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La voz de Miguel Fleta en la Torre de la Vela

El recuerdo de las noches de música y teatro del Corpus, del que ya hablé en un post anterior, recuperaba la figura de Miguel Fleta, un tenor lírico aragonés muy conocido a principios del siglo XX que pisó los escenarios granadinos en numerosas ocasiones y me ha venido a la memoria un artículo de Juan Bustos publicado en IDEAL (8 de diciembre de 1997) en el que contaba una preciosa  anécdota del cantante en Granada.

Era conocido -asegura Bustos- que Fleta descuidaba su salud y su garganta (su carrera artística fue corta. Murió joven, con 40 años en mayo de 1938 casi sin voz). Una vez,  se subió a cantar a la Torre de la Vela y pidió a sus amigos que le escucharan desde el mirador de San Nicolás, adonde llegó, en el silencio de las noches granadinas de aquellos tiempos la fabulosa voz del tenor, atenudada por la distancia, pero con la claridad suficiente como para emocionar a todos.

M._Fleta

 

Rigoleto, Tosca, Aida, Turandot… el Teatro Real, la Scala de Milán, los mejores teatros de América Latina…Fleta, el humilde cantante de jotas convertido en el tenor español más famoso del mundo, comenzó a cantar zarzuela cuando su voz, antes cálida y aterciopelada, comenzó a fallarle. Murió en mayo de 1938. En el mes de abril, este periódico anunció una actuación benéfica en Granada que no llegó a celebrarse: sería en el Teatro Cervantes a beneficio de la obra social del «Auxilio de Invierno».

Del Corpus al Festival

Las fiestas más castizas de Granada siempre han constituido un buen argumento para la música. Fueron el origen del Festival  Internacional y el descubrimiento del Palacio de Carlos V como el escenario más privilegiado. Fue durante las fiestas del Corpus de 1883 cuando se abrió al público el recinto renacentista «para dejar oír en su soberbio redondel los alegres ecos de una magnífica orquesta», decía La Tribuna, un periódico de la época recogido en el libro ‘Los conciertos en la Alhambra 1883-1952’ de Rafael del Pino. Los primeros fueron recitales matinales «á grande orquesta», hasta 1887 cuando comienzan a celebrarse grandes conciertos sinfónicos. En aquel año, el Ayuntamiento programa lo mejor del panorama musical de la época: Tomás Bretón y la Orquesta de la Sociedad de Conciertos de Madrid. Desde aquel momento las veladas sinfónicas del Corpus se constituyen en constante y la participación del maestro Bertón, casi en una tradición. El músico volvería a Granada en varias ocasiones con programas que incluían a Beethoven o Wagner. La cita musical del Corpus se consolidaba año a año con la participación de Fernández Arbós y la Sinfónica de Madrid,  Bartolomé Pérez Casas, Conrado del Campo, Ernesto Halffter o Ataulfo Argenta. La Alhambra va cobrando protagonismo como escenario y, en 1922, en la plaza de los Aljibes, se celebra el Concurso del Cante Jondo, también durante las fiestas del Corpus. Tras el paréntesis que supuso los años de Guerra Civil, y la austeridad que continuó en los primeros años de la década de los cuarenta, la vida cultural granadina va adquiriendo cada vez más protagonismo. La ópera también estuvo muy presente en la programación  de las fiestas con las intervenciones del gran tenor Miguel Fleta. Acontecimientos musicales, muchas veces con la entusiasta aportación del Centro Artístico, que fueron configurando la vida cultural de Granada y que dieron relevo, casi setenta años después, al magnífico Festival.

y también teatro Como ‘Sueño de una noche de verano’ dirigido por Pepe Tamayo con Asunción Balaguer en el escenario del Carlos V el 21 de junio de 1946 /Torres Molina
Y también teatro, como esta escena de ‘Sueño de una noche de verano’ dirigido por Pepe Tamayo con Asunción Balaguer en el escenario del Carlos V el 21 de junio de 1946 /Torres Molina

El Corpus de los pequeños

La chiquillería madrugadora miraba en la plaza Bib Rambla los chafarrionones de colorido de las carocas. Luego escoltaban a los gigantes, que casi rozaban los cables del tranvía, y a los cabezudos, al dragón y la tarasca en el desfile de La Pública. El Embovedado, donde se instalaban las atracciones, se llenaba de la alegría abigarrada y verbenera de los tiovivos, los circos y las barracas
Y para que las fiestas fueran de todos, y que ningún pequeño dejara de disfrutarlas, el Negociado de Instrucción Pública del ayuntamiento organizaba con mimo el Día del Niño. No se trataba sólo de hacer que los más chicos pasaran una jornada festiva, sino que animaban a familias a invitar a comer a sus casas a niños sin recursos, se repartía cunas y hatillos para los bebés nacidos en el día del Corpus, juguetes para los enfermos de San Rafael y premios para las parejas que hubieran adoptado a chavales abandonados, además de abonar el alquiler durante un año a las familias numerosas más necesitadas de recursos. Pero el espectáculo más deseado era el que se ofrecía en la Plaza de Toros del Triunfo, reservada por un día para los niños de las escuelas gratuitas y orfelinatos de Granada. Acompañado por una merienda (bollo de pan con chocolate, queso y naranja), el festival contaba con los mejores números de los circos que visitaban la ciudad.

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Las dianas militares de las fiestas del Corpus

Volvían las fiestas  y Granada se despertaba temprano, a las seis de la mañana, oyendo los marciales sones de la diana militar, alegre repiqueteo de las campanas de conventos y parroquias y el fulminante estruendo de los arcabuceros y artilleros de la Alhambra y los del Palacio de Bibataubín.

La diana militar era  uno de los actos más antiguos que se celebraban durante la feria del Corpus. Data de la época de la primera Capitanía General y obedecía a un acuerdo al que llegaron el Ayuntamiento y la autoridad militar con el fin de obtener una armoniosa convivencia entre las poblaciones civiles y militares granadinas, quizás por esto solo tocaban los acordes bélicos ante los edificios de Comandancia militar y el Ayuntamiento y en su desfile por las calles de la ciudad interpretaban una diana de paz a base de piezas musicales del sentir popular.

Antiguamente, el desfile gozaba de una fastuosidad que se fue perdiendo con el tiempo. Soldados con elegantes uniformes, el lujo de plumeros blancos y de ros brillantes que hacían competencia en despedir destellos a los sables pulidos. También se estableció como costumbre que los ciudadanos se situaran ante el Gobierno Militar y era obligado, tras oír el toque de diana, ir a comer unos churros y una copa de aguardiente.

Soldados desfilan en la procesión del Santísimo el 27 de mayo de 1948. Torres Molina/Archivo de IDEAL
Soldados desfilan en la procesión del Santísimo el 27 de mayo de 1948. Torres Molina/Archivo de IDEAL

El ayuntamiento solían obsequiar con un desayuno a los soldados que formaban parte del pelotón. También les entregaba entradas para los toros, en mejor o peor situación según la categoría militar de cada uno. Además durante las fiestas tenían libertad para salir del cuartel  hasta las doce de la noche. Cuenta un artículo de IDEAL de 1935, que la gran vistosidad de la diana mermó considerablemente al marchar de Granada el Regimiento de Lusitania. Aquellos uniformes tan vistosos que llevaban los soldados, los gorros con vueltas amarillas, los correajes y espuelas proporcionaban prestancia al espectáculo. Cuenta el periódico que en los años 30 el desfile se había reducido a unos cien hombres, vestidos de caqui y que marchaban muy deprisa.

Desde que se fuera el Lusitania, continúa IDEAL, solo tocan diana pública en el Corpus las bandas de música, tambores y trompetas de los Regimiento de Infantería y Artillería. La del primero estaba integrada por 36 músicos a los que se les unía una comitiva de soldados que formaban la banda de cornetas y tambores. El Regimiento de Artillería colaboraba también con la banda de trompetas que se unía con los primeros en la plaza de las Descalzas. Tocan diana e inician su marcha para cubrir el itinerario que solía ser San Matías, Campillo, Carrera del Genil, Reyes Católicos y Ayuntamiento. Tras el desayuno continuaban la marcha hasta Plaza Nueva, calle del Príncipe, Bibrambla, Arco de las Cuchares, Mesones, Duquesa, San Juan de Dios, Triunfo, Gran Vía y vuelta a la plaza de las Descalzas («toda la ciudad» decía el redactor).

Soldados al paso de la procesión en una imagen de 1954. Torres Molina/Archivo de IDEAL
Soldados al paso de la procesión en una imagen de 1954. Torres Molina/Archivo de IDEAL

(IDEAL 20 de junio de 1935. Página 19)

Espectacular incendio en la Plaza del Carmen

El 26 de junio de 1943 se declaró un espectacular incendio en el arco monumental levantado en la Plaza del Carmen durante las fiestas del Corpus. La causa fue el estallido de las lámparas eléctricas que adornaban el altar. El fuego comenzó a las 11 y media de la mañana y, en pocos minutos, adquirió proporciones aterradoras que hacían temer que las llamas acabaran con varias manzanas de casas. El pánico cundió entre los comerciantes y vecinos de la hilera de casas continuas al Bernina, que comenzaron a desalojar los artículos y líquidos de fácil combustión y a lanzar agua desde los balcones. La casa del número 18 de la calle Reyes Católicos fue la que sufrió más daños. Los pisos primero, segundo y tercero, estaban ocupados por la agencia de publicidad ‘Alas Azules’,  que perdió todo el mobiliario de sus oficinas.  En el edificio también había una barbería, la de don Luis Felipe, y el segundo piso lo ocupaba la matrona municipal Rosario Negro. Las cortinas del Ayuntamiento se chamuscaron y  también sufrieron daños el café Royal, que estaba en obras, y la confitería Bernina. La rápida actuación de los servicios de emergencia, cuyo número, el 1643, no dejó de sonar, evitó daños mayores y solo cuatro bomberos sufrieron heridas leves.

El arco de la plaza del Carmen, de unos quince metros de altura y construido con maderas viejas procedentes de derribos, se derrumbó en quince minutos. Los daños se valoraron en 150.000 pesetas.

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Recuerdos de la Tarasca

Les dejo unas imágenes del desfile de La Tarasca para disfrutar recordando aquellas fiestas.

¡Feliz Corpus!

Fecha desconocida. Torres Molina/archivo de IDEAL
23 de mayo de 1951. Torres Molina/archivo de IDEAL
Fecha desconocida. Aproximadamente de finales de los años 50.- Torres Molina/archivo de IDEAL
Fecha desconocida. Aproximadamente de finales de los años 50.- Torres Molina/archivo de IDEAL

 

En el desfile de la Tarasca. Fecha desconocida. Torres Molina/Archivo de IDEAL
En el desfile de la Tarasca. Junio de 1950. Torres Molina/Archivo de IDEAL

 

La Feria de Ganados

La Feria del Corpus está resultando una excusa perfecta para mostrarles algunas de las fotografías curiosas del archivo de este periódico. Entre ellas, me llamó la atención esta imagen de la feria de ganados del año 1961

En ella se ve a uno de los tratantes, personajes inconfundibles en este mercado, que con traje y sombrero, muestra orgulloso la dentadura de su mercancía. El papel de intermediarios de los tratantes era sagrado. Juan Bustos en su artículo «La Feria Real de Ganados del Corpus» de la sección ‘Diario de la Historia’ que publicó IDEAL el 13 de junio de 2004, contaba que con su intervención, ni los compradores ni los vendedores necesitaban factura. Era suficiente que se dieran la mano para que la operación quedara definitivamente acordada.  Luego terminaban en el ‘ventorrillo de Manolo’ esquina al callejón del Ángel, ante unas copas de vino y unas tapas de choto en el mostrador, contaba el cronista.

La feria de Ganados fue autorizada por la Reina Isabel II en 1890 para que se celebrase en Granada durante los tres días que van desde el jueves hasta el domingo. Comenzó a montarse en el paseo del Violón y luego en el Camino de Ronda y se celebró hasta la década de los 80 del pasado siglo.

Como he dicho antes, esta imagen es del año 1961 y en la crónica de IDEAL que acompaña a la imagen, el redactor ya se quejaba de que la feria de Ganados cada vez iba a menos. Por una buena burra, se pedían 5.000 pesetas aunque lo que más abundaba en esa edición era el ganado corriente para el trabajo, con el predominio del mular, entre los seis y doce años, por el que, según edad, clase y alzada, pedían entre las 3.000 y 10. 000 pesetas. De ganado porcino no había nada, porque en esa época hubo una epidemia de peste porcina africana y se prohibió su venta en la provincia

Un grupo de amigas en el ferial y las pastorales del arzobispo

Otro regalo para recordar el Corpus de antes. Un grupo de amigas se dirigen al ferial del Paseo del Salón para disfrutar de una tarde de feria. Quizás camino de algún baile en la caseta de la Real Sociedad de Tenis, que era de lo más elitista, o a la del Centro Artístico que se extendía desde la Biblioteca hasta el puente del Genil, o quizás subieran a la verbena de la Asociación de la Prensa… Puede que tan solo se queden paseando por la Gran Vía para ver ‘la salida de los toros’, el desfile de coches de caballos al terminar la corrida del día…   Poco sé de la imagen. En su reverso no encuentro ni una fecha, ni ninguna pista que me permita saber más de estas amigas. Quizás la chica del centro acaba de prometerse, pues enseña orgullosa su anillo de compromiso. Una vez leí en un artículo de Juan Bustos que las novias lucían un coqueto  sombrero… puede que como el que lucen dos de las amigas ¿no les parece?

Al elegir esta foto, he recordado una pastoral del arzobispo Balbino Santos Olivera, publicada en el periódico durante el Corpus de 1952. En ella  recordaba a sus feligreses que en estos días de festejos, hay que divertirse, ¡cómo no! pero no hay que descuidar la moral. «Deben evitarse los espectáculos indecorosos» y «declarar la guerra sin cuartel a la inmoralidad y al impudor», «que no os absorba lo profano, que no se reproduzcan en estos santos días del Corpus y su octava, las comedias lascivas, bailes deshonestos y representaciones profanas».

El paracaidista de las fiestas del Corpus

El archivo de IDEAL guarda en sus fondos fotografías desde el año 1932, año de la fundación del periódico. Algunas de estas imágenes se publicaron en sus páginas, otras no. En algunas, el fotógrafo o el redactor que utilizaba la fotografía solía apuntar en el reverso de la misma una fecha, o un nombre, detalles que nos han servido en la actualidad para su catalogación. Sin embargo, en la mayoría de los casos tenemos pocas pistas. Es lo que me pasó con esta fotografía:

¿Un paracaidista en la plaza del Carmen? Estaba despistada. Sin embargo buscando información sobre la inauguración del teatro Isabel la Católica, que tuvo lugar el 6 de junio de 1952, encontré un breve de la presentación del espectáculo de Jams Will, un famoso paracaidista que actuó en Granada durante las fiestas del Corpus. Jams Will  en realidad era madrileño y se llamaba Julián Zamarriego. Durante la semana de fiestas, se lanzó, el día 11 de junio, desde el edificio del Banco de Vizcaya, en la plaza del Carmen (actuación a la que creo que corresponde la fotografía), el día 12 desde el edificio Olmedo en Puerta Real y el día 13 desde la fachada del recién inaugurado teatro.