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Un baño en la fuente

Cuando el calor aprieta, cualquier opción es buena para refrescarse y. cuando no era tan común como ahora hacer la maleta y marcharse a la playa, el frescor de una fuente no era mala opción. Tampoco era la única. Los aguadores que bajaban agua fresca del Avellano o de la fuente de la Bicha, estaban muy solicitados, servida desde las típicas damajuanas al vaso de cristal. Tampoco era extraño ver a algún chico bebiendo directamente del violento chorro de las mangas de riego, ya que para refrescar las calles los riegos eran constantes. Y para refrescar el cuerpo, baños en las piscinas de la capital, del Campo de la Juventud o de Don Simeón,  en el remanso de los ríos o en las fuentes.

Sin embargo, en el verano del año 1947, las fuentes de Granada lucían vacías con sus caños secos y segados. Había sequía y, como medida de ahorro, el ayuntamiento decidió ‘apagarlas’.  Incluso las de la Alhambra, refugio en los días más calurosos, se decidió cortar el suministro los domingos. Esta imagen de Torres Molina de fecha desconocida, reproduce uno de estos momentos.

Chicos juegan en la fuente de la plaza del Campillo. Torres Molina
Chicos juegan en la fuente de la plaza del Campillo. Torres Molina

El quiosco de la plaza del Ajibe

Quiosco de la plaza del Aljibe

 

Durante los meses de verano estamos publicando en la edición impresa de IDEAL una serie de reportajes sobre los veranos de antaño. En uno de esos veranos, se publicó la fotografía que acompaña a este post. José García Tojo, un lector de este periódico, me ha escrito un e-mail en el que me da una información tan curiosa sobre el quiosco de la imagen, que me gustaría compartir con todos. Además, aprovecho para agradecer públicamente al sr. García Tojo su aportación. Jose recordaba que estaba situado justo sobre el aljibe de la Alhambra y que servía gratis agua a todo el que lo solicitaba. Los vasos de cristal muy gruesos,  que se aprecian en la foto, evitaban roturas indeseadas.


A voluntad y por pocas pesetas, se podían adquirir azucarillos y aguardiente, que se aprecian tambien en el lado derecho de la foto y que mezclados con el agua se convertia en un refresco muy apreciado.

En el interior del Kiosco pentagonal, se encontraba el pozo que comunicaba con el aljibe y del que se extraía el agua fresca con ayuda de una polea y cubos amplios de madera. El agua extraída se vertía en un deposito de piedra con grifos de los que manaba el agua directamente a los vasos.

Al ser un servicio gratuito, el kiosco gozaba de gran aprecio.

El traslado del pilar del Toro a la plaza de Santa Ana

En 1940 terminaron las obras de remodelación de la Plaza de Santa Ana. La intención del Ayuntamiento era devolver a la zona la personalidad que había perdido «al quedarse ocultas las líneas de la torre de la iglesia por unas palmeras desmesuradas y ocupar parte de la plaza y unirse al templo un mezquino jardín cercado por unas verjas de hierro pobres y de mal gusto». La cerca que rodeaba al jardín se sustituyó por un pretil en cuyo centro se colocó el Pilar del Toro. En enero de 1941, el Ayuntamiento aprobó un presupuesto de 5.462 pesetas para los gastos de traslado de la fuente desde su ubicación en la calle Elvira, que se realizó al finales de ese año. El pilar, obra del siglo XVI, dividía la citada calle y la de Hatabín o de los Hospitales. Era el lugar más importante de Granada y desde allí fue testigo de los acontecimientos que marcaron la historia de la ciudad. Pero la construcción de la Gran Vía restó importancia a esta zona. En una remodelación de la calle, la plaza que se extendía ante el pilar (junto a la bajada de Calderería, «graciosamente pintoresca, con fondo de balcones andaluces con macetas de claveles y geranios»), quedó reducida a un rincón insulso, y la fuente se encerró entre los muros de una nueva casa. Para devolverle la dignidad perdida, el Ayuntamiento decidió su traslado a la nueva placeta, cerca de la casa natal de Gallego Burín.