Acababa de llegar a la ciudad y ya era una de las figuras más populares. Fue uno de los primeros guardias de circulación de Granada y la expectación que despertaba en el público se debía a que fue el primero que comenzó a ordenar la circulación utilizando los brazos para indicar a vehículos y peatones cómo debían circular, igual que en las grandes capitales. El interés era tal, que durante su turno en Puerta Real eran muchos los que se sentaban alrededor para mirarle, con los consecuentes problemas para el tráfico que esto ocasionaba.
Pero la historia del guardia de circulación número 28, señor Castillo, era muy curiosa. Había nacido en Granada y al morir su padre se vio obligado a interrumpir sus estudios para mantener a su familia. Trabajó como telegrafista en la compañía de ferrocarriles hasta que se marchó a América «en busca, no solamente de dinero –dijo a IDEAL en una entrevista–, sino de otra cosa que no sabría explicar, seguramente ilusiones de juventud». Allí fue maestro de escuela, jefe de estación y, por último, guardia urbano en Montevideo. También fue periodista. En 1920 fundó el semanario ‘La nueva aurora’ y colaboró con las revistas taurina ‘El Chiquero’ de Zaragoza y ‘La Semana Taurina’ de Madrid, con el seudónimo de Curro Verdades.

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«El servicio en Granada es más duro que en Madrid –continuaba Castillo– pues allí los peatones y conductores obedecen las indicaciones de los guardias y éstos están ayudados por los indicadores eléctricos». Faltaban unos veinte años para la instalación de los primeros semáforos en Granada. En la época en la que el periódico reproducía esta entrevista (junio de 1932), el guardia estaba a la espera de la concesión de un premio donado por Obras Públicas por la agresión que sufrió en acto de servicio, cuando acudió a auxiliar a la víctima de un hurto, en la taberna ‘El aeroplano’, que estaba cerca de Puerta Real, y allí sufrió una agresión por la espalda. Antes de despedirse le pidió al periodista de IDEAL que recordase al público que no estacionase ni se parase a mirarle, «pues no sale muy bien parado el prestigio de Granada como ciudad de primer orden».

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