Dos inexpertos malhechores que se asustan en presencia de su víctima; una criada tan sorda que no oyó ni vio nada; el hijo con discapacidad intelectual que, aunque vio a los asesinos, su testimonio no fue aceptado; un albañil que en el momento en el que se oyó el disparo estaba durmiendo junto al lugar del crimen, pero que aseguró a la Policía no haberse enterado de nada; un marido, en principio sospechoso, y su esposa, Matilde Huertas Ruiz, muerta de un disparo en la cabeza. Son los protagonistas del intrigante suceso que tuvo lugar la noche del 22 de mayo de 1957 en el cortijo «La Cañada» de Píñar, tan complicado de resolver, que el policía granadino Miguel de Guisado Ladrón de Guevara necesitó la colaboración de los inspectores de la B.I.C de Madrid José Hurtado Martínez y Miguel Núñez Ferrer. El crimen se resolvió la noche del 6 de noviembre de ese mismo año, con la detención de Epifanio Castillo Escalona y Francisco Pinel Molina, ambos de Cogollos Vega, como los autores del asesinato. La pista principal fue la aparición, junto a un árbol cercano a la casa, de un billete de tren y trozos de papel de una carta destruida que, una vez pegados con papel celofán, desvelaron el nombre de uno de los acusados. El primero, de la familia de «Los Castillicos», era hermano de varios guerrilleros que habían pertenecido a la partida de «Olla Fría». El segundo, Pinel, había trabajado como peón en la casa que asaltaron. Su plan pretendía conseguir dinero fácil secuestrando a Emilio Martínez Jerez, dueño de una finca de Píñar. La noche del suceso entraron en la vivienda con la cara cubierta con pañuelos doblados en pico, encañonaron al dueño e intentaron llevárselo. Sus gritos sobresaltaron a la esposa que, lejos de amedrentarse, se enfrentó a los asaltantes. Uno de ellos, según la crónica de IDEAL, se asustó y disparó a la mujer que cayó muerta con la frente destrozada. A pesar de que la casa estaba llena de gente, nadie vio ni oyó nada. Tras un interrogatorio en el que, según la policía, confesaron el crimen, los dos detenidos ingresaron en la prisión provincial. Un tribunal los condenó a veinte años de cárcel por homicidio , seis por tentativa de detención ilegal y el pago de 200.000 pesetas al marido de la víctima.