NI RADICAL, NI VENDIDO

El día que lo conocí fue por teléfono y se me presentó como una especie de presidente en funciones de las peñas del Granada CF. Y a pesar de que el contacto no fue en vivo, ya pude detectar que se trataba de un tipo de granadinista diferente. Se expresaba con coherencia, con  mesura, y el rebatirle sus argumentos no me hacía sentir  sospechoso de nada. Es el riesgo que tenemos los periodistas en una ciudad como esta… no comulgas con unos determinados planteamientos y pasas por ser un ‘sobre cogedor’, un vendido cualquiera, un interesado. Pero, ya digo, no fue el caso. Y eso me agradó.

Al poco lo conocí en persona,  y después supe de él por su afición al periodismo y sus ganas por promover un verdadero movimiento de fuerza en torno al ‘histórico’. Ya por entonces estaba al frente de la Federación y su sensatez no sólo había cautivado entre la prensa y los aficionados, sino que había permitido abrir puertas cerradas a cal y canto. Sin excluir, sin censurar y sin el ánimo de protagonismo que ahora veo que pretenden achacarle, terminó por juntar a todas las fuerzas vivas de la ciudad en torno a un sentimiento que en él sí que surge de modo real, con independencia del coste de un determinado carné o la competición que se esté jugando.  Y todo, con mano izquierda y gallardía.

En suma, demostró ser hábil para esquivar a quienes sí que van a servirse del Granada CF, y auspició la creación de un nuevo grupo de salvación, conciliando los intereses de la entidad rojiblanca con la sensibilidad de quienes defendían más de lo mismo, o un cambio gradual. Y, lo que es mejor, sumando, que no restando. Tiempo, esfuerzos y sinsabores, le advertí, que nunca estarán bien recompensados.

Los otros días, volví a saber de él. «César Guisado, granadinista del año», leí a varias columnas.  Y me alegré por él, y por quienes le entregaron el premio, porque creo que acertaron con su elección. También me alegré por mí. Y por el juego que dará su nombramiento en esos debates sanos, cachondos, contenidos, en los que prometo que seguiré jugando a ‘anti rojiblanco’ para asegurarle que «Granada es verdigrana». A fin de cuentas, él me terminará contestando que «acabaremos teniendo un farolillo rojillo», nos reiremos y ni yo pensaré que él es un radical, ni él que yo soy un vendido.

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