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A la caza de los Clares

En los años de posguerra era muy frecuente leer en las páginas de IDEAL noticias sobre la detención de guerrilleros o de sus enfrentamientos con la Guardia Civil. Los atracos, secuestros y golpes protagonizados por los maquis se sucedían a la vez que la represión policial se hacía cada vez más dura y el número de víctimas, de uno y otro bando, no dejaban de crecer. En marzo de 1947 se publicó la noticia de la muerte de tres maquis en Güéjar Sierra. Eran Ramón Carrasco, José María Pardo y Antonio Montilla, cómplices, según IDEAL, de las partidas de bandoleros de «El Clares» y «El Sevilla», y buscados por su implicación en el asesinato de Coronel de Ingenieros Joaquín Milans del Bosch en enero de 1947 en su finca de Güéjar Sierra. El 13 de julio del mismo año caería otro miembro de la partida de «El Clares», Francisco Almendro García, «Jeromo».
En la provincia fueron varios los grupos de maquis que se echaron al monte, en algunos casos para salvar sus vidas y en otros, para seguir luchando en una guerra que no aceptaban haber perdido. A las historias de Polopero, Ollafría o los hermanos Quero, se suma la de los «Clares». Francisco Ruiz Esteban, en su tesis «La partida guerrillera de Yatero y el movimiento guerrillero antifranquista en la provincia de Granada», recupera, entre otras muchas, la historia de los hermanos, Rafael y Félix Castillo Clares. Rafael, miembro del ejército republicano durante la guerra, formó su partida de guerrilleros en el verano de 1941 en la sierra de Albuñuelas. El 23 de noviembre de 1947 la partida es cercada por la Policía Armada en un escondite en la Lancha de Cenes. En el tiroteo murió Rafael, dos compañeros de guerrilla y tres mujeres, además del teniente Manuel García Espinosa, hijo del decano de la Facultad de Farmacia. Su hermano Félix, de la partida de Polopero, le sustituyó al frente de la banda. Poco después se entregaron a la Guardia Civil y, junto a otros desertores, formaron parte del conocido como «Grupo de Traidores», que delató a varias partidas. «El Clares» y su lugarteniente «Espantanubes» volvieron a la sierra para continuar con su actividad guerrillera y preparar su huida a Francia. Los dos murieron en una emboscada el 2 de noviembre de 1948 en Quéntar.

La restauración de la iglesia de las Tomasas

Coincidiendo con la llegada de la primavera de 1947, el Albaicín recuperó una de las iglesias que se perdieron durante la Guerra Civil.

El convento de Nuestra Señora de la Consolación, de las Agustinas Recoletas de Santo Tomás de Villanueva, «Las Tomasas», como todo el mundo las conoce, se fundó en 1635. Sufrió varios asaltos durante las revueltas de agosto de 1932, hasta que el 10 de marzo de 1936 un incendio la destruyó. Se perdieron varias obras de arte, entre ellas un cuadro de la Sagrada Familia obra de Risueño.

Era la primera de las iglesias del barrio que abría sus puertas pese a que su reconstrucción se realizó sin ninguna ayuda oficial, únicamente con limosnas. La nueva iglesia ocupaba el lugar de la desaparecida. La antigua distribución del edificio tenía dos plantas, iglesia y noviciado, pero, tras la reforma, solo quedó el templo. Su techo era una reproducción del de San Bartolomé y el retablo, pertenecía a San Miguel Bajo de donde procedía también el púlpito. Las imágenes de la Virgen de la Consolación estaba en el coro de la antigua iglesia destruida y las de San Agustín y Santo Tomás las donaron los Agustinos. La portada reproducía la de Santa Isabel la Real.