De radares y multas

Ha sido noticia extendida por las redes sociales durante unos días, la implantación de nuevos radares por las carreteras granadinas ha pasado por todos los guasap de la provincia. Y es que la gente está muy escamada con esto de las multas; de lo contrario, esto no pasaría de ser una mera anécdota.  El afán de ayuntamientos y gobierno de poner liquidez en las arcas a costa de los conductores es patente, y las inversiones en el control es tan superior a las inversiones en educación vial que da la sensación de que se prefiere a infractores que a conductores respetuosos con las normas. No es que uno vaya a defender a quienes conducen fuera de la norma. En absoluto. Pero sí es a veces inexplicable, por ejemplo, esos cambios de límites de velocidad con su radar móvil o fijo pegadito a la señal. O esa multa que puede caer por una leve variación en velocidad, no por ir 50 km por encima, por dos o tres. Es real que si los límites se ponen es por algo, y que quien entiende es el responsable de colocarlos, pero esa permanente persecución a los conductores, no solo por los límites de velocidad, también por calles restringidas por las que vemos pasar a unas minorías privilegiadas, esas plazas de aparcamiento que no cejan de secar los bolsillos, esas tasas para resolver cuestiones administrativas, que apalean al usuario… Al final, entre unas cosas y otras los mayores porcentajes de ingresos devienen de los conductores, pues hemos de incluir en ello los impuestos sobre carburantes, con gravámenes increíbles. Con todo esto, ¿a quién puede extrañar que cualquier noticia, sea real o no, referida a formas de seguir sacando la pasta a los conductores no sea creída por el personal? Si echásemos cuentas de lo que pagamos al final de cada año en impuestos en gasóleos, tasas administrativas, impuestos municipales, multas, aparcamientos, ITV…, nos darían unas ganas enormes de guardar el coche y dejarlo para hacernos una fotillo con él a modo de recuerdo, pues a esto hemos de añadir gastos de mantenimiento y talleres. Se lo digo, si echamos cuentas acabaremos vendiendo el coche y cogiendo un taxi, a diario si es preciso. Mire y ya me dirá. Otra cosa diferente es la opción que cada cual tenga de viajar, pero al menos dejaríamos de ser víctimas y mantenedores de un sistema que por sí solo no se sostiene, porque quienes lo dirigen se han acostumbrado a que el pueblo, que somos usted y yo y el resto de paganos, les diga amén a todos estas formas recaudatorias, recogidas además en presupuestos. Es una manera cómoda, sin romperse mucho la cabeza, de recaudar. Hoy ser conductor activo es ser mantenedor de coches oficiales, edificios públicos, comidas y banquetes. Y los radares llegarán, esperen a que pasen las elecciones.

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