Así estaba la Acera del Casino tal día como estos de agosto de hace 25 años. En 1992 terminó una de las más ambiciosas obras de remodelación del centro de la ciudad. Tres cuartas partes del espacio público de Puerta Real se convirtieron en peatonal, se ensanchó la Acera del Casino y del Darro, se desplazó la Fuente de las Batallas al interior del área no abierta al tráfico y se construyó el parking subterráneo. Las obras, proyectadas bajo el gobierno de Antonio Jara, comenzaron en 1990 y las inauguró Jesús Quero, con Manuel Pezzi al mando de la delegación de Urbanismo, en septiembre de hace 25 años.
Una vez acabada la Guerra Civil y con Antonio Gallego Burín al frente de la alcaldía (ocupó el cargo entre el 3 de junio de 1938 y el 31 de agosto de 1951, salvo un breve paréntesis de gobernador civil durante los meses que van del 20 de octubre de 1940 al mismo día y mes de 1941), comenzaron a ejecutarse importantes proyectos de reforma urbana que cambiaron la imagen de la ciudad. En 1940, se iniciaron las obras para el aplanamiento del Embovedado en Puerta Real, las del derribo del barrio de la Manigua (que inauguró Franco en 1943) y el traslado de la fuente de los Tritones (o de los Gigantones) del Salón a Bibrambla para reemplazar el monumento de Fray Luis de Granada que, a su vez, se instalaría en el atrio de Santo Domingo.
El siglo XX ha sido un siglo de obras ininterrumpidas en la Gran Vía. Desde que los jesuitas colocaran la primera piedra de la Iglesia del Sagrado Corazón el 4 de mayo de 1897, que fue el primer edificio que se construyó en la emblemática calle granadina, se sucedieron el Hotel París (1907), el Colón (1909), el Coliseo Olimpia (1921), el Banco Matritense (1924), el palacete de los Müller, la Casa de la Perra Gorda o el edificio del Banco de España que se levantó en el año 1932, con lo que se remataba por completo la avenida. Durante más 35 años se sucederían los golpes de piqueta para levantar una vía al estilo de los bulevares de París, que permitiera a la flamante burguesía de abogados, industriales o catedráticos, pasear por amplias y luminosas calles de arboladas aceras.
La Gran Vía, con sus edificios modernistas de fachadas inspiradas en el estilo Gaudí, en consonancia con los nuevos gustos de la época, más ancha que las demás calles de la ciudad y mejor preparada para el tráfico rodado, terminaba, en un extremo, en el Campo del Triunfo, con el edificio de la Escuela Normal (obra del arquitecto Antonio Flores 1923-1933). Al otro lado, el cuello de botella formado en su confluencia con Reyes Católicos. En 1951, se elaboró un proyecto para prolongar la calle. En un principio se planteó continuar la Gran Vía hasta el Paseo de la Bomba, pero se topó con un primer obstáculo: la vieja casa de Correos.
El 4 de junio de 1940, el alcalde de Granada, Antonio Gallego Burín, con impecable traje, rodeado de concejales y con el indispensable sacerdote, en este caso les acompañaba Gregorio Espín, iniciaba la demolición de la antigua Casa de Socorro en el Campillo, la primera en ser derribada para el saneamiento de la Manigua, el barrio rojo de la capital granadina, zona de juergas, tabernas, de gentes de vida alegre y desvergonzada, «de vicio y degeneración». Un lupanar que, como decía una nota de la alcaldía, había hecho que la ciudad «se deshiciera material y espiritualmente». Contaba Juan Bustos («El nacimiento de la calle Ganivet» IDEAL, 18 de septiembre de 2004) » (más…)
En junio de 1960 la Gran Vía estrenaba ensanche, reforma y estos coquetos jardincillos en los que se plantaron geranios rojos, adelfas y rosales. Al fondo, el guardia de circulación que pone orden ante la ausencia de semáforos. La fotografía se publicó el 15 de junio de 1960.
12 de marzo de 1935. Los trabajos para pavimentar la Plaza Larga están a punto de terminar. Más de catorce mil pesetas se gastó el ayuntamiento en unas obras que comenzaron a mediados del mes de enero de aquel año y en las que se empleaban, cada día, entre ocho y diez obreros (los últimos días de la obra el número de trabajadores se redujo a seis. Ojo, fueron despedidos por sorteo). En un principio se pensó en pavimentar toda la plaza dejando una acera que la rodeara para el tránsito de peatones, pero este proyecto se desechó por lo imposible que hubiera resultado regular el tráfico. Definitivamente se decidió construir una calzada de tres metros y medio de ancho, alrededor de la plaza para facilitar la circulación de antomóviles «y carros».
En el centro se construyó un paseo en forma de andén y rodeándolo, una cenefa con piedrecitas blancas y grises de empedrado artístico con el que también se decorará la parte central de la plaza.
Según la crónica del periódico, parece que los vecinos se alegraron mucho de la desaparición de los seis árboles que estaban plantados, más altos que muchas edificaciones de la vía, y que se talaron. Al parecer, y siempre según la crónica «la extensión de las ramas era tan extraordinaria que tapaban las buenas perspectivas y rompen la estética». Los árboles se sustituyeron por diez tilos colocados en los laterales del paseo-andén.
Al mismo tiempo se pavimentó el entorno del Arco de las Pesas «para que quede en este tramo de la calle un apartadero de vehículos».
Este recorte de IDEAL tiene 55 años. Se publicó el 8 de noviembre de 1959, durante las obras de reforma del Embovedado. La calle poco a poco iba adoptando la fisonomía que conocemos en la actualidad. Pero no se pierdan el textito que acompaña a la fotografía, que describe muy bien cómo era y cómo latía la céntrica vía.
En los primeros años de la década de los 60, los semáforos ‘crecían’ en la ciudad como setas de temporada. Comenzaron a instalarse en abril de 1958: «durante todo el día se trabajó en la apertura de las zanjas para la instalación eléctrica que partirán desde la acera del hotel Victoria, para cruzar hasta la ‘isla’ del refugio de tranvías en el centro del Embovedado; de allí partirá otro indicador hasta la altura de la nueva casa de Correos; otro para el cruce de Ganivet; una red que servirá para regular el cruce de Reyes Católicos, a la altura de Costales, y un último para el paso de Mesones, a la altura del café Granada» (IDEAL 17/4/58). En Reyes Católicos se instaló uno junto al Bernina, otro a la altura del edificio antiguo de Correos y el último en Gran Vía, al nivel de la calle Cárcel.
Contentaron a pocos, porque nadie entendía muy bien su funcionamiento (IDEAL incluso publicó en varias ocasiones el significado del color de las luces), y era divertido escuchar a los animados peatones decir a coro ‘¡Ahora!’ cuando se encendía la luz amarilla.
Así comenzó la historia… los semáforos funcionaban… cuando querían (en marzo de 1960, se adjudicó al contratista Roldán Girón, las obras de adaptación de un local que sirviera como taller de reparación de estos aparatos), pero poco a poco los ciudadanos se iban acostumbrando a ellos, e incluso los reclamaban. Por ejemplo, este periódico publicó una carta al director solicitando indicadores luminosos para la calle Calvo Sotelo (la actual avenida de la Constitución) tras el accidente que costó la vida a un niño.
También costó un poco ganarse el respeto de los ciudadanos y no eran pocas las crónicas que denunciaban lo costoso de la instalación para el poco caso que se les hacía.
El 17 de octubre de 1959 el pleno del ayuntamiento aprueba el proyecto para la instalación de la red de semáforos de la calle Recogidas por valor de 234.754 pesetas.
En aquel noviembre de 1964, por centrar esta historia en la efeméride que hoy ocupa esta sección, la reforma de la plaza Isabel la Católica plantó otros tantos, hasta el punto de que circular era complicadísimo. Las crónicas contaba que ‘crecieron’ doce semáforos en el cruce de la nueva plaza y decían que estaban tan cerca unos de otros que a los conductores les daba tiempo a memorizar los letreritos del monumento en su intento por girar de Reyes Católicos a Gran Vía. Nunca hicieron tanta falta los guardias urbanos, aquellos a los que el nuevo invento había desahuciado.
Faltaría poco más de un año para que Gallego Burín escenificara, piqueta en mano, el derribo del legendario barrio, pero el 24 de febrero de 1939, hace ahora ochenta años, el pleno municipal aprobó uno de los proyectos de reforma urbana más importantes de Granada. En el derribo de la zona baja de la Manigua, cuenta la crónica publicada en IDEAL «Se construirán nuevas calles. Una de las nuevas vías comunicará la Puerta Real con el Campillo Alto y otra será transversal desde la Acera del Casino a la calle Navas».
También se ensancharía Puerta Real, «construyéndose una amplia rotonda con la nueva línea que formará la esquina de Reyes Católicos y la Acera del Casino».
El barrio, un laberinto de callejuelas que se extendían entre Puerta Real y San Matías, acogía los prostíbulos de Granada y su derribo era una vieja aspiración de la ciudad, incluso se adoptaron medidas un poco ingenuas para su demolición, como aquel alcalde que mandaba cada noche a los bomberos para ver sin los chorros de agua acababan con las desvencijadas casuchas.
Los trabajos de pavimentación del entorno de la plaza Isabel la Católica avanzaban a buen ritmo. Así lo publicó IDEAL el 1 de noviembre de 63, hace ahora 50 años. Había comenzado la pavimentación de la calzada y, como se aprecia en la imagen, estaba muy adelantada la reinstalación del monumento.