Los cuatro jinetes

No se habla de otra cosa, quienes hablan, claro. Cara a cara me refiero, no por guasap, ni por messenger, ni por tuit. No, hablar como se ha hablado toda la vida, viéndose las caras. Y es que lo del nombramiento del próximo presidente ha conseguido por primera vez en nuestra historia democrática atrapar la atención del personal de forma obsesiva. Observe usted si no es así, esté atento a los viandantes que no hablan por el móvil y lo hacen directamente entre ellos, al fin la crisis ha dado paso a la corrupción y a las negociaciones para la nueva presidencia. Ya casi todo el personal tiene su propio criterio sobre Pablo, su posicionamiento con respecto a Ciudadanos, su opinión sobre Mariano, y su creencia sobre si Pedro lo conseguirá o no. A la par, el personal conservador opina que todos los políticos son iguales, por aquello de la corrupción, y así justifican interna y externamente la podredumbre que se ha asentado en una parte del partido conservador. Los progresistas no se atreven a hablar muy fuerte, porque no están muy seguros de que les puedan tapar la boca, y están indignados por no poder quitarse los lastres pasados. Los de Podemos aún están buscando dónde poner los menesteres que tienen de encargo, y andan un poco liados con sus salidas al público, que pareciese que están enlazando una campaña electoral con la siguiente, sin enterarse muy bien de cómo manejar su barca. Y luego están los de Ciudadanos, que si hacen como en el ayuntamiento de Granada tienen todo el pescado vendido, novios de todos, con el buenismo por bandera, pero después no son capaces de conseguir que se cumplan los pactos que firman. Y ahí anda el personal, con los cuatro jinetes del apocalipsis cabalgando por caminos que no saben muy bien dónde acaban, y con el país mirando y hablando, y confiando en que lleguen a un acuerdo ya, porque si la ciudadanía tiene que tomar de nuevo la palabra en las urnas veremos lo que dirá, aunque sí sabemos lo que sentirá: una enorme decepción por la incapacidad de los próceres para alcanzar un acuerdo, y espero que entonces analice el esfuerzo de cada cual para llegar a ese acuerdo, la capacidad de cada cual para priorizar los intereses del conjunto sobre los individuales, la sensatez para ceder y empatizar sin ombliguismos exacerbados.  La gente habla, y se posiciona, mientras ve por la televisión los juicios que están llenando los tiempos de un país sin gobierno, con un presidente en funciones que dice no pero sí, o luego más tarde. Habla y no para, aunque en realidad pocos son los que lo entienden, ni los suyos siquiera. Hay demasiados intereses en juego para que esto avance, por ambos extremos ideológicos, extremos más poderosos que nunca, que sin entrar a juego no paran de mover el tablero.

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