer grupo y viceversa”. El primer obstáculo a salvar fue el pudor de la chicas a ser medidas, ya que tenían que despojarse de algunas prendas externas. Para evitarlo, se contrató a dos señoritas ayudantes técnicos sanitarios que se encargaban de hacer las mediciones mientras el doctor López Fernández permanecía fuera de la sala durante esta tarea. En cuanto a las andaluzas, a pesar de ser pronto para una conclusión, el doctor podía avanzar que teníamos una media de unos 40 a 60 kilos y una figura muy estilizada. “La que no sigue pauta -declara el médico – es la mujer rural casada , que apenas contrae matrimonio se despreocupa totalmente de su figura”. El siguiente paso era medir a la población masculina aunque, continua el doctor, será más complicado porque “el hombre se resiste más a dejarse ver en ropas menores”.

[*] artículo publicado en IDEAL el 27 de agosto de 1967

[*] Artículo publicado el 21 de febrero de 2008 sobre la clasificación antropométrica de la mujer española según un estudio puesto en marcha por el Ministerio de Sanidad

Buscadores de oro

Su fotografía, en la contraportada de IDEAL, me recuerda a un personaje de un cuento de Jack London. Enrique González era un motrileño que llevaba más de treinta años subiendo a la ciudad para probar suerte en la cuenca del Darro o del Genil. Hacía tiempo que había enseñando el oficio a sus hijos, que esa primavera del año 50 trabajaban a su lado. Viejo y cansado, con la piel oscura de tantos soles, lavaba la arena del río con una vieja sartén en el recodo de San Pedro, su lugar favorito, donde el agua hace un remanso, y las arenas son más ricas en partículas doradas. Todavía tenía la ilusión de que un golpe de suerte le liberara de su modesta posición social. Desde Plaza Nueva hasta Jesús del Valle hay oro procedente de la colina del Generalífe, y no era extraño encontrar en la batea, si no el mineral, sí trozos de monedas y objetos de adorno musulmanes erosionados por la acción de las aguas y el tiempo. Hoy ganará unas 20 o 30 pesetas, jornal modesto para el duro día de trabajo. El gramo se pagaba a 52,50 pesetas y no era raro extraer dos gramos y medio o tres cada seis días. Mark Twain no contó su historia, pero cuando ya el oficio en la ciudad ha desaparecido, la silueta del buscador de oro junto al Paseo de los Tristes se me antojo irresistiblemente romántica.

[* Buscadores de oro en el río Darro. Torres Molina/Archivo de IDEAL 22 de julio de 1948]

Casi cuarenta años después, en el verano de 1987, un grupo de cinco personas se afanaban en la búsqueda de oro en las aguas del río Genil, en las cercanías de la Fuente de la Bicha. Empleaban doce horas diarias en lavar la arena aurífera. Utilizaban como herramientas una sartén, para sacar la tierra y una tabla escalonada, que la filtraba y dejaba adheridas en su superficie las partículas de oro. Y todo por un jornal de entre dos y tres mil pesetas, que conseguían de la venta de pequeños frascos cargados de partículas de oro puro en los establecimientos de compra-venta de metales preciosos. Con ese dinero subsistían varias familias que, ante la falta de trabajo, optaron por este método para ganarse la vida, como ya lo hicieron sus antepasados en las aguas del Darro aunque, tal y como contaba uno de los buscadores de oro ,“allí no nos atrevemos a ir por miedo a que nos atraquen”. Ya quedaban pocos, pero en años anteriores, durante los meses de estío, se vivió una auténtica “fiebre del oro”. Sin embargo el trabajo era tan duro, que no muchos aguantaban más de una jornada. Tampoco la Policía lo ponía fácil, pues las ordenanzas municipales prohibían esa actividad. Así, junto a un asentamiento de gitanos nómadas acampados en la ribera del río, los nuevos buscadores de oro del siglo XX arañaban el caudal hasta la llegada de las lluvias.

[* Eduardo Martos, ‘El Fontanero’ busca oro en el cauce del río Genil a la altura de la Fuente de la Bicha González Molero/Archivo de IDEAL 23 de agosto de 1987]

La parada de Pinos Genil

Esta es una foto que subo al blog simplemente por darme un gustazo. Bueno, reconozco que he ido a buscarla porque ayer me dí un homenaje en Los Cazadores y, a la salida, un familiar me hablo de la parada del tranvía de la Sierra en el pueblo.

Esta fotografía es de enero de 1964, tras la restauración y limpieza de la estación. Cuenta la crónica de IDEAL que acompaña a la foto que, tras la de Pinos, se procedería al arreglo de la estación de «Cenes y andén de partida del Ferrocarril situado a la entrada de la Carretera General, frente a la Cruz de los Caídos, mejoras todas que aumentarán el atractivo turístico de la más alta carretera de Europa»

[*]Foto de Torres Molina

Comienza el derribo de la plaza de toros del Triunfo

En la portada del periódico IDEAL de hace 64 años unas fotografías recuerdan ahora otro de los momentos históricos de esta ciudad: el inicio del derribo de la plaza de toros del Triunfo.

Los trabajos comenzaron con la demolición de la techumbre de los palcos de sombra. Cuenta el periódico que «en los solares resultantes se proyecta construir cuatro grandes bloques de viviendas con una plaza circular en el centro, donde se instalará con el mayor decoro, el monumento de la Inmaculada».

La plaza del Triunfo fue construida por iniciativa del empresario cordobés Pedro Álvarez de Moya. La primera corrida se celebró el 3 de abril de 1880, alternando Lagartijo, Frascuelo y Caraancha, con toros de Miura. En sus 68 años de vida la plaza fue reformada en dos ocasiones; una, poco después de ser inaugurada, ya que un ciclón derribó las andanadas que eran de madera, la otra, en 1913. En su ruedo encontró la muerte ‘Atarfeño’ y solo vio una alternativa, la del torero almeriense Antonio Guerrero ‘Guerrerito’.

El descubrimiento del mamut de Padul

A mediados de julio de 1982, un equipo del departamento de Paleontología de la Universidad de Granada y del Museo Arqueológico comienza a trabajar en la turbera del Aguadero de Padul donde unos días antes un tractor había dejado al descubierto los restos de lo que parecía un elefante. IDEAL lo comunicaba a sus lectores en los primeros días de agosto de hace ahora 30 años. La doctora Ana Mazo Pérez, del CSIC, hizo público que los restos encontrados pertenecían a un ‘Mammuthus Burnett’, el más meridional de los encontrados de dicho género en Europa.  «Este ejemplar se encontraba recostado, envuelto por la turba del pantano. Los huesos se deshacían al cogerlos debido a la gran humedad que hay en esa zona pantanosa. Los expertos le aplicaron un tratamiento especial al esqueleto para que adquiriesen de nuevo cohesión tras proceder a su secado», contaba la crónica del periódico sobre el hallazgo. Y continuaba, «el minucioso trabajo de desentierro de las múltiples piezas y su extracción sin que se estropeara fue posible gracias al rellenado de las articulaciones con poliuretano líquido, que al secarse da una consistencia al armazón y permite el secado de los huesos y su posterior restauración». Entre los miembros del equipo de trabajo se encontraba Isidro Toro y Manuel Fernández Magán.

No se trataba de la primera excavación que se realizaba en la zona. La primera se llevó a cabo en 1973, continuó en el 82 y en 1983. El hecho de ser los restos hallados más al sur, confirmó que Granada pertenecía a una franja ártica de muy baja temperatura. Posteriormente, un estudio de los restos con carbón radiactivo a demostrado que poseen una edad de entre 35.800 y 25.700 años.

Cierra el cine Príncipe

A las 11 de la noche del 25 de junio de 1987, el cine Príncipe ofreció su último pase. Su andadura cinematográfica terminó curiosamente con la película «Le Bal» (Sala de Baile) de Ettore Scola. Finalizaba así una nueva etapa de un local que comenzó siendo un almacén, luego un cine y desde el 28 de febrero de 1970, la más prestigiosa sala de arte y ensayo de la provincia. «Sedotta e Abbandonatta», de Pietro Germi, fue la película con la que el Príncipe inició su nueva andadura. Por la pantalla del Realejo pasaron también filmes como «Jules e Jim», de François Truffaut, «El Manantial de la Doncella», de Ingmar Bergman, o «Ser o no ser», de Lubitsch.
Cinco años más tarde, José Nadal, propietario del Príncipe, se hizo con la exclusividad para la proyección de películas de arte y ensayo en Granada y, con esta misma filosofía, reinauguró el cine Alhambra, en la calle Molinos.
El Príncipe cayó hace 25 años reconvertido en el «Corral del Príncipe», patio flamenco con bar, restaurante, pista de baile y escenario para actuaciones en directo. El Alhambra dejó de proyectar películas en febrero de 1989 para abrir, en 1992 como teatro. Se despidió con «Angustia», de Bigas Luna, (por cierto tan solo unos días después de que el Aliatar cerrara sus puertas). En Granada, en menos de veinte años se clausuraron salas como el Capitol, Gran Vía, el cine Granada, Apolo, Central, Albaycín, o el Regio. El verano que cerró el Príncipe, tan solo trabajaban el Madrigal, Multicines Centro, Isabel la Católica, Aliatar y Alhambra. También funcionaban las terrazas de verano de Vergeles, Las Flores, Tívoli y Central.

Subida del pan por Miranda

El tiempo pasa, pero hay titulares y portadas de hace algunos años que podrían servir para hoy.  Por eso les paso este chiste de Martín Morales, publicado el 17 de agosto de 1977. Entonces se denunciaba la subida del precio del pan

Prohibida la venta de novelas porno

Bajo el titular ‘Recogida de folletos pornográficos’, el IDEAL del 3 de agosto de 1932 informó sobre la orden del teniente de Seguridad de la ciudad de la retirada de novelas eróticas que se podían adquirir en los quioscos de plaza Nueva, Gran Vía, plaza de la Trinidad y Puerta Real. En total, la Policía se incautó de 296 publicaciones (el redactor no dio sus títulos). En el quiosco de Puerta Real, contaba la crónica del suceso, Isidro Burgos, hermano del dueño del establecimiento, intentó evitar el embargo. Se reveló contra la autoridad y, mientras gritaba «si era eso la libertad», fue llevado a comisaría por el cabo y los guardias  Antonio Porras, José Mármol y Andrés Ferrer. Pero este no era el único problema que preocupaba esos días de caluroso verano a los granadinos.

El pan casero subió  hasta los 55 céntimos y el pan blanco, hasta los 62,50.

Por otro lado, los obreros mineros que trabajaban en la canalización de agua potable de la Sierra se reunieron con el alcalde para protestar por la amenaza de cancelación de la obra, ya que el municipio había dejado de pagar al contratista. Los trabajadores aportaron dos soluciones: estaban dispuestos a cobrar la mitad del jornal, o a cobrar en especie por valor de la mitad de su salario y que retirarían diariamente de un economato hasta que el Ayuntamiento abonase la cantidad que debía. A pesar del sacrificio que estaban dispuestos a hacer los trabajadores, el contratista se negó a aceptarlo.

Chavela con Lorca

Chavela se despidió de Granada a los 85 años con dos conciertos en la Huerta de San Vicente. Plantada en el escenario, con su característico poncho rojo, ‘la Llorona’ llenó dos días la casa de verano de Lorca.

«Mejor no digo nada, verdaderamente no puedo. Se vienen de golpe todos los recuerdos. Esta es una noche de saudades», dijo la señora de pelo de plata y carne morena.

La redactora de IDEAL Ángeles Peñalver contó tan bonito los sentimientos de esa «noche de saudade y Llorona», que el mejor recuerdo que se me ocurre es el de dejarles que relean esta crónica.