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Como si hubiera reventado el Darro

Fue mayúscula la sorpresa de los transeúntes que caminaban por las calles del centro de Granada las siete de la tarde del 22 de abril de 1975, cuando una gran riada, provocada por la rotura de una tubería de agua potable del Callejón de Sierra, bajo Torres Bermejas, atravesaba la ciudad inundando Plaza Nueva, Reyes Católicos, Puerta Real, Carrera de la Virgen, Acera del Darro y el Humilladero, hasta desembocar en el río, aunque incluso hubo noticias de inundaciones en Bib Rambla. Seguro que los más mayores se acordaron de la noche de septiembre de 1951 cuando el Darro reventó en Puerta Real. Afortunadamente, en este caso no hubo que lamentar víctimas, pero el agua bajaba con tanta fuerza, que llevaba consigo piedras (se retiraron algunas de más de 20 kilos), tierra, ladrillos, ramas, causó importantes daños a los comercios, cuyos bajos anegó, e incluso arrastró un coche que circulaba por la Cuesta de Gomérez hasta Puerta Real. A medida que las aguas invadían el asfalto, los viandantes sorprendidos se lanzaban a la carrera alarmando a otros ciudadanos que asistían, confundidos al extraño fenómeno. Tras el suceso, más de cuarenta trabajadores de Serconsa, retiraron unas ciento veinte toneladas de barro devolviendo en pocas horas la normalidad a las calles del centro. Como si no acabara de pasar un río.

 

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Las inundaciones del 62

Los soldados trabajaron con empeño y, en poco tiempo, los alrededores de la Plaza de Toros se convirtieron en un improvisado campamento. Una ciudad de casas de lona, con alumbrado, sanitarios y cocinas comunes atendidas por Cáritas y el Auxilio Social, acogieron a más de cuatrocientas personas que se habían quedado sin casa por el derrumbamiento de sus cuevas debido a las lluvias torrenciales que habían caído sobre Granada a mediados del mes de octubre de 1962. El número de damnificados aumentaba y hubo que construir otro albergue provisional en la Hípica, en el barrio del Zaidín, este último con treinta tiendas de campaña. No hubo que lamentar daños personales, pero la mayoría de las viviendas de la zona del Barranco del Abogado, Camino Bajo del Cementerio y los alrededores de la Alhambra quedaron prácticamente inhabitables. Las brigadas de limpieza trabajaron sin cesar para retirar de las calles el barro acumulado por la tormenta que había cortado la circulación en el Paseo de la Bomba, Salón, Gran Vía y Triunfo. El alcalde Manuel Sola se comprometió entonces a solucionar el problema de las cuevas, que con cada temporal dejaban varias víctimas mortales. En febrero del año siguiente, unas terribles inundaciones se llevaron la vida de varias personas, miles se quedaron sin hogar y se tuvieron que desalojar y demoler más de 7.000 cuevas. En la casería de la Virgencica se construyeron las primeras viviendas prefabricadas para acoger a los damnificados de las tormentas. Más tarde surgiría el Polígono de Cartuja.