Un robo ‘elegante’

Corría el mes de diciembre de 1934 y un  grupo de malhechores planeaba en Granada el ‘atraco del siglo’. El objetivo era la joyería ‘La Purísima’, local que los hermanos López Secano regentaban en la calle Reyes Católicos. La banda, que estaba dirigida por un conocido «pistolero» malagueño (que vestía de forma elegante, se alojaba en los mejores hoteles de la ciudad y conducía un impecable Buick), estaba formada por,  entre otros, dos granadinos, uno de ellos, en prisión en el momento del suceso por un delito de robo.

Pero los criminales no contaban con la astucia del inspector general de Policía, Vicente Santiago, que conoció el plan por un chivatazo y se desplazó desde Madrid hasta la capital granadina para encargarse él mismo de este caso. Los agentes descubrieron el túnel que los delincuentes habían construido para perpetrar el robo.  Se accedía a él por el colector del alcantarillado de la calle Príncipe, y  desembocaba en el sótano de la citada joyería. Durante varios días vigilaron sin cesar los accesos al Embovedado desde la Acera del Darro. Los ladrones llegaron incluso  a realizar el butrón pero, al encontrarse con que las alhajas se guardaban en una caja fuerte, decidieron posponer el robo hasta contar con el material necesario para abrirla. Varios miembros de la banda se desplazaron hasta Algeciras para conseguir las herramientas, lo que permitió a la policía planificar la operación para pillarlos ‘in fraganti’.

Los malhechores debieron tardar unos siete días en la construcción del túnel que tenía una altura de una persona y unos 80 centímetros de ancho. Cuando los agentes inspeccionaron el subterráneo descubrieron huellas junto a la pared de otra joyería de la zona y en  bajo del Banco Español de Crédito.

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César Girón, en la serie «Curiosidades Granadinas» publicadas por este diario, investigó el tema en profundidad. Aquí les dejo el artículo publicado el 11 de noviembre de 2006 con la historia interesantísima del suceso.

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Andaluces de diciembre

El año 1979 el día de Andalucía se celebró el 2 de diciembre. Un año antes, en 1978, la firma del pacto de Antequera unió a los partidos andaluces en un objetivo común: conseguir la autonomía.

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Acordaron festejar el día de todos los andaluces el 4 de diciembre (aunque se celebraría el primer domingo del mes) día en el  que, también un año antes (1977) millones de andaluces había salido a la calle a favor del autonomismo.andalucia_79

El 4 de diciembre de 1977 se celebró el primer día de Andalucía con manifestaciones de afirmación autonómica en todas las provincias, empañadas por la muerte de Manuel García Caparrós, que falleció de un disparo en Málaga al intenta       colocar una bandera andaluza en el edificio de la Diputación.

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En Granada, en aquel día de diciembre cerca de 100.000 personas participaron en la manifestación. Al grito de «Andalucía por su autonomía», centenares de banderas y pancartas verdiblancas recorrieron la ciudad, desde los paseos del Salón y la Bomba, pasando por la carrera del genil, Puerta Real y Reyes Católicos hasta Plaza Nueva donde el senador de UCD Antonio Jiménez Blanco, leyó el comunicado conjunto:

«Hoy, ya superado el largo periodo de carencia de libertades, este pueblo puede de nuevo hacer oír su voz y lo hace clamorosamente, debido a la progresiva toma de conciencia que se ha ido produciendo a lo largo de los últimos años, de que los graves problemas de Andalucía encontrarán mejor solución dentro de un marco autonómico, en el que los andaluces puedan decidir por sí mismos.

En Andalucía, en efecto, existen muchos y muy graves problemas: la emigración de los hombres  y los recursos; el elevado índice de paro, una difícil situación en el campo, que hace que unas tierras tan ricas como las nuestras no puedan garantizar el sustento de los que viven de ellas; una escasa y mal planificada industrialización unas condiciones de vida que son muy inferiores  a las de otras zonas del país. Todos ellos son problemas que exigen unas soluciones urgentes. […] ¡Viva Andalucía libre y autónoma!»

Fotografía de Torcuato Fandila
Fotografía del archivo de Torcuato Fandila

Aquel 4 de diciembre fue un día lluvioso. Al paso de la manifestación hubo algunos incidentes al aparecer banderas españolas en algunos edificios. En Puerta Real, se obligó a retirar la rojigualda y al paso por Reyes Católicos, en unos balcones donde había una colgadura de la bandera de España, se oyeron gritos de «fuera, fuera». Cuando terminó la marcha autonómica, algunos grupos con banderas republicanas se enfrentaron a la Fuerza Pública en Gran Vía. Hubo varios policías heridos y cuatro personas fueron detenidas.

En el año 1980, el Referéndum andaluz del día 28 de febrero, se convirtió en un hito aún más importante e hizo que la fecha festiva cambiase de mes y de día.

El primer ‘botellón’

La sempiterna jovialidad del estudiante se hizo notoria la mañana del uno de diciembre de 1934 cuando los jóvenes alumnos de la Universidad de Granada pidieron vacaciones con una fiesta que se celebró por las calles de la ciudad. Así lo contaba IDEAL en la crónica de la fiesta, publicada el 2 de diciembre de 1934:

«Las calles de Granada fueron, en la mañana de ayer, recorridas por una pintoresca comitiva, cuyos componentes habían requisado todos los coches de caballos existentes aún en las paradas de alquiler y llevaban a su paso gran algarabía; eran los estudiantes, que pedían vacaciones.

A las diez y media, la plaza de la Universidad se encontraba llena de coches y entre los estudiantes se advertía la preparación de «algo gordo».

Plaza de la Universidad durante unos disturbios. Fecha desconocida. Foto Fernando Moral/Archivo de IDEAL
Plaza de la Universidad durante unos disturbios. Fecha desconocida. Foto Fernando Moral/Archivo de IDEAL

 

La juerga comenzó con el ‘bautizo’ de un compañero, al que pusieron el nombre de ‘Vacaciones Humo del Puro’, después de verter sobre su cabeza el contenido de una botella de sidra en el estanque del Jardín Botánico. Aquellos días los excesos universitarios no estaban mal vistos y la ciudad aceptó como una divertida broma el desfase de los chicos. Los estudiantes pusieron una peseta por cabeza para alquilar  los trece coches de caballos que había disponibles, y desde la plaza de Derecho, enfilaron en cabalgata por el centro de la ciudad. Delante, ‘el neófito’ en brazos de su ‘madrina’ disfrazados para la ocasión, bebiendo directamente de la botella y al grito de «¡vivan las vacaciones!».

 

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Pero no eran tiempos para bromas. En octubre los obreros de Asturias se había sublevado y el temor a que la revolución se extendiera por todo el territorio tenía a las autoridades nerviosas. En Granada, el gobernador civil, Francisco Duelo, no tardó en reprobar este tipo de fiestas: «nada podrá disculpar su conducta si insisten, con el sabido propósito de adelantar las vacaciones de Pascua, en producir algaradas».

Duelo había destituido meses antes al alcalde Ricardo Corro Mocho, e incremento la vigilancia en las ‘rondas volantes’ para capturar ‘vagos y maleantes’:

«Quiero por tanto, adviertan ustedes que cuando se encuentro a un maleante en lagún establecimiento de bebidas o mala nota, su propietario o dueña será también detenido y cerrado el local si no se ha denunciado la presencia de este sujeto» , dijo a IDEAL el 5 de diciembre de 1934

 

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También se hablaba mucho aquellos días de la recogida de pobres de las calles de la ciudad, medidas que se tomaron para evitar cualquier sublevación.

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Guardias de asalto en la Plaza de la Universidad. Fecha desconocida. Fernando Moral/Archivo de IDEAL

Largas temporadas de esquí

Aquí les dejo una curiosidad sobre Sierra Nevada. Las largas temporadas para esquiar, que se prolongaban desde diciembre hasta agosto y las declaraciones de un joven esquiador, campeón universitario: Jerónimo Páez. Se publicó el 26 de noviembre de 1964.

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Pepe Real ficha por EAJ 16

Muchos le recordamos porque fue el pionero de los locutores de radio en Granada y la entrañable voz que cada Navidad animaba a la solidaridad de los granadinos con su tradicional ‘Subasta de las Ilusiones’ con la que se recaudaban fondos para los niños de la Clínica de San Rafael. Pero quizás no todos recuerden que Radio Granada, EAJ 16, lo ficho después de aprobar unas oposiciones que, además, fueron las primeras oposiciones a «speaker» que se realizaban en España. La prueba, que se llevó a cabo el 18 de noviembre de 1934, hace 80 años, consistió en la realización de tres ejercicios en los que los treinta y ocho aspirantes (entre ellos cuatro «señoritas») mostraron sus dotes para leer y pronunciar bien, conocer la castellanización correcta de las palabras extranjeras, redactar rápidamente, improvisar con celeridad un discurso y, sobre todo, debían de tener buena voz.

Primer ejercicio: Lectura ante el micrófono de unos cuantos recortes de prensa de dos partidos de fútbol internacionales, uno disputado en Italia y otro en Barcelona; una noticia de carácter social de París; la composición de un nuevo gobeirno francés; una cotización en bolsa; una poesía y un parte meteorológico.

Segundo ejercicio: Tres minutos para redactar tres notas escogidas por sorteo entre siete.

Tercer ejercicio: Desarrollo de tres temas de índole publicitario, entre ellos, varias cuñas para anunciantes de distinta índole, enlazados con conversación amena.

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La plaza estaba dotada con cuarenta duros de sueldo mensual. El tribunal eligió a José Real Garfia, la voz que iba a acompañar a los granadinos durante 37 años. La emisora decana de las ondas granadinas llevaba funcionando dos.

Pepe Real era de Valladolid. Estudió en la Escuela de Magisterio y trabajaba en una empresa de publicidad de la Plaza del Carmen y en los Almacenes La Paz, ‘recitando’ el género y las ofertas a través de un micrófono, cuando entró a trabajar en la radio.

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Pepe murió en junio de 1981.

Pepe Real en Radio Granada. Fecha desconocida. Torres Molina/Archivo de IDEAL
Pepe Real en Radio Granada. Fecha desconocida. Torres Molina/Archivo de IDEAL

La Acera del Darro va tomando forma

Este recorte de IDEAL tiene 55 años. Se publicó el 8 de noviembre de 1959, durante las obras de reforma del Embovedado. La calle poco a poco iba adoptando la fisonomía que conocemos en la actualidad. Pero no se pierdan el textito que acompaña a la fotografía, que describe muy bien cómo era y cómo latía la céntrica vía.

 

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Colón rodeado por semáforos

En los primeros años de la década de los 60, los semáforos ‘crecían’ en la ciudad como setas de temporada. Comenzaron a instalarse en abril de 1958: «durante todo el día se trabajó en la apertura de las zanjas para la instalación eléctrica que partirán desde la acera del hotel Victoria, para cruzar hasta la ‘isla’ del refugio de tranvías en el centro del Embovedado; de allí partirá otro indicador hasta la altura de la nueva casa de Correos; otro para el cruce de Ganivet; una red que servirá para regular el cruce de Reyes Católicos, a la altura de Costales, y un último para el paso de Mesones, a la altura del café Granada» (IDEAL 17/4/58). En Reyes Católicos se instaló uno junto al Bernina, otro a la altura del edificio antiguo de Correos y el último en Gran Vía, al nivel de la calle Cárcel.

Artículo publicado en IDEAL el 17 de abril de 1958
Artículo publicado en IDEAL el 17 de abril de 1958

Contentaron a pocos, porque nadie entendía muy bien su funcionamiento (IDEAL incluso publicó en varias ocasiones el significado del color de las luces), y era divertido escuchar a los animados peatones decir a coro ‘¡Ahora!’ cuando se encendía la luz amarilla.

 

Siluetas animadas. Publicado en IDEAL el 10 de mayo de 1958
Siluetas animadas. Publicado en IDEAL el 10 de mayo de 1958

Así comenzó la historia… los semáforos funcionaban… cuando querían (en marzo de 1960, se adjudicó al contratista Roldán Girón, las obras de adaptación de un local que sirviera como taller de reparación de estos aparatos), pero poco a poco los ciudadanos se iban acostumbrando a ellos, e incluso los reclamaban. Por ejemplo, este periódico publicó una carta al director solicitando indicadores luminosos para la calle Calvo Sotelo (la actual avenida de la Constitución) tras el accidente que costó la vida a un niño.
También costó un poco ganarse el respeto de los ciudadanos y no eran pocas las crónicas que denunciaban lo costoso de la instalación para el poco caso que se les hacía.

Puerta Real. Publicado en IDEAL el 19 de abril de 1961
Puerta Real. Publicado en IDEAL el 19 de abril de 1961
14 de junio de 1962
14 de junio de 1962

El 17 de octubre de 1959 el pleno del ayuntamiento aprueba el proyecto para la instalación de la red de semáforos de la calle Recogidas por valor de 234.754 pesetas.

En el cruce de Calvo Sotelo con Gran Vía, otro de los primeros semáforos que se instalaron en la ciudad. Fecha desconocida. Torres Molina/Archivo de IDEAL
En el cruce de Calvo Sotelo con Gran Vía, otro de los primeros semáforos que se instalaron en la ciudad. Fecha desconocida. Torres Molina/Archivo de IDEAL

En aquel noviembre de 1964, por centrar esta historia en la efeméride que hoy ocupa esta sección, la reforma de la plaza Isabel la Católica plantó otros tantos, hasta el punto de que circular era complicadísimo. Las crónicas contaba que ‘crecieron’ doce semáforos en el cruce de la nueva plaza y decían que estaban tan cerca unos de otros que a los conductores les daba tiempo a memorizar los letreritos del monumento en su intento por girar de Reyes Católicos a Gran Vía. Nunca hicieron tanta falta los guardias urbanos, aquellos a los que el nuevo invento había desahuciado.

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Publicado en IDEAL el 17 de noviembre de 1964
Publicado en IDEAL el 17 de noviembre de 1964

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Andar por casa

La Fuente de las Batallas en una imagen de principios del siglo XX. Torres Molina/Archivo de IDEAL
La Fuente de las Batallas en una imagen de principios del siglo XX. Torres Molina/Archivo de IDEAL

En los años 70, IDEAL publicaba una interesantísima sección en la que el fotógrafo Torres Molina, el redactor Manuel Gómez Montero y el dibujante Martín Morales unían sus artes para mostrar el pasado, presente y futuro de Granada. Con nostalgia e ironía daban un repaso a imágenes de la ciudad que quedaron en el recuerdo de los que las conocieron; a su presente, que vivían rodeados de tráfico y ruido; y a un futuro (el que vive nuestra generación) que, en muchos casos Martín Morales imaginaba muy parecido al que nos ha tocado vivir.
Un ejemplo de los temas que se abordaban en esta sección es el tríptico de imágenes que acompaña este artículo. Puerta Real, con la Acera del Casino, el Embovedado, el arranque hacia la Acera del Darro (en los 70 avenida de José Antonio) y la Carrera del Genil. En el pasado, el túnel que cubre el Darro terminaba en la misma Puerta Real para seguir descubierto hasta su unión con el Genil. En octubre de 1939 se dieron por concluidas las obras de cobertura del río entre el Puente de Castañeda y su desembocadura. El Embovedado en el tramo de Reyes Católicos y Castañeda se acabó en 1884, con la ‘panza’ que impedía ver un cuerpo completo de una persona desde la Acera del Casino a la del Darro. En el 40, se presentó un ambicioso proyecto de reforma de la zona. Los trabajos terminaron hacia el 43. Se colocó la Fuente de las Batallas, hasta entonces situada entre los paseos de la Bomba y el Salón en una rotonda donde daban la vuelta las líneas del tranvía. ‘Tontódromo’ oficial de las parejas en los años 50, en los 70 la calzada lucía amplia, con sus jardincillos que sorteaban los peatones al cruzar y su ‘estación de tranvías’ junto a la Fuente.

Tráfico en la Fuente de las Batallas en una imagen de septiembre de 1970. Torres Molina/Archivo de IDEAL
Tráfico en la Fuente de las Batallas en una imagen de septiembre de 1970. Torres Molina/Archivo de IDEAL

El pilar se ‘mudó’ unos metros cuando se construyó el aparcamiento en 1991.
Para el futuro, Martín Morales imaginó la mejor parada para un telesilla al Pico del Veleta.

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Adiós al viejo «Rastro»

Era un recinto casi oculto, pero estaba en el corazón de la ciudad. El castizo Rastro granadino, que en sus tiempos estaba junto al descubierto río Darro, tenía un patio interior parecido al de una corrala. Una balaustrada jalonaba la fachada del piso alto, ocupado por viviendas, donde antaño las vecinas tendían la ropa mientras canturreaban. En la parte baja, aún podía sentirse el martillear de los forjadores en sus fraguas artesanas. Pero lo que un día fue orgullo de sus ocupantes, había llegado a ser un montón de ruinas y un borrón negro en la fisonomía de una ciudad que quería rejuvenecerse a golpe de piqueta. Además, el derribo de aquellas casuchas solucionaría la ordenación de la Acera del Darro, una de las vías más importantes de acceso a Puerta Real. «La inexorable ley de vida, por una parte y las necesidades viarias de nuestra rejuvenecida urbe por otra, han venido a dar al traste con la caduca y cochambrosa existencia del castizo Rastro granadino, señor un día de la Carrera de la Virgen, con su abigarrado colorido y sones de vecinas». Por otro lado, el vetusto inmueble era un «estorbo para las riadas de vehículos que Granada atesora ya», comentaba la crónica publicada en este diario.

Imagen del interior del Rastro de la Carrera de la Virgen de Granada. Octubre de 1968. Torres Molina/Archivo de IDEAL
Imagen del interior del Rastro de la Carrera de la Virgen de Granada. Octubre de 1968. Torres Molina/Archivo de IDEAL

Se iba a urbanizar y pavimentar «la que ha de ser hermosa y tan céntrica vía que el feo nombre de Acera del Darro lleva y la presencia de esta anciana edificación había de ser eliminada, porque, otra razón más y desde el punto de vista municipal más poderosa, estaba fuera de línea», continúa la crónica publicada en este diario el 19 de octubre de 1968.
Aquel recinto, que había sido parada de ‘La Motrileña’ y había acogido un ‘circo gallista’, estaba todavía ocupado cuando se proyectó su demolición en octubre de 1968. Entre sus inquilinos había un taller de soldadura, la oficina de la línea de viajeros Granada-Dílar y un tapicero que antes había trabajado en las diligencias y que nació en el Rastro.
Inicio de los trabajos de demolición del Rastro de Granada. Octubre 1968. Torres Molina/Archivo de IDEAL
Inicio de los trabajos de demolición del Rastro de Granada. Octubre 1968. Torres Molina/Archivo de IDEAL

Pájaros en Bibrambla

La plaza de Bibrambla exponía su zoco mañanero. En él, se podían adquirir desde una piedra de mechero a una canasta, pasando por un manojo de ajos, un reloj antiguo o un ánfora de cobre. En este puesto que fotografió Torres Molina, un chico despacha una pajarería ambulante. Era septiembre de 1970
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