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La reforma del Paseo del Violón y la Bomba

La ciudad quería recuperar dos de sus parques más queridos que llevaban algún tiempo abandonados. El Violón, cuando no lo ocupaban las casetas y atracciones del recinto ferial, se había convertido en un estacionamiento indiscriminado de autocares. Además la especulación urbanística había llenado de amorfos bloques de pisos la zona agobiándola y ensombreciéndola. En proyecto de urbanización del Violón se invertirían quince millones de pesetas en su primera fase que contemplaba la urbanización de una franja paralela al río Genil de 41 metros de ancho por 300 metros de largo. La futura alameda arrancaría cerca de la ermita de San Sebastián, entre cuatro hileras de árboles que flanquearían un paseo central de pavimento blanco, igual al del Salón, que había sido renovado hacía poco tiempo. También se aprovecharían las columnas del matadero viejo para la construcción de una especie de pérgola.
En una segunda fase, que entonces solo estaba en la mente de Manuel Fernández Márquez, concejal de Obras Públicas que presentó el proyecto en los primeros días de octubre del año 1982, el Violón se agrandaría al recuperar el Paseo de San Sebastián y los terrenos de la Real Sociedad de Tenis.
En cuanto al Paseo de la Bomba, el Ayuntamiento quería convertirlo en un gran parque infantil, de uso exclusivo para peatones y bicicletas. Como las vías del tranvía no se habían tapado, se propuso aprovecharlas para que un tranvía de gasoil (poner en marcha el tendido eléctrico para los troles era costosísimo, se justificó el concejal) recorriera el Salón y la Bomba. En el centro del Paseo se colocarían uno de los viejos vagones, que sería una biblioteca juvenil, y un antiguo coche de bomberos para que jugaran los más pequeños. Otros quince millones se invertirían en esta obra.

Mañanas de febrero en la plaza del Triunfo

 

 

Esta imagen cumple 50 años. Se publicó en la portada de IDEAL el 16 de febrero de 1962  junto al siguiente pie de foto:

«La plaza del Triunfo es una invitación al descanso. En todos tiempos. Y para cada tiempo su hora. Pero en invierno, si el día es bueno, la gran plaza-jardín es el refugio ideal para quienes desean sentir la caricia del sol a cualquier momento. La luz mañanera presta un encanto especial al lugar y lo hace ser quizás más maravilloso. El incipiente calaje da tonalidades diversas al panorama visto desde las alturas. Y como fondo, las siluetas de las iglesias y edificios de cuyas chimeneas se despiden los primeros humos -señal de actividades caseras-, y más lejos la vega, cuyo verdor se imagina entre la bruma que desaparecerá vencida por el sol. En estos espléndidos días que nos está regalando febrero, la plaza del Triunfo nos presenta, de mañana, este panorama que nuestro redactor gráfico, Torres Molina, ha sabido captar fielmente»